La Década Moderada en España (1844-1854): Reformas Clave y la Constitución de 1845

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II. La Década Moderada (1844-1854)

1. Las reformas moderadas y la Constitución de 1845

La Década Moderada (1844-1854) va intrínsecamente unida a la figura del general Ramón María Narváez, el político más influyente de la época y líder destacado del Partido Moderado que presidió gran parte de esta etapa.

El primer gobierno estuvo presidido por Luis González Bravo. Durante su mandato, se tomaron medidas significativas: se restableció la restrictiva ley de ayuntamientos de 1840, se suprimió la Milicia Nacional (cuerpo armado vinculado a los progresistas) y se creó la Guardia Civil en 1844, una nueva fuerza de seguridad destinada principalmente a mantener el orden público y proteger la propiedad en el medio rural.

Con Narváez ya al frente del gobierno, en septiembre de 1844 tuvieron lugar elecciones a Cortes Constituyentes, encargadas de reformar la Constitución progresista de 1837. El triunfo electoral fue claro para los moderados.

Las principales medidas legislativas que configuraron el Estado liberal moderado fueron las siguientes:

  • La Constitución de 1845: Reflejo de la hegemonía moderada, excluía cualquier pacto con los progresistas. Sus características principales fueron:
    • Establecimiento de la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, reforzando significativamente las atribuciones de la monarquía en detrimento del parlamento.
    • Cortes bicamerales: Un Congreso de los Diputados elegido por sufragio censitario muy restringido y un Senado compuesto por un número ilimitado de senadores vitalicios nombrados directamente por el rey entre las altas jerarquías del Estado, la Iglesia, el Ejército y la nobleza.
    • Declaración de la religión católica como la religión oficial y única de la nación española, con el compromiso del Estado de mantener el culto y a sus ministros.
  • Defensa de un Estado centralizado y uniforme: Las leyes de administración local y provincial de 1845 reforzaron el centralismo. Establecían la designación gubernativa de los alcaldes en los municipios de más de 2000 habitantes y en las capitales de provincia, limitando la autonomía municipal.
  • Medidas de reconciliación con la Iglesia Católica: Se suspendió la desamortización y venta de bienes eclesiásticos, y se devolvieron aquellos que aún no habían sido enajenados. Estas medidas buscaban recomponer las relaciones con la Santa Sede y culminaron en la firma del Concordato de 1851.
  • La Reforma de Hacienda de 1845: Impulsada por el ministro Alejandro Mon y su colaborador Ramón de Santillán, buscó racionalizar y modernizar el sistema fiscal. Se intentó acabar con el caótico sistema tributario del Antiguo Régimen, estableciendo impuestos directos (como la contribución territorial e industrial) e indirectos (como el impopular impuesto de consumos).
  • La Ley Electoral de 1846: Restringió aún más el derecho al voto, elevando considerablemente los requisitos económicos (sufragio censitario muy restringido), lo que reducía el cuerpo electoral a menos del 1% de la población.

2. El desarrollo político de la Década

Durante esta etapa se produjeron diversos sucesos políticos y sociales. Uno de los más comentados fue el matrimonio de la reina Isabel II en 1846 con su primo Francisco de Asís de Borbón, una unión considerada generalmente como desafortunada para ambos cónyuges y que generó tensiones políticas.

Este matrimonio también reavivó el conflicto dinástico con los carlistas. Estos últimos confiaban en una unión de Isabel II con el pretendiente carlista, el conde de Montemolín (hijo de Carlos María Isidro). La frustración de estas expectativas contribuyó al estallido de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), también conocida como Guerra dels Matiners, desarrollada principalmente en Cataluña, donde el veterano general Ramón Cabrera volvió a ponerse al frente de partidas guerrilleras.

Al gobierno de Narváez le sucedió, entre otros, el de Juan Bravo Murillo a partir de 1851. Durante su mandato se firmó el mencionado Concordato con la Santa Sede. En este acuerdo, el Papa Pío IX reconocía oficialmente a Isabel II como reina legítima de España y aceptaba como un hecho consumado la desamortización y la pérdida de los bienes eclesiásticos ya vendidos. A cambio, el Estado español reafirmaba la confesionalidad católica del país:

  • Se estableció la exclusividad de la religión católica, excluyendo otros cultos.
  • Se otorgó a la Iglesia un papel relevante en la supervisión del sistema educativo.
  • Se permitió el restablecimiento de órdenes religiosas masculinas (previamente suprimidas).
  • El Estado asumió la obligación de mantener económicamente al clero y el culto con cargo a los presupuestos públicos.

La creciente división interna dentro del Partido Moderado (entre facciones como los 'puritanos', más legalistas, y los partidarios de Narváez o del propio Bravo Murillo, más autoritarios) contribuyó a la inestabilidad y finalmente a la caída del gobierno de Bravo Murillo en 1852, tras un intento fallido de reforma constitucional en un sentido aún más conservador.

A este le sucedieron varios gobiernos moderados de corta duración. El último gabinete de la Década terminó muy debilitado, acusado de corrupción y escándalos administrativos, especialmente relacionados con las concesiones para la construcción de las primeras líneas de ferrocarril.

El descontento generalizado, la exclusión política de los progresistas y la corrupción gubernamental crearon el caldo de cultivo para un cambio. El mecanismo insurreccional, única vía que les quedaba a los progresistas para acceder al poder, se puso en marcha. En junio de 1854, un grupo de militares moderados 'puritanos' (liderados por O'Donnell) y progresistas se pronunció contra el gobierno en Vicálvaro (Madrid). Este pronunciamiento, conocido como la 'Vicalvarada', aunque inicialmente indeciso, derivó en una revolución popular al publicarse el Manifiesto de Manzanares (redactado por Cánovas del Castillo), que incorporaba demandas progresistas. La sublevación se extendió y provocó la caída del gobierno moderado, poniendo fin a la Década Moderada y abriendo paso al Bienio Progresista (1854-1856).

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