Dinámica de la Hidrosfera y Corrientes Oceánicas: Reguladores del Clima
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Inversión Térmica y su Impacto en la Atmósfera
La inversión térmica es un fenómeno atmosférico donde la temperatura del aire aumenta con la altura en lugar de disminuir. En esta situación, el gradiente vertical de temperatura (GVT) es negativo. Las inversiones térmicas impiden los movimientos verticales del aire y pueden ocurrir a cualquier altura de la troposfera. De hecho, la estratosfera representa una inversión térmica constante.
Existen inversiones térmicas ocasionales, como las que se producen en las noches despejadas de invierno. Durante estas noches, el suelo se enfría rápidamente y, a su vez, enfría la atmósfera inmediatamente adyacente. Esto resulta en una capa de aire más fría cerca del suelo en comparación con la capa superior.
Dinámica de la Hidrosfera: Un Regulador Térmico Clave
La hidrosfera actúa como un regulador térmico crucial debido al elevado calor específico del agua. Esta propiedad le permite absorber y almacenar una gran cantidad de energía calorífica durante un período prolongado. Los océanos se calientan y enfrían más lentamente que los continentes.
Como resultado, las áreas ubicadas cerca del mar experimentan una menor amplitud térmica (diferencia entre temperaturas máximas y mínimas) que las situadas en el interior de un continente. Las zonas costeras se benefician del efecto termorregulador de las brisas marinas. Durante el día, el viento sopla desde el mar hacia la tierra, mientras que durante la noche, la dirección del viento se invierte.
El Agua Oceánica: Un Eficaz Transportador de Calor
El agua oceánica, debido a su abundancia, alto calor específico y las corrientes oceánicas, constituye un mecanismo de transporte de calor muy eficaz. Aunque las masas de agua se desplazan más lentamente que las masas de aire y pueden ser frenadas o desviadas por los continentes, su capacidad para transportar calor supera a la de la atmósfera. Por lo tanto, su influencia en el clima terrestre es de gran importancia.
Corrientes Oceánicas Superficiales
Las corrientes oceánicas superficiales recorren la zona central de los grandes océanos. Su trayectoria está determinada por el giro del viento alrededor de los anticiclones. Este giro es iniciado por los vientos alisios, que soplan de este a oeste, arrastrando las aguas oceánicas en esa dirección. Este movimiento también desplaza las nubes y las precipitaciones hacia el oeste.
Al alcanzar la costa oeste de los continentes, las corrientes retornan a su lugar de origen, formando las corrientes de deriva del oeste. Estas corrientes, al llegar a las costas orientales, se desvían en dos direcciones: hacia latitudes más altas y hacia zonas tropicales y ecuatoriales.
En la zona ecuatorial, a menudo se forma la contracorriente ecuatorial, que fluye de oeste a este entre los giros anticiclónicos de los hemisferios norte y sur.
Algunas corrientes importantes son las corrientes frías del Polo Norte, que fluyen paralelas a las costas occidentales. La corriente del Labrador llega a las costas de Terranova, mientras que la corriente de Groenlandia proviene del océano Glacial Ártico.
Corrientes Oceánicas Profundas
La densidad del agua aumenta cuando está más fría y/o más salada. Esta diferencia de densidad impulsa la circulación termohalina, un sistema de corrientes verticales. El agua superficial más densa tiende a hundirse, lo que provoca que el agua del fondo ascienda para ocupar su lugar.
Si hay un aporte de agua dulce en la superficie, la densidad del agua disminuye y no puede hundirse. Sin embargo, cuando se produce un enfriamiento superficial y la evaporación supera a la precipitación, la salinidad aumenta. Como resultado, el agua se vuelve más densa y se hunde hasta el fondo.