Desarrollo del Pensamiento Humano: De la Mecánica del Cosmos a la Autonomía de la Razón

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1.4. La Emancipación del Ser Humano

Entre los siglos XVI y XVIII tuvo lugar un gran desarrollo de las ciencias, que dio lugar a una concepción mecanicista del cosmos, ya que pasó a verse el universo como una gran máquina. Este principio se aplicó también al ser humano, pues, en lo que se refiere al cuerpo, se consideró que funcionaba según las mismas leyes físicas que se aplicaban a toda la materia. Así, el cuerpo humano era concebido como una máquina. De todos modos, numerosos filósofos de este periodo afirmaron que, al estar el cuerpo en contacto con el alma y ser esta de naturaleza no material, sino espiritual, el ser humano era un ser dotado de entendimiento y libertad.

Los avances científicos y técnicos que se fueron produciendo en esta época fueron aumentando progresivamente la confianza en la capacidad de la razón para poder explicar la realidad a todos los niveles. La invención del microscopio y telescopio había ampliado enormemente nuestra mirada sobre el mundo. William Harvey descubrió la circulación de la sangre, las leyes de Newton lograron dar cuenta de los movimientos tanto a nivel terrestre como celeste, y Lavoisier sentó las bases de la química moderna en la segunda mitad del siglo XVIII.

En este clima intelectual, la Ilustración se constituirá como un movimiento que reivindica que el ser humano va camino de alcanzar la “mayoría de edad”. Los ilustrados afirmaron que todo el saber heredado de la tradición debe ser sometido a la crítica de la razón, que pasa a constituirse ahora en el tribunal que establecerá qué creencias y qué valores se mantendrán, y cuáles deben ser descartados o eliminados. Su lema será Sapere aude, que suele traducirse por “atrévete a saber”, aunque más bien cabe entenderlo como “atrévete a usar tu propia razón”, es decir, piensa por ti mismo, utiliza tu razón para llegar a tus propias conclusiones. Con ello se invitaba a la gente a no dar por válida una afirmación solo porque siempre se había creído que era así. De este modo, el hombre se emancipaba de los falsos saberes y reclamaba su autonomía como librepensador.

Esta confianza en las posibilidades del ser humano para alcanzar cada vez un mayor conocimiento de la naturaleza, junto al desarrollo creciente de la técnica, alimentó la idea de que la humanidad se había situado definitivamente en la vía de un progreso que prometía ser ilimitado. Se esperaba que la ciencia y sus aplicaciones en la sociedad dieran lugar a un mundo mejor para todos. Si bien, para que fuera realmente mejor para todos y no solo para una minoría selecta, habría que promover cambios en la estructura social y reclamar la igualdad de derechos. De este modo, las reivindicaciones políticas formarán parte de la lucha por la emancipación humana, cuestionando la legitimidad del antiguo régimen y del orden sociopolítico que se había mantenido vigente hasta entonces.

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