Desarrollo de la Oratoria en Roma: Desde sus Orígenes hasta la Influencia de Cicerón

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I. Características generales y primeras manifestaciones

La oratoria tenía como principal objetivo enseñar a componer discursos, habilidad socialmente relevante para formar abogados y políticos. Pero los conocimientos alcanzados y las prácticas realizadas en los estudios de retórica escolar se utilizaron pronto en poesía y en otros géneros literarios.

Las primeras manifestaciones de este género pertenecen al ámbito de la oralidad, se trata de las llamadas laudationes funebres. En el siglo II a.C. la oratoria romana se consolidó, pues los contactos con Grecia fueron más frecuentes.

Tras la caída de Corinto, Grecia pasó a ser una provincia romana, por lo que empezaron a llegar a Roma oradores y filósofos. Surgen en Roma dos figuras que destacan: Catón, que destaca por su sobriedad y en sus discursos cuidaba especialmente el contenido frente a la forma, quedando reflejada además su consideración de los *mores maiorum* como la verdadera guía de conducta de la sociedad; y Publio Cornelio Escipión, que compartió con el anterior su preocupación por los valores morales de la sociedad pero, mientras que Catón se cerraba en banda a todo lo que venía de Grecia, este se mostró totalmente receptivo a ella. Escribió discursos breves, elegantes y sobrios.

II. Autor destacado: Cicerón

La época en la que vivió Cicerón fue especialmente propicia para el ejercicio de la oratoria.

  • Discursos políticos, pronunciados en el Senado o en el Foro.

Cicerón muestra un estilo cambiante. Comenzó utilizando frases largas, ampulosas y dicción vehemente, mientras que en su madurez marcó su propio estilo. No obstante, la perfección, tanto en la composición como en la ejecución del discurso, son innegables.

Algunos de sus discursos más conocidos son los siguientes:

  • Entre los judiciales destacan In C. Verrem, en el que defendió a los sicilianos acosados por el pretor de su provincia, Verres, que aprovechó su cargo para enriquecerse; o el discurso Pro Ligario, en defensa de quien, como él, estaba en contra de César.
  • Entre los discursos políticos destacan: De imperio Pompeii, en el que apoya la candidatura de Pompeyo al mando supremo del ejército; Catilinarias, cuatro discursos contra L. Sergio Catilina, que fue candidato al consulado junto a Cicerón. Al no ser elegido, Catilina tramó una conspiración para hacerse con el poder. Cicerón lo descubrió y arremetió contra él. Por último, debemos mencionar las Filípicas, catorce discursos virulentos contra Marco Antonio, que terminaron por costarle la vida.

Basándose en los escritos de los rétores griegos, Cicerón, en sus obras retóricas, estableció las cinco fases de elaboración del discurso:

  1. Inventio: consiste en la búsqueda de todos los datos adecuados al tema tratado en el discurso y a sus circunstancias.
  2. Dispositio: es la ordenación de todos los datos. El esquema habitual es:
    • Exordium o comienzo. Se intentaba ganar la atención del tribunal y del auditorio.
    • Narratio: exposición de los hechos.
    • Argumentatio: acumulación de pruebas a favor y refutación de los argumentos de la parte contraria.
    • Peroratio o final del discurso, en el que se usaban todos los recursos emotivos para arrancar de los jueces una sentencia favorable.
  3. Elocutio: consiste en la redacción correcta del discurso. Un discurso bien redactado es el que consigue la persuasión enseñando, agradando y conmoviendo.
  4. Memoria: consistía en aprender de memoria el discurso ya redactado.
  5. Actio: ensayar la proclamación del discurso: tono, gestos, movimientos, etc.

Cada parte tiene una técnica especial para llevar a buen puerto el discurso, cuya finalidad es docere, delectare, movere, es decir, ‘instruir, deleitar, emocionar’.

Después de Cicerón, la oratoria se refugió en las escuelas de retórica, donde los discursos y los tratados de Cicerón fueron libros de referencia y de consulta obligada.

La instauración del Imperio implicó la supresión de la democracia, el papel del Senado acabó siendo muy poco relevante, no había propaganda electoral, la vida política fue perdiendo su vigor, y la oratoria recibió las consecuencias antes que ninguna otra parcela de la cultura. La oratoria solo permaneció viva en las escuelas de retórica, pero en estas escuelas faltaba ese público al que “instruir, deleitar y conmover”.

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