Desarrollo Religioso Infantil: Etapas Clave de la Fe
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Etapa Parental-Familiar (0-6 años)
Los niños, a esta edad, se relacionan con Dios fácilmente, sobre todo en el ámbito de los sentimientos. Consideran a Dios como el que hizo todo (*Creador*), todopoderoso y bueno. Están convencidos de que Dios nos quiere, nos ama y nos protege siempre. No necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida por medio de los padres. Nadie duda que el ambiente, y muy particularmente la familia, es un factor condicionante de la religiosidad infantil. En los primeros años, esta imagen de Dios está condicionada por la imagen simbólica de los padres. El niño traduce en conductas inconscientes el tipo de relación que los padres mantienen con él, es decir, de padres autoritarios, niños agresivos; de padres ansiosos, niños inseguros; de padres bondadosos, niños equilibrados; y al contrario. Su imagen de Dios reflejará la imagen percibida en los padres. La religiosidad, pues, está condicionada por los elementos afectivos. En la familia es donde tiene lugar el «equilibrio afectivo» tan necesario para un desarrollo equilibrado de la personalidad. Igualmente en ella se afirma el «sentimiento básico de confianza» como fundamento de la personalidad. El interés educativo-religioso de los padres es capital para favorecer el propio interés de los hijos.
Etapa Protorreligiosa (7-8 años)
Dios es creador, sabio, bueno, todopoderoso, que los ama muchísimo e hizo todo pensando en ellos. Hay que corresponderle siendo buenos. Su religiosidad está más en el ámbito de la imaginación que de la realidad; es, todavía, antropomórfica, animista, mágica y ritualista. Les gusta repetir las palabras y los gestos de los ritos religiosos, aunque no le encuentren sentido ni los entiendan. Por esto, es un buen momento para enseñarles el sentido de participar con la comunidad de la Iglesia, el significado de los sacramentos, de los tiempos litúrgicos, etc. Les agrada que les cuenten detalles sobre las historias de la Biblia, en especial de Jesús; también representarlas y dibujarlas. Su capacidad de comprensión, reflexión, sistematización, de análisis y síntesis va en crecimiento progresivo. Hay que tener en cuenta sus experiencias, y partir de ellas para todo proceso de enseñanza-aprendizaje. Y desde el punto de vista afectivo-intelectual, va amainando el «egocentrismo» y, si hay una verdadera educación religiosa, irá superando la religiosidad animista y mágica. La escuela es la gran plataforma de «socialización» y, a través de ella, de identificación con modelos adultos, de descubrimiento del valor del grupo, de reconocimiento de su responsabilidad ante la autoridad y deber moral, etc. Por eso, consideramos también la escuela como un ámbito fundamental para la educación religiosa. En el plano específicamente religioso a partir de los 7-8 años se puede considerar que el alumno está en una «fase atributiva», esto es, la imagen que tienen de Dios se fundamenta en los atributos. Por ejemplo: omnipotencia, omnisciencia, bondad, justicia… Es comprensible tal actitud religiosa, si -como hemos dicho- una característica psicosocial de esta etapa es la importancia del grupo y el valor del líder. Esta admiración por los valores que engrandecen a los «otros» es también propia de la religiosidad, contemplando a Dios desde esta perspectiva de sus atributos. Dios es «admirado». No podemos olvidar que en esta etapa, la mayoría de los alumnos reciben catequesis de preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana. En este sentido, es de gran trascendencia una coordinación de escuela y parroquia, si de verdad