Don Quijote y Sancho: Peripecias con Maese Pedro, el Rebuzno y la Aventura del Ebro
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Las Peripecias de Don Quijote y Sancho: Del Rebuzno a las Aceñas del Ebro
En realidad, Maese Pedro era Ginés de Pasamonte, uno de los galeotes a los que don Quijote había liberado en anteriores aventuras. Ginés se había hecho titiritero y se ganaba la vida yendo por los pueblos; pero antes de entrar en cada pueblo, se enteraba de cosas recientes que habían pasado y así fingía que el mono era adivino. Antes de entrar en la venta, había reconocido a don Quijote y así se pudo ganar la confianza de los que se encontraban en la venta.
El Escuadrón del Rebuzno y la Sabiduría Quijotesca
Cuando don Quijote se marchó de la venta, se encontró al escuadrón del rebuzno, que iba armado en busca de sus burladores. Don Quijote, para evitar una tonta batalla, les dijo a los del rebuzno que en este mundo solo había cuatro razones por las cuales había que empuñar las armas para pelear, y se las nombró:
- En defensa de la fe católica.
- En defensa de su propia vida.
- En defensa de la honra, la familia y la hacienda.
- O en servicio de su rey.
Ya estaban totalmente convencidos de dejar las armas cuando Sancho dijo que tampoco se debían enfadar tanto por un rebuzno, ya que él, cuando era pequeño, rebuznaba tan bien que todos los asnos de su pueblo le respondían. Y entonces Sancho emitió un fuerte rebuzno, y uno de los del pueblo, pensando que se estaba burlando, le tiró del asno y comenzaron a apedrear a Sancho y a don Quijote, que había salido en su ayuda. Después de ser apedreados, Sancho y don Quijote salieron corriendo de cerca de los del pueblo del rebuzno.
Disputas y Desencantos en el Camino
Cuando don Quijote y Sancho se dieron cuenta de que no les seguían, se pararon, y don Quijote le reprochó a Sancho el que se hubiera puesto a rebuznar, ya que estaba claro que con eso iba a conseguir que se enfadaran. Sancho le reprochó a su vez a don Quijote el que se hubiera ido, ya que nunca había visto a un caballero que dejara a su escudero atrás viendo cómo le apaleaban. Don Quijote respondió que en la historia otros muchos caballeros habían esperado otro momento para atacar mientras su escudero luchaba contra una multitud.
Continuaron su camino para más tarde parar en una alameda a pasar la noche. Por el camino, Sancho le dijo a don Quijote que haría mejor yéndose a su casa, ya que, además de no ganar nada, las deudas de don Quijote hacia él mismo comenzaban a no pagarse nunca. Don Quijote, al oír esto, comenzó a insultar a Sancho diciéndole que era un asno y que nunca podría hacer nada para remediarlo; según don Quijote, lo único que tendría que hacer Sancho sería admitir lo bestia que era. Sancho, al oír esto, se echó a llorar admitiendo que era un asno sin remedio.
Entraron en la alameda y pasaron allí la noche. Al día siguiente, prosiguieron su camino hacia Zaragoza.
La Aventura del Barco Encantado en el Río Ebro
A los dos días llegaron a la orilla del río Ebro, donde don Quijote vio un barco sin remos ni velas amarrado a la orilla. Don Quijote pensó que era una nueva aventura y que debía montarse en el barco e ir a rescatar a un caballero. A pesar de que Sancho le avisó que el barco era de unos pescadores, don Quijote no le hizo caso y se montaron ambos en la barca.
El Incidente de las Aceñas
Una corriente les llevó hacia unas grandes aceñas que había en la mitad del río. Los molineros, que vieron cómo don Quijote y Sancho se iban sobre las ruedas de las aceñas, les tiraron de la barca con unos palos, yendo luego los molineros detrás de don Quijote y Sancho para evitar que se ahogaran.
Después de esto, los molineros le pidieron a don Quijote que les pagara los daños; don Quijote les dijo que lo haría con la condición de que liberaran al caballero que tenían prisionero. Los molineros, al no entenderle, le pidieron el dinero a Sancho, el cual se los dio sin ningún problema.
Don Quijote y Sancho, viendo que esa aventura estaba reservada para otros caballeros, se marcharon del lugar volviendo a su camino hacia Zaragoza.