Economía Mundial en el Siglo XX: Impacto y Consecuencias de la Primera Guerra Mundial
La Economía Mundial en el Siglo XX: La Primera Guerra Mundial y su Legado
5.1. La Guerra y su Legado
La Primera Guerra Mundial (julio de 1914 - noviembre de 1918) marca la gran división entre los siglos XIX y XX. Tras la guerra, el deseado regreso a la normalidad fue imposible debido a las distorsiones que la guerra había provocado en la producción y en el comercio. El retorno al patrón oro fue difícil y supuso un funcionamiento deficiente del sistema de pagos internacional. Por otro lado, la guerra supuso el fin de la supremacía europea en el mundo.
5.1.1. Los Orígenes del Enfrentamiento Armado
Las causas de la guerra fueron tanto políticas como económicas. El enfrentamiento principal se produjo por el asalto de los productos alemanes a la anterior supremacía británica, mientras que Francia y Gran Bretaña rivalizaban por cuestiones coloniales y de poder.
Esta serie de rivalidades cruzadas dio lugar a la creación de dos bandos que entraron en conflicto: los Imperios Centrales (el alemán y el austrohúngaro), que contaron con la ayuda de Turquía y Bulgaria, y por otro lado, la Triple Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia).
A pesar de que el conflicto se evitó en tres ocasiones en las que parecía inminente, no pudo evitarse tras el asesinato del príncipe heredero de Austria-Hungría en Sarajevo por parte de un terrorista nacionalista serbio el 28 de junio de 1914. El magnicidio provocó la declaración de guerra de Austria a Serbia.
5.1.2. Características de la Guerra
La Primera Guerra Mundial fue una guerra diferente a las anteriores. En primer lugar, hay que tener en cuenta que fue la primera guerra industrial.
La segunda característica es la importancia de la economía. Los problemas económicos inherentes a la guerra eran dos: la financiación y el abastecimiento. El primero tendría fuertes consecuencias, aunque no se pusieron de manifiesto hasta después del conflicto. El abastecimiento fue la principal preocupación durante la guerra: el abastecimiento propio de armamento y de alimentos y, a la vez, la obstaculización del abastecimiento del enemigo. La preocupación por ello obligó a una creciente intervención del gobierno en la economía para incrementar la producción de armamento y de medios de transporte, y también al racionamiento. En cambio, la oportunidad de la demanda militar posibilitó importantes mejoras tanto en los productos como en la productividad.
Aún más importante fue la movilización social ocasionada por la guerra: la retención de parte de la población masculina comportó el inicio del trabajo femenino masivo en labores reservadas tradicionalmente a los hombres, como son la mecánica o la conducción de vehículos.
La guerra acabó hundiendo a los imperios, debilitados por la hambruna: la Rusia zarista fue liquidada por la revolución de 1917 y, un año después, varias insurrecciones nacionalistas y obreras provocaron la huida de los emperadores, seguida de una demanda de paz.
Los intentos revolucionarios y el miedo a otras revoluciones semejantes a la rusa, hizo que los vencedores mantuvieran la organización del ejército alemán. Por otro lado, que la derrota fuera económica y no política tuvo gran importancia futura: tanto en Alemania como en Austria se mantendría un fuerte partido militarista, convencido de la superioridad de sus ejércitos y dolido con los políticos. Esta situación tendría importantes consecuencias para la evolución de Alemania durante la posguerra y sería, junto con el malestar causado por las reparaciones de guerra, una de las bases del nazismo.
5.2. Las Consecuencias del Conflicto
Todos los combatientes habían entrado en guerra con la idea de que el enfrentamiento sería corto y los daños restringidos. Sin embargo, los daños directos fueron muy superiores: en total, fueron casi una cuarta parte de los beligerantes, dejando de lado las víctimas civiles.
Hay que tener en cuenta también que las pérdidas fueron muy desiguales: las zonas más dañadas fueron los campos de batalla y los territorios ocupados, con una gran destrucción de edificios, tierras, ganado, etc. Las zonas más devastadas fueron Bélgica y el norte de Francia, el noreste de Italia, Serbia y Polonia. En cambio, los países neutrales resultaron poco beneficiados.
La guerra sobrellevó un descenso de la importancia de la economía europea dentro de la economía mundial. De hecho, el comercio se retrajo tanto por la disminución de la oferta como debido a que en muchos países la guerra había estimulado industrias sustitutivas de importaciones y, además, los países más avanzados, como EE.UU. o Japón, habían ocupado una parte importante de los mercados europeos anteriores, sobre todo en América y en Asia.
Finalmente, el conflicto dejó un gran malestar social. El resultado fue la demanda de gobiernos más democráticos y de sociedades menos desiguales.
El principal problema al que se tuvo que enfrentar Europa en el momento de la reconstrucción era la falta de capital. A los capitales invertidos en la guerra y a las deudas pendientes se sumaba el desorden monetario derivado del abandono del patrón oro y, para los vencidos, el peso de las reparaciones. En parte, esta falta de capitales se debía a la forma en la que diversos países financiaron el conflicto.
5.2.1. La Financiación de la Guerra
La guerra se financió en todos los países mediante el aumento de impuestos, el endeudamiento del gobierno y la expoliación de los territorios ocupados, aunque en proporciones diferentes en cada país. De las tres maneras, la más importante por sus consecuencias posteriores fue el endeudamiento, que se concretaba principalmente en: la emisión de deuda pública interior, los préstamos exteriores y los avances del banco central a través de la emisión de billetes.
Todos los estados, incluso los neutrales, suspendieron la convertibilidad de billetes en circulación, ya que no la podían asegurar, y se paralizó así el patrón oro. De este modo, la moneda dejaba de ser real para convertirse en fiduciaria.
De hecho, la idea generalizada de que la guerra sería corta y el enemigo vencido pagaría los costes hizo que hubiera poca previsión financiera ante la guerra y cierta resistencia al aumento de impuestos.
El coste de la guerra y la forma de financiarla provocaron que, al llegar la paz, todos los países, a excepción de EE.UU., como consecuencia de la inflación, la unidad monetaria se había depreciado y no valía tanto como antes. Además, los problemas monetarios se complicaron tras el fin de la cooperación financiera entre los aliados y la demanda norteamericana de una rápida devolución de los créditos, pero sobre todo con la exigencia de reparaciones de guerra.
Aunque la suspensión del patrón oro había permitido a los gobiernos reservar el oro para pagar sus importaciones, muchos países no disponían de reservas suficientes, de modo que gran parte de las importaciones, sobre todo las de armamento, se hicieron a crédito. Sin embargo, tras finalizar la guerra, EE.UU. exigió el pago de las deudas.
Del total de la deuda interaliada, EE.UU. solo recuperó poco menos de la mitad (47%). Sin embargo, la deuda interaliada y las reparaciones fueron un factor de desorden monetario tras la guerra.
5.2.2. El Tratado de Versalles
Aunque se suele hablar del Tratado de Versalles como el acuerdo que puso fin a la guerra y que dictó las condiciones de paz, en realidad en Versalles solo se firmó la paz con Alemania. Se establecieron otros tratados con el resto de los países vencidos.
Francia pretendía que los vencidos, y en particular Alemania, pagaran todo el coste de la guerra, desde las destrucciones de edificios e instalaciones hasta los gastos militares e incluso los beneficios que las empresas habían dejado de producir como consecuencia de la guerra.
El pago se preveía a lo largo de 42 años, en parte en entregas hechas por el gobierno y en parte con un impuesto del 26% sobre el valor de las exportaciones alemanas, que cubría el doble objetivo de recaudar dinero y encarecer los productos alemanes en el exterior.
Cuando aún se estaba negociando la cantidad y las formas de pago de las reparaciones, J.M. Keynes ponía de relieve además el endeudamiento del estado, el sufrimiento del pueblo alemán durante la guerra, el empobrecimiento de la posguerra, el malestar social y el peligro de una revuelta bolchevique.
Alemania difirió tanto como pudo el pago de las reparaciones, hasta el punto que los aliados ocuparon dos veces parte del territorio para forzar al gobierno alemán a cumplir con los compromisos impuestos. El *Plan Dawes* (1924) intentó solucionar el problema. Este plan tenía varios aspectos relacionados:
- Una fuerte disminución de la cantidad que se debía pagar inmediatamente con un incremento progresivo, con la idea de que el crecimiento de la economía alemana permitiría hacer frente al aumento de las reparaciones.
- La creación de una agencia para controlar las finanzas alemanas y asegurar el cobro de las reparaciones.
- La concesión de un empréstito internacional que tenía que permitir el retorno de la moneda alemana al patrón oro.
Tras la crisis de 1929, se volvieron a suavizar las condiciones de pago y, al año siguiente, el presidente de EE.UU. declaró una moratoria sobre las indemnizaciones de guerra, que de hecho dejaron de ser reclamadas. Alemania logró evitar el pago de las reparaciones mediante una serie de maniobras económicas y políticas que le permitieron aplazar gran parte de los pagos hasta que se abandonó la exigencia de las reparaciones.
5.3. Los Problemas Monetarios
5.3.1. Cuestiones Generales
El sistema monetario anterior a la guerra tenía dos bases: el compromiso de los gobiernos de convertir sus monedas en cantidades fijas de oro y la libertad de los individuos de importar o exportar oro según su conveniencia. La guerra cambió de golpe esta situación. Todos los países beligerantes, y los neutrales, vieron disminuir sus reservas de oro mientras aumentaba la cantidad de dinero en circulación, de modo que la moneda se convirtió en fiduciaria no solo porque los estados suspendieron la conversión de los billetes en oro durante la guerra, sino también porque tras el conflicto no disponían de suficiente oro para asegurar la convertibilidad de los billetes.
Tras la guerra, la idea predominante entre los gobernantes era la necesidad de volver lo más rápido posible al patrón oro, considerado motor de la economía internacional. De hecho, a pesar del deseo de varios países de volver al patrón oro, tras la guerra se estableció un sistema de libre cotización de las monedas en los mercados internacionales.
Las diferentes situaciones de cada país, las diferentes políticas monetarias y las perspectivas de futuro crearon grandes fluctuaciones en el valor de las monedas y fuertes movimientos especulativos, sin prácticamente intervención ni de los gobiernos ni de los bancos centrales.
El desorden monetario tuvo varias causas: el desconocimiento de la situación real de cada moneda, la repentina retirada del crédito por parte de EE.UU., la exigencia de reparaciones, etc.
El retorno al patrón oro se planteó en la conferencia de Génova en 1922. La conferencia reconoció que el oro disponible era insuficiente para asegurar el funcionamiento del patrón en las condiciones anteriores a la guerra y, por lo tanto, la circulación de oro sufrió una doble restricción: los billetes solo eran convertibles en grandes cantidades, de modo que el oro quedaba reservado a las transacciones entre los grandes bancos y, además, las reservas de los países secundarios podrían ser oro o divisas convertibles en oro.
Las posibles vías para volver al patrón oro eran dos: recuperar la paridad oro anterior a la guerra o fijar una nueva paridad ajustada a la realidad monetaria de cada país.
5.3.2. La Hiperinflación Alemana
La hiperinflación alemana fue la más elevada y la que tuvo más consecuencias para la economía mundial. Al finalizar la guerra, el valor del marco alemán era de 1/10 de su valor anterior. Sin embargo, hacia 1923 sufrió una pérdida brutal y constante de valor, llegando a ser una billonésima parte (1/1012) de marco de oro.
Se atribuyen varias causas a esta superinflación:
- La hiperinflación se originó en el descenso de la cotización del marco en el mercado exterior de cambios a causa de la abundancia de la oferta como consecuencia del pago de las reparaciones y del déficit de la balanza comercial.
- Esto desencadena un círculo vicioso, ya que la depreciación de la moneda encarece las importaciones e incrementa los precios interiores, lo cual haría crecer el coste de los bienes y servicios adquiridos por el sector público más rápido que sus ingresos, de modo que el gobierno se veía obligado a recurrir al crédito en forma de emisión de billetes, con el consiguiente crecimiento de la masa monetaria, mayor depreciación del marco, etc.
- La hiperinflación radicó en la falta de voluntad y de consenso para equilibrar el presupuesto, tanto incrementando los impuestos como disminuyendo los gastos. El déficit presupuestario era cubierto mediante préstamos del banco central al gobierno en forma de emisión de billetes, que provocan inflación en el interior y un descenso de la tasa de cambio del marco en el exterior.
También hay que tener en cuenta que la inflación había resultado beneficiosa en un primer momento: el descenso real de los precios alemanes en el exterior había permitido aumentar las exportaciones y con ellas la producción y el empleo.
Ante el retraso de Alemania en el pago de las reparaciones y la poca disposición del gobierno a resolverlo, Francia y Bélgica decidieron cobrar en especie (especialmente carbón). Aun así, el gobierno alemán tuvo que hacer frente a los pagos mediante el recurso de la máquina de imprimir billetes, aumentando así la inflación. En estas condiciones, la situación se hizo insostenible para todos: Francia y Bélgica, en vez de beneficios, se enfrentaban a gastos de una ocupación inútil y el gobierno alemán no podía sostener la situación. A pesar de que el gobierno manifestó que no haría efectivo ningún pago hasta después de haber logrado la estabilización monetaria, los empresarios aceptaron lo que de hecho representaba una moratoria de aproximadamente un año en los pagos.
Fue entonces cuando el gobierno fijó la tasa de cambio del marco en 4.200 millones de marcos el dólar. El compromiso de mantener la tasa de cambio del marco se expresa mediante una moneda nueva, la denominada Rentenmark (marco renta). Este hecho significaba volver a la paridad anterior a la guerra, pero partiendo de cero y sin el apoyo oro para la nueva moneda.
El Rentenmark solo fue considerado una solución transitoria. El *Plan Dawes* permitió la estabilización definitiva.
EE.UU. aceptó vincular el problema de la deuda interaliada a las reparaciones, suavizando las exigencias. Esto permitió volver al patrón oro a través de una moneda nueva, el Reichsmark, con el mismo valor que el antiguo marco oro.
5.3.3. La Opción Británica: Ortodoxia y Deflación
Los estadistas y financieros británicos tenían como prioridad principal recuperar el papel de Londres como centro económico internacional. Para ello, consideraban imprescindible el retorno a la paridad oro de la libra esterlina anterior a la guerra.
Para volver a la paridad oro tradicional requería reducir la circulación monetaria hasta recuperar la relación entre oro y moneda circulante existente antes de la guerra. En definitiva, la política de retorno al patrón oro generó un gran malestar social, que se tradujo en la huelga general de 1926 durante la cual, el país rozó una situación próxima a la guerra civil.
La preferencia dada a la política monetaria había dificultado la recuperación de la economía y tampoco ayudaba a la recuperación de la industria y de las exportaciones el alto tipo de interés necesario para mantener la paridad de la libra.
A pesar del retorno a la paridad de preguerra, Londres no recuperó la primacía financiera, que se había trasladado a Nueva York. En cambio, tal y como Keynes había pronosticado, la restauración monetaria fue muy costosa para la economía británica: las exportaciones disminuyeron y pusieron en apuros o provocaron la quiebra de muchas industrias, además de incrementar el paro.
5.3.4. Las Dificultades Francesas: Inflación y Devaluación
La política monetaria francesa fue casi la inversa que la británica. El franco volvió al patrón oro en 1926 con una paridad de una quinta parte del valor anterior a la guerra. Esta fuerte depreciación del franco se debió a la situación en la que se encontraba Francia tras la guerra: la cantidad de moneda en circulación había aumentado mucho (el estado estaba fuertemente endeudado con el Banco de Francia al igual que con el exterior).
La salida menos traumática era continuar emitiendo billetes, generando por lo tanto inflación.
Al contrario de lo que sucedía con la libra, la baja cotización del franco y el comportamiento posterior de la economía francesa pronto hizo pensar que la paridad oro del franco se había fijado demasiado baja y, por lo tanto, el franco estaba infravalorado. Por tanto, si el franco estaba devaluado y otras monedas, como la libra, sobrevaloradas, se podían obtener beneficios acumulando francos.
A pesar de que el gobierno francés habría podido revaluar el franco, prefirió mantener la situación favorable que representaba el incremento de las exportaciones y la acumulación de oro. La especulación solo fue beneficiosa para la economía francesa.
5.4. Los Nuevos Países y sus Problemas
Los tratados de paz significaron una transformación del mapa político de Europa. Se crearon seis estados nuevos, y además las fronteras de muchos otros estados experimentaron cambios importantes.
En conjunto, los nuevos países formaban estados más o menos nacionales, aunque no unidades económicas. La ampliación del número de estados hizo crecer la extensión de las fronteras europeas y, a pesar de que los nuevos estados se habían constituido para dotar de poder político a las naciones sometidas y respondían a viejas aspiraciones de muchos pueblos, su consolidación no fue fácil por varias causas. Desde el punto de vista político, porque estos estados nacionales nacían tanto con una fuerte rivalidad exterior respecto del anterior poder dominante (Rusia, Alemania, Austria) como con una rivalidad entre ellos.
Los problemas económicos derivaron del fin de las relaciones económicas largamente establecidas entre los imperios anteriores y de la emigración de los mercados interiores resultantes en un momento de fuerte proteccionismo.
En su conjunto, los nuevos países eran economías básicamente agrarias. En este contexto, las políticas de reforma agraria posteriores a la Primera Guerra Mundial afectaron al 28% del territorio europeo y al 36% de la población.
En definitiva, las reformas agrarias fueron viables cuando se realizaron con criterios económicos y no lo fueron cuando predominaron criterios sociales o intereses políticos. Las reformas también han sido acusadas de mantener una agricultura familiar de autoabastecimiento, atrasada, en vez de una agricultura comercial moderna.