Desarrollo del Yo, Cultura y Personalidad: Perspectivas Psicosociales Clave

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Desarrollo Temprano del Yo y la Influencia del Otro

La relación con la madre es fundamental para la formación del self (el sí mismo). Hacia los 7-9 meses, el niño es capaz de sintonizar estados afectivos y regular eficientemente su interacción social y afectiva con los cuidadores. A los 9 meses, reconoce partes de su cuerpo (sus pies, su dedo meñique) y va integrando su propio esquema corporal. Se forma un sí mismo subjetivo, en el que las relaciones con la madre son vitales para darle seguridad, etc.

Hacia los 15 a 18 meses, podemos hablar de la aparición de un sí mismo objetivo y mentalmente representado. Aparece el sí mismo verbal, la identificación de emociones como alegría, miedo, etc., y progresivamente son capaces de reconocerlas en expresiones faciales. Todo el contenido del autoconcepto incluye elementos cognitivos, afectivos y comportamentales (Marchago, 1997), en consonancia con la edad.

En la adolescencia, autoconcepto y autoestima están unidos y adquiere gran importancia el reconocimiento y aceptación por parte de los demás. Ya desde el origen, “los otros” influyen decisivamente en el sí mismo. Entre los 6 y 18 meses de edad, en el llamado estadio del espejo de Lacan, el reconocimiento de la propia imagen especular ocurre con ayuda de y en relación a un otro semejante. El niño se reconoce y se desconoce casi al mismo tiempo, porque aquello que reconoce no es él, sino que justamente sólo una imagen de él: una imagen separada, que no le pertenece. Es “el otro” el que le da seguridad y confianza en lo que está percibiendo.

Ruth Benedict (1887-1948): Personalidad Configuracional y Cultura

La conocida antropóloga Ruth Benedict, en su libro Pattern of Culture (1934), fue pionera en estudiar la relación entre cultura y personalidad. Bajo el término “personalidad configuracional”, expuso el argumento de que cada cultura tiene un ethos cultural central, a modo de totalidad integrada. Así, aunque los miembros individuales en esas culturas pueden diferir en sus personalidades, el sistema cultural tiende a empujarlos hacia un tipo ideal de personalidad. Aquellos cuya personalidad es más compatible con el ideal cultural deberían ser los más felices.

Para Ruth Benedict, cada una de las culturas hace una selección diferente de las potencialidades naturales de los seres humanos, dando preponderancia a ciertas potencialidades en generaciones sucesivas e ignorando y hasta rechazando otras. En su libro, señala las formas en que los seres humanos, criados en una sociedad en marcha, desarrollan selectivamente unas potencialidades a costa de otras que serían incompatibles con los valores de esa sociedad. Así, menciona a los Zuni (personalidad apolínea) y los Kwakiutl (dionisíaca).

Margaret Mead (1901-1978): Estructura de Caracteres y Transmisión Cultural

Margaret Mead, alumna de la anterior, continúa su legado y hace referencia a la relación cultura-personalidad: "La esencia del enfoque cultural es que todos los miembros de una determinada cultura participan del mismo carácter cultural“. Amplía los términos con la demostración de que la transmisión cultural —especialmente en las sociedades complejas— fluye en dos direcciones: desde la generación paterna hacia los hijos y también lo contrario, de los hijos a los padres.

Así, ciertas prácticas de crianza de los hijos producen estructuras de caracteres típicas entre los adultos. Por ejemplo, Mead argumentó que la libertad sexual durante la crianza de las niñas samoanas explicaba por qué ellas no experimentaban crisis y frustraciones durante su adolescencia (Samoa). En Nueva Guinea, señala cómo los Manus, que enfatizan el trabajo duro y el éxito financiero, son preparados (o educados) para ser individualistas e independientes mediante sus prácticas de crianza infantil.

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