Cultura Política: Tipos, Hibridación y Críticas

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Finalmente, la cultura parroquial se caracteriza porque sus integrantes apenas reconocen la presencia de una autoridad política especializada, careciendo de expectativas con respecto al sistema en general o a cualquier cambio que éste pudiese generar. En este tipo de cultura predominan sentimientos afectivos de rechazo de cualquier organización social o política que vaya más allá del ámbito más cercano o familiar. Sin embargo, ninguna de estas culturas se presenta en la realidad de forma pura, sino que lo hace de forma híbrida con base en dos dimensiones: la identificación con el sistema político y el compromiso participativo.

Entre los tipos de cultura política híbrida que Almond y Verba destacan en la cultura cívica, se encuentra la mezcla de elementos de la cultura subjetiva y participante con el sistema. Esta mezcla proporciona una armonía perfecta entre las dos dimensiones que favorece el funcionamiento y la estabilidad del sistema liberal democrático. Según estos mismos autores, esta cultura se encuentra presente en el Reino Unido y EEUU, dos países de larga tradición democrática incluidos en su estudio, y apenas se muestra en México. Las democracias liberales funcionan mejor y son más estables si tienen ciudadanos que participan y obedecen. No es de extrañar que este trabajo se interprete como la formulación de un tipo de cultura política, la cívica, que constituía una variable decisiva para la estabilidad y efectividad de la democracia. Reforzado por el paradigma de la modernización cultural y política dominante durante los años cincuenta y sesenta, este modelo hizo de la cultura cívica una precondición para la existencia de la modernización política y de la democracia. Almond y Verba finalizan su trabajo aconsejando los medios para suplantar el proceso que llevó a las democracias occidentales a formar este tipo de cultura política.

Finalmente, según estos mismos autores, todas estas orientaciones y actitudes se desarrollan y solidifican durante la adolescencia y juventud en el entorno familiar y las experiencias personales con el sistema, para mantenerse estables el resto de su vida. Afirman que su modelo contempla una doble causalidad, donde las instituciones del régimen y su funcionamiento también pueden influir sobre las actitudes de los ciudadanos. La defensa de las actitudes políticas como resultado preferente de la socialización preadulta significa reconocer que el cambio de un régimen político no altera necesariamente las actitudes políticas de los individuos adultos.

Críticas a la Cultura Política

Muchas son las críticas que han proliferado desde 1963, efectuadas desde presupuestos teóricos e ideológicos diferentes. Se han centrado en tres aspectos: el concepto de cultura política, la supuesta relación existente entre esta última, el comportamiento de los ciudadanos y el sistema político, y los tipos de cultura política o la cultura cívica. La primera se debe a autores como Barry y Paterman, quienes destacaron el etnocentrismo y el sesgo ideológico del concepto de cultura cívica. Según la investigación de Almond y Verba, se realiza en torno a una lógica efectuada desde una determinada definición normativa de democracia que considera necesaria la existencia de un equilibrio óptimo entre participación de los ciudadanos y autonomía de las élites. Su trabajo nunca define la variable dependiente; simplemente se asume que las democracias mejores y más estables se encuentran en el Reino Unido y EEUU. La cultura cívica favorece el mantenimiento de la democracia liberal que allí existe.

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