Descartes y las Reglas del Método para el Conocimiento

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A) Las Reglas del Método

En las Regulae ad directionem ingenii, Descartes enumera 21 reglas. Posteriormente, en la segunda parte del Discurso del Método, las reduce a cuatro:

1. La Evidencia

Se expresa mediante la claridad y la distinción. El acto por el cual el alma llega a la evidencia es la intuición.

2. El Análisis

Por medio de la intuición, solo podemos percibir con claridad las ideas simples. Para poder concebir también las complejas, no evidentes, basta con descomponerlas en sus elementos simples o ideas simples (átomos de pensamiento), las cuales serán claras y evidentes por intuición.

3. La Síntesis

Es volver a recomponer las ideas compuestas mediante las simples, a través de la percepción intuitiva de su encadenamiento. Supone un procedimiento ordenado propio de la geometría.

4. La Enumeración

"Hacer en todo unos recuentos tan complejos y revisiones tan generales, que estemos seguros de no omitir nada". La enumeración comprueba el análisis y la síntesis.

B) Valor Absoluto y Universal del Método

Estas reglas no tienen en sí mismas su justificación. El hecho de que las matemáticas se sirvan de ellas con éxito no constituye una comprobación. Descartes debe intentar su total justificación. El conocimiento, o ha de ser absolutamente seguro, o ha de ser abandonado.

Encontrar el fundamento de un método para todas las ciencias solo es posible con una crítica radical de todo el saber. Es necesario dudar de todo y considerar como provisionalmente falso todo aquello sobre lo que sea posible dudar. Si en esta postura de crítica radical, la duda metódica, llegamos a un principio sobre el cual la duda ya no sea posible, en este principio se encontrará la justificación del método.

Descartes sostiene que ningún grado de conocimiento se sustrae de la duda. Se puede y se debe dudar de los conocimientos sensibles, porque los sentidos a veces nos engañan, como porque se tiene durante el sueño conocimientos semejantes a los de la vigilia. Incluso los conocimientos matemáticos pueden ser ilusiones creadas por un genio maligno, o podemos haber sido creados por un Deus deceptor. Así, la duda se extiende a todo y se convierte en absolutamente universal, metódica e hiperbólica.

Pero en el carácter radical de esta duda se presenta el indicio de una primera certeza: para dudar es necesario que yo, que pienso, sea algo y no sea nada. La proposición Cogito ergo sum es absolutamente verdadera, pues la misma duda lo confirma. (Aunque existiese el genio maligno y me engañase, yo tendría que existir, porque de otro modo no podría ser engañado).

En la fórmula cartesiana, Cogito significa "tengo conciencia", lo que le otorga un carácter intuitivo: el cogito es la intuición de un hecho inmediato de conciencia: la existencia del yo que piensa. Sobre esta certeza se puede fundar la Regla de Evidencia, ya que el cogito es la evidencia en su fundamento metafísico. (Similar al "dubito ergo sum" de San Agustín).

Pero, en realidad, la última justificación del criterio de evidencia radica, según Descartes, en la existencia de Dios (lo que será una prueba de la existencia divina):

  1. Dios es perfecto.
  2. Por serlo, tiene absoluta veracidad.
  3. Por ser verídico, no puede engañarme.
  4. Dios es el autor de mis ideas claras y distintas.

Si estas ideas no fuesen verdaderas, Dios me engañaría y dejaría de ser verídico y perfecto.

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