Don Quijote y los Duques: Aventuras y Engaños en el Palacio Ducal

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El Encuentro con los Duques

Después de lo hecho, se marcharon del río, pensando cada cual en sus cosas; don Quijote, claro está, en Dulcinea.

Al día siguiente de esta aventura, mientras don Quijote y Sancho proseguían su camino, encontraron a una Duquesa y a un Duque. Don Quijote les presentó su deseo e intención de servirles en cuanto fuese necesario. La Duquesa y el Duque habían reconocido al hidalgo, ya que habían leído con anterioridad la primera parte de El Quijote.

Don Quijote y Sancho acompañaron a los Duques hacia su castillo, pues ambos eran lectores de libros de caballerías y deseaban pasar unos días con don Quijote.

La Estancia en el Palacio Ducal

La llegada y el recibimiento

Antes de que don Quijote llegara al palacio, los Duques se habían adelantado para explicar a los criados cómo debían tratar al caballero. En cuanto don Quijote llegó a la residencia de los Duques, se dio cuenta de que realmente era un caballero famoso, ya que todos le trataban de una manera totalmente caballeresca. Sin embargo, don Quijote no percibió que, en realidad, le estaban tomando el pelo.

La cena y la discusión cortés

Después de que las doncellas le hubiesen quitado las armaduras a don Quijote, todos se dispusieron a cenar. En ese momento, se produjo una discusión cortés entre el Duque y don Quijote acerca de quién debía presidir la mesa. Finalmente, fue don Quijote quien la presidió. Entonces, Sancho contó una historia mediante la cual avergonzó a don Quijote por su posición. Para evitar el apuro del hidalgo, la Duquesa se vio obligada a preguntarle acerca de Dulcinea.

La intervención del cura

En ese momento, el cura que acompañaba a los Duques, don Quijote y Sancho, se dio cuenta de quién era el caballero sentado a la mesa junto a ellos y comenzó a insultar a don Quijote, tildándolo de loco y de tener la cabeza llena de tonterías y chorradas. Le aconsejó que se fuese a su casa y dejase de hacer el ridículo.

Defensa de la Caballería y Promesas

El discurso de don Quijote

Don Quijote, al ver que quien le insultaba era un clérigo, únicamente le contradijo, pronunciando un discurso en defensa de la caballería andante tan elocuente que consiguió que Sancho se emocionara y diera muestras de disfrutar escuchando a su amo.

Las promesas y la crítica del cura

Después de ese discurso, el cura le preguntó a Sancho si realmente era Sancho Panza. Para probarlo, Sancho contestó con una retahíla de refranes, propia de su personalidad. En ese momento, el Duque le dijo a Sancho que le concedería el gobierno de la ínsula que le había prometido don Quijote. Sancho, al oír esto, se volvió loco de alegría. El cura, a su vez, criticó que los Duques, supuestamente cuerdos, permitieran que Sancho y don Quijote siguiesen en su locura y no hicieran nada por impedirlo. El clérigo añadió, además, que él se quedaría allí hasta que don Quijote y Sancho se marcharan.

Las Primeras Burlas y la Verdad de Dulcinea

La broma del lavado de cara

Después de cenar, aparecieron unas doncellas que comenzaron a lavarle la cara a don Quijote, quien pensó que era la costumbre del lugar. Al poco tiempo, las doncellas que le lavaban la cara fingieron quedarse sin agua, culminando así la primera broma que le gastaron al hidalgo. Los Duques, al ver esto, se rieron ostensiblemente, pero para que el caballero no se diese cuenta de la burla, se lavaron también ellos la cara.

La conversación sobre Dulcinea

Después de esto, se retiraron don Quijote y la Duquesa, quien le preguntó al caballero si Dulcinea existía realmente o si era fruto de su imaginación. Don Quijote le respondió que la existencia de Dulcinea no era algo que mereciera discutirse, pero que dentro de él mismo estaba, y con eso bastaba. Explicó también que si Sancho había visto a Dulcinea mal vestida, era por causa de los encantadores, quienes, al no poder perjudicar a don Quijote directamente, lo intentaban a través de Dulcinea.

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