Descartes: Estrategias Filosóficas para Superar la Duda Radical
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Soluciones Propuestas en el Pensamiento Cartesiano
Por un lado, en la «Carta-Prefacio a la Traducción Francesa de los Principios», Descartes se refiere a Platón y Aristóteles como los principales autores que han investigado la existencia de principios o fundamentos (válidos) del conocimiento. Aunque Descartes no lo menciona, ambos filósofos piensan que la dialéctica o controversia, donde cada uno de los participantes procura convencer o refutar a su antagonista, es el único tipo de argumentación capaz de responder esta pregunta; y en especial, es muy digna de atención la explicación que da Aristóteles (Met. Γ, 4) de por qué hay que acudir a este tipo de argumento para alcanzar una prueba de los «principios». Descartes pudo ver aquí una buena razón para elegir la dialéctica como procedimiento para indagar la validez de los fundamentos.
La Primera Regla Metódica y la Indubitabilidad
Esto es lo que insinúa la primera regla metódica, si el lector, en lugar de atribuir a la noción general de evidencia el papel principal en su fórmula, se lo concede a la (más específica) de indubitabilidad racional: las ideas tendrán la clase relevante de evidencia solo en la medida en que sean apropiadamente indudables. Sin embargo, es obvio que no serán indudables mientras haya «ocasión» de ponerlas en duda, y habrá ocasión de dudar siempre que existan argumentos escépticos vigentes.
Ahora bien, bajo un argumento como el del genio maligno, por ejemplo, siempre puede plantearse una duda que afecte, en términos generales, incluso a las ideas más evidentes: perfectamente puede pensarse que, acaso, las ideas evidentes sean falsas. De este modo, si se concede prioridad a la noción de indubitabilidad, advertimos que la primera regla del método sugiere un camino para superar la duda: refutar el argumento escéptico como primera tarea. Una vez conseguido esto, permitiría dejar a salvo de la duda razonada (y, por ende, admitir como verdaderas, de acuerdo con el método) las ideas que solo ese mismo argumento permitía cuestionar.
La Refutación de la Duda Extrema y la Existencia Divina
Por otro lado, vimos que Descartes acepta tres razones para plantear la duda más extrema: esencialmente, las hipótesis del genio maligno, la de un azar desafortunado y la de una causalidad natural adversa. Así, si suponemos que Descartes argumenta para enfrentar al crítico radical, el escéptico, se entiende fácilmente el desarrollo de tres pruebas (a lo largo de las Meditaciones III y V) que solo aparentemente se encaminan a establecer la existencia divina; pues, en realidad, a cada una de estas pruebas puede asignársele el propósito de refutar una de las hipótesis escépticas.
De este modo, Descartes no habría buscado «demostrar», en primer término, la existencia de Dios; en cambio, habría intentado vencer dialécticamente a su antagonista en la controversia, ofreciendo un argumento para rechazar cada razón específica entre las admitidas para plantear la duda más extrema. Para lograrlo, le habría bastado mostrar que las razones para aceptar la existencia divina son, en todo caso, más sólidas que las que pueden darse para implantar las dudas radicales. Si Descartes alcanza este objetivo, las dudas más extremas quedarían sin fundamento. Esto, a su vez, autorizaría al investigador a aceptar ciertas proposiciones como válidas o verdaderas, por ser racionalmente indudables, al menos a la luz de los argumentos escépticos conocidos. Sin embargo, Descartes habría dejado en la sombra, sin declarar francamente, este aspecto negativo de su procedimiento.
La Demostración de Dios como Clave de la Superación de la Duda
Por ello, la «demostración de la existencia de Dios» (uno de cuyos componentes es una nueva forma del argumento ontológico de San Anselmo) en realidad forma parte de la triple serie de refutaciones. Esta serie es la clave en la superación de la duda metódica. En un momento posterior, esto conduce a la afirmación de la necesidad de las ideas innatas, punto fundamental en el desarrollo de su pensamiento.