El Día que Mi Mundo Cambió: La Separación Familiar desde la Mirada de un Niño

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Un Giro Inesperado: La Noticia que Cambió una Vida

Hace ocho años, yo, un niño inocente, extrovertido y animado, estaba a punto de recibir una noticia que cambiaría mi vida por completo. Estaba en el recreo con mis compañeros de clase, como cada lunes a las once de la mañana, cuando de repente se me acercó la profesora de Lengua y me dijo que la directora quería verme.

El Encuentro en Dirección

Después de un extraño recorrido junto a una profesora sospechosamente amable, llegamos a la oficina de Dirección, donde me esperaba con cara de lástima mi directora, la hermana Susana. Sus palabras fueron dulces e indirectas, pronunciadas con cierto temor. Me preguntó por mi situación familiar y cómo me sentía con mis padres. Yo le contesté que estaba bien, que los quería mucho a los dos. Sin nada más que añadir, me dijo que ya me podía marchar.

La Espera y la Revelación

El día avanzó con normalidad hasta la salida del colegio, a las cinco de la tarde, cuando no fue mi madre quien me vino a recoger, sino mi abuela materna, María. Nos dirigimos hasta su casa junto a mi hermano Joan, que era un año más pequeño que yo. Una vez allí, le pregunté por qué no había venido mi madre a recogernos, y ella contestó directamente que se debía a motivos de trabajo.

A las diez de la noche, se oyeron, al fin, unas llaves atravesar el cerrojo de la puerta principal. Era mi querida madre. Nada más entrar, nos abrazó (a mi hermano y a mí) como a unos peluches y, entre lágrimas, nos dijo que éramos lo que más quería en el mundo. Nosotros le preguntamos por qué lloraba, y fue entonces cuando llegó la noticia. Nos hizo sentar en el sofá junto a ella.

—A partir de ahora, papá y yo viviremos en casas distintas —dijo con una sonrisa forzada—.

Se hizo el silencio.

El Impacto y la Reflexión

Después de unos segundos de reflexión y miradas extrañas, empezamos a pedirle explicaciones a mi madre, llorando y gritando por la incertidumbre del momento.

Al día siguiente, después de una noche agitada, me replanteé mi existencia y el motivo que pudo haber llevado a mis padres a no seguir con su matrimonio. Me dirigí a la habitación de mi madre y le dije que lo sentía, dándole un gran beso.

Desde entonces, nunca antepongo mi felicidad a la de mis seres queridos.

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