Descubrimiento de la Primera Verdad en Descartes: Pienso, Luego Existo
Clasificado en Filosofía y ética
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Identificación y explicación del contenido del texto
Nos encontramos ante un fragmento que pertenece a la obra de Descartes, Discurso del Método, un libro de carácter autobiográfico escrito en primera persona en el que Descartes expone la metodología correcta para dirigir de forma adecuada su conocimiento.
El capítulo cuarto y la primera verdad
Este fragmento en concreto pertenece al capítulo cuarto. En él, Descartes expone cómo ha conseguido llegar a la deducción de una verdad de la que no se puede dudar, se trata de una verdad completamente evidente: el hecho de que piensa y duda, lo que implica a su vez el hecho de su existencia. Esta primera verdad se representa en la frase a la que Descartes hace mención en el texto: “Pienso, luego existo”.
El hallazgo intuitivo como resultado de la duda metódica
En concreto, el tema de este fragmento de texto es el hallazgo intuitivo de la primera verdad como resultado de la aplicación de la duda metódica. Descartes comenta que habiendo dudado de todo lo que es posible dudar (los sentidos, la precipitación en la matemática, y la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño) su razón ha visto algo de lo que es imposible dudar, ni siquiera los escépticos podrían hacerlo. Es una verdad firme y segura, clara y distinta, evidente, producto de la intuición racional pura y dura. Siguiendo el modelo del método matemático, el autor ha encontrado ese ansiado primer principio verdadero, del que nadie puede dudar, y a partir de él empezará el momento deductivo del método. Si el primer principio es verdadero, en teoría, todo lo que se deduzca de él también lo será. Destacaríamos que la primera verdad no es un silogismo, ni una relación causa-efecto, sino que se trata de la constatación, inmediata y al mismo tiempo, de la esencia y la existencia del yo.
Inmanencia y trascendencia del pensamiento
Para entender correctamente este primer principio, cabe señalar la distinción establecida por el autor entre la inmanencia del pensamiento (el acto mismo de pensar) y la trascendencia del pensamiento (el contenido del mismo). De esta forma, respecto al primer principio, el contenido del pensamiento es irrelevante, puede llegar a ser incluso absurdo, por lo que podría dudar de él. Ahora bien, de lo que no se puede dudar es del acto mismo del pensamiento, y por eso lo establece como primer principio de la filosofía que él busca.
El primer principio como criterio de verdad
Este primer principio, además, se convierte en el modelo de criterio de verdad que tanto buscaba Descartes. A partir de él, todo lo que intuya de forma evidente será verdadero.
El yo como sustancia pensante
Por último, señalar que ese yo que piensa, como comenta el autor, necesariamente debía ser "alguna cosa". Con esto nos adentramos en la caracterización del yo como sustancia pensante. El yo es una sustancia cuyo atributo es el pensamiento (utilizando claramente la terminología metafísica aristotélica). Más adelante, el autor dirá, en su antropología, que el ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa. Eso le lleva a resaltar que utiliza el término sustancia para referirse al sujeto de forma análoga, ya que, con propiedad, este término sólo puede aplicarse a Dios; el sujeto es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa, pero entre ellas son independientes, aunque ambas dependen de Dios (creador) y por eso la utilización del término de forma análoga.