Desafiando la Didáctica Tradicional: Imaginación y Aprendizaje en la Infancia
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Se sugieren alternativas muy fundamentadas a las líneas clásicas de la didáctica. Sus reflexiones provienen más de la práctica que de la psicología y de sus estudios sobre formas de comprensión mítica de los pueblos ágrafos.
Egan critica la exclusividad de los cuatro principios en que se basa la didáctica escolar en primaria, por los que solo se aprende si las actividades de aprendizaje van:
- De lo concreto a lo abstracto.
- De lo conocido a lo desconocido.
- De lo sencillo a lo complejo.
- De la manipulación activa a la conceptualización simbólica.
Este esquema no tiene en cuenta la imaginación y la fantasía, herramientas potentes y enérgicas según Egan. Si aceptamos el primer principio, ¿cómo trataremos los relatos fantásticos? Este principio se utiliza en educación apoyando que tenemos que empezar a enseñar con cosas materiales concretas para dirigirnos a conceptos abstractos y que en cualquier tema, debemos partir de aspectos concretos presentes en la experiencia del niño para alcanzar mayor abstracción. Con el ejemplo de La Cenicienta, Egan opina que la abstracción es antecedente y condición necesaria para entender el relato concreto, ya que aparecen conceptos abstractos que si no se conocen antes no se entiende la historia. Este concepto se aleja de los usos habituales, se ha eliminado del currículo y de la práctica la confianza en la abstracción, pero los niños son capaces de comprender estos conceptos y los utilizan con facilidad.
Por otro lado, el segundo principio no es una cuestión trivial en educación, tiene gran influencia como elemento organizador de la mezcolanza curricular llamada ciencias sociales. Cuando se tienen en cuenta los contenidos de los relatos fantásticos de los niños y sus juegos, nos cuestionamos el principio que sostiene que nuestro conocimiento del mundo se acumula poco a poco, de lo conocido a lo desconocido. Se puede introducir cualquier conocimiento si se garantiza que se adapta a las estructuras conceptuales que ya tiene el niño. Se justifica la ausencia de la historia en que el niño carece de conceptos abstractos para dar sentido a esta, pero observando cómo dan sentido a los relatos fantásticos, vemos que disponen de herramientas para dar significado a la historia. En definitiva, este segundo principio no es una buena guía para el aprendizaje del niño.
Egan cree necesario reconstruir el currículo y los métodos docentes, teniendo la imagen del niño como un pensador imaginativo y lógico-matemático y la imaginación como herramienta de aprendizaje. Los métodos de enseñanza excluyen la riqueza de la experiencia humana a la que acceden los niños, porque esa experiencia no se ajusta a la imagen empobrecida que tienen del niño. El currículo y las prácticas docentes están plagadas de trivialidades. Al desarrollar investigaciones no se han tenido en cuenta las herramientas más potentes que lleva el niño a la escuela. Si los niños aprenden a partir de lo que ya saben, cuando llegan a la escuela son productores incesantes de imágenes mentales de cosas que seguramente nunca han experimentado, y aportan emparejados conceptos abstractos potentísimos. No se tienen en cuenta los límites y el contexto del entorno inmediato en el que la experiencia del niño adquiere significados pobres. Los niños manifiestan urgencia por aprender, hacen muchas preguntas, esta necesidad de dar sentido afectivo y moral a lo que se vive explica su atracción por relatos, cuentos y juegos. Egan observa que los niños al jugar, se sitúan en contextos físicos y temporales lejanos, no en su entorno inmediato. La narración y el lugar autónomos son para ellos una unidad que tiene unos límites propios y precisos, por esto la narración es un recurso formidable para iniciarles en la historia. Egan coincide con Calvani, en que los niños tienen un sentido del tiempo cronológico, de la simultaneidad y la duración y podemos construir aprendizaje de una forma abstracta a partir de relatos con base histórica.