Descartes: El Cogito y la Fundamentación de la Certeza Absoluta
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El Cogito y el Criterio de Verdad en Descartes
Me he convencido de que los sentidos me pueden fallar, los sueños pueden parecer reales, etc. Sin embargo, hay algo que nunca ha fallado y es que en todo momento he estado pensando, y aunque un genio maligno me engañara con respecto a lo externo, nadie puede engañarme en lo que estoy pensando. De aquí viene la conclusión de Descartes de la primera proposición cierta: cogito, ergo sum. De aquí concluimos que la actividad intelectual de un sujeto está por encima en grado de certeza respecto a lo demás. Nadie puede negar que estoy pensando. Por lo tanto, tengo garantía de que pienso, y nadie puede tener pensamientos por mí, por lo que tengo certeza de que existo.
Una Nueva Concepción de Verdad
De esta nueva situación de engaño absoluto hay que concluir una nueva concepción de verdad. La teoría de la verdad se había planteado hasta este momento de esta forma: la Teoría de la Correspondencia (una proposición 'p' es verdadera si hay un hecho 'h' que se corresponde con lo descrito por 'p'). Esta teoría clásica ya pierde para nosotros todo interés, en el momento en el que sabemos que el mundo físico puede ser radicalmente falso. Por ello, Descartes propone una nueva forma de entender la verdad: el Criterio de la Verdad Cartesiano. Según este, una proposición 'p' es verdadera si es creída con certeza, es decir, si es:
- Clara (se entiende a la perfección).
- Distinta (no se confunde con ninguna otra creencia).
Nuestras creencias han de ser puramente lógicas, relacionadas con el pensamiento; el mundo físico nos va a dar igual. Para Descartes, hay apartados en nuestra vida mental que son claros pero no distintos. Los sentimos con claridad ya que son obvios, pero en ocasiones tienen una ubicación que no sabemos indicar. Por eso, Descartes concluye en que de todas las verdades solo hay que aceptar una: la verdad de la razón con exclusión de las verdades o hechos del mundo físico.
Implicaciones y Aclaraciones
Esto tiene una doble conclusión:
- Se niega el valor en las verdades de las ciencias empíricas, puesto que se duda de su certeza.
- Se reivindica de algún modo el solipsismo, es decir, la creencia de que solo es estrictamente real el mundo mental, sin que se pueda decir nada con seguridad sobre el mundo físico.
Con todo, hay que recordar que Descartes no es escéptico; no niega la existencia del mundo físico.