Descartes y la Duda Metódica: El Camino hacia la Certeza del Conocimiento

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La Duda Metódica de Descartes: Fundamento de la Certeza Filosófica

El objetivo primordial de René Descartes es encontrar verdades absolutamente ciertas sobre las cuales no sea posible dudar en absoluto. Se trata de hallar verdades evidentes que permitan fundamentar el edificio del conocimiento verdadero con absoluta garantía. El primer problema que se le plantea es cómo encontrarlas, y para resolverlo elabora su célebre método. Pero, una vez que lo tiene, ¿por dónde comenzar la búsqueda? La respuesta es la llamada duda metódica.

En efecto, exigir un punto de partida absolutamente verdadero obliga a la eliminación de todos los conocimientos, ideas y creencias que hasta el momento han sido considerados como verdaderos, pero que no poseen una certeza absoluta. El primer paso, por tanto, debe ser dudar de todo lo que creemos y rechazar inicialmente todo aquello de lo que sea posible dudar. La sola posibilidad de dudar ya será motivo suficiente para que una opinión o creencia, que hasta ese momento hayamos considerado verdadera, quede rechazada. Este proceso inicial es lo que Descartes denomina duda metódica.

Los Tres Motivos de Duda en la Filosofía Cartesiana

Descartes establece tres motivos principales para aplicar su duda metódica:

  1. Duda sobre la fiabilidad de los sentidos

    Los sentidos nos ponen en contacto con el mundo material y nos proporcionan un conocimiento de cosas que solemos aceptar como verdadero. Sin embargo, también sabemos que, a veces, los sentidos nos engañan. Por ejemplo, cuando sumergimos un palo en el agua y lo vemos quebrado, aunque sabemos que está entero. Existen alucinaciones de la percepción que nos hacen percibir como verdaderas o existentes realidades que no lo son en absoluto. Estos son hechos innegables.

    Las experiencias del engaño nos llevan a concluir que el conocimiento proporcionado por los sentidos es, como mucho, probable, y lo probable no es absolutamente verdadero. Por el contrario, lo probable es altamente dudoso y no se le debe conceder más credibilidad que a lo falso. No olvidemos que Descartes busca una primera verdad absolutamente cierta; por tanto, si no quiere construir sobre cimientos que le puedan fallar en cualquier momento, debe desechar todo conocimiento del que se pueda dudar.

    Debemos dudar de que las cosas sean como las percibimos, pero ¿debemos dudar también de la existencia de las mismas cosas que percibimos? Para responder a estas cuestiones, Descartes aduce una segunda razón de duda.

  2. La dificultad de distinguir la vigilia del sueño

    A veces tenemos dificultad para distinguir el sueño de la vigilia. Experimentamos sueños tan vívidos que los sentimos como reales y solo al despertar descubrimos que era un sueño. Esto nos permite pensar que podemos estar dormidos y que las percepciones sobre nuestro propio cuerpo (como que abrimos los ojos o que movemos la cabeza, por ejemplo) no son más que representaciones del sueño.

    Este segundo motivo de duda llega mucho más lejos: no solo debemos dudar de que las cosas sean como las vemos, sino de la misma existencia de las propias cosas y de sus cualidades primarias. En suma, este motivo de duda nos lleva a rechazar la seguridad sobre la existencia de nuestro propio cuerpo y del mundo material. Descartes, no lo olvidemos, busca la certeza absoluta, y para ello rechaza como verdadero todo aquello de lo que se pueda dudar, aunque sea por la razón más remota.

  3. La hipótesis del Genio Maligno

    La duda aplicada metódicamente nos ha llevado a dudar de la existencia de las cosas y del mundo. Lo único que parece quedar son las verdades matemáticas, pues, ya esté despierto o dormido, 2 + 3 siempre serán cinco. Sin embargo, Descartes añade un tercer motivo de duda, aún más radical y extremo, tanto que él mismo la denomina duda hiperbólica: la hipótesis del genio maligno.

    Nada le impide pensar que haya sido creado por un ser todopoderoso y engañador, el genio maligno. Este tercer paso es de extrema radicalidad; es una hipótesis improbable, pero no imposible, y por tanto generadora de duda. Lo realmente importante de este tercer momento de la duda es que afecta a las mismas verdades matemáticas, verdades que son consideradas como evidentes.

    En resumen, la duda radical exigida por el método cartesiano le ha llevado a rechazar el conocimiento en su totalidad, desde las percepciones más remotas, pasando por la existencia del mundo, hasta las verdades matemáticas. No debemos perder de vista que esta duda es un camino para obtener la verdad absoluta y no una vía hacia el escepticismo, el cual es precisamente lo que pretende rebatir.

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