La Edad Media: Alta y Plena Edad Media

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Edad Media Intro: Cronología

La Edad Media comprende casi mil años, desde 476, año que señala la disolución del Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma, hasta 1453, año de la disolución del Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, pero año también de la imprenta de Gutenberg. Como ves, esta vez es la política el elemento que acota el tiempo de una edad histórica. La Edad Media que solemos estudiar los occidentales se divide en tres tiempos (alta, media y baja) y tres culturas monoteístas (Cristiandad Occidental: Europa Occidental y Central, Cristiandad Oriental: Bizancio; y el Islam).

1. Alta Edad Media (datación: 476-1.000)

Cristiandad Oriental o Bizancio: El Medievo antiguo fue el tiempo grande del Imperio Romano de Oriente, más conocido como Bizancio, que giraba en torno a la ciudad fundada por el emperador Constantino, Constantinopla. Bizancio nos ha dejado vestigios de una cultura cortesana sumamente ostentosa: joyas, púrpura, bordados, mosaicos dorados. Para estudiar la indumentaria observamos principalmente los retratos cortesanos del Justiniano y la emperatriz Teodora, espectaculares mosaicos incrustados en las paredes del templo de San Vital en Rávena (Italia). Las prendas de vestir ya las conocemos, pues son las mismas que se vestían en los siglos finales de la gran Roma, una mezcla de indumentos drapeados (palios, clámides) y prendas de raigambre bárbara (pantalones, túnicas de manga larga, casullas). Bizancio sufrió su decadencia en la segunda mitad de la Alta Edad Media, debilitada tanto por el empuje del Islam, que le arrebata sus dominios, como por una larguísima guerra interna en la que se enfrentan dinastías pero también motivaciones artístico-religiosas (“Querella Iconoclasta”).

Cristiandad Occidental: Mientras Bizancio y su fastuosa ciudad en el Bósforo experimentan el esplendor urbano, Europa Occidental y Central se ruralizaban. La figura histórica más recordada de este tiempo y lugar es Carlomagno. Se conservan restos de sus sudario teñido de púrpura y oro, una manufactura bizantina.

Islam: Frente a la Cristiandad, entre los siglos VII y X, una nueva y pujante cultura religiosa se expande por los territorios del Creciente Fértil y las antiguas provincias africanas del Imperio Romano: el Islam. En contraste con la Europa rural, el Islam es un fenómeno esencialmente urbano: Damasco, Bagdad, Cairuán (Túnez) y Córdoba fueron sus bastiones en la Alta Edad Media. Recordamos sus mezquitas hipóstilas, el arte del entrelazo, capaz de decorar lo pequeño y lo grande, y su presencia en la Península Ibérica. No es posible conocer la indumentaria islámica de estos siglos porque el arte islámico es iconoclasta en extremo, no elabora figuraciones de los dioses y rara vez de los humanos.

2. Plena Edad Media (datación: 1.000 a 1.200)

Cristiandad Occidental: El desarrollo de la cultura románica coincide con la recuperación política y económica de Occidente, ya que por un lado (el Este) Bizancio ha dejado de ser poderosa, y por el otro (el Sur), el Islam comienza a ser eficazmente controlado por los reinos cristianos peninsulares. En esta Europa que ha recuperado la confianza en su porvenir, se abren las rutas peregrinas y se emprenden suicidas e ingenuas campañas bélicas contra los “infieles”, las famosas cruzadas. El románico presenta una cultura extrañamente homogénea, casi tanto como la antigua cultura clásica homogeneizada por el Imperio Romano. No solo encontramos homogeneidad en los templos, monasterios y castillos, en todos ellos arcos de medio punto, motivos decorativos geométricos y figuración abstraizante, sino también en la indumentaria, caracterizada por el uso de túnicas largas en los dos sexos.

Cristiandad Oriental (Bizancio): La Bizancio plenomedieval ha dejado más monumentos en Grecia que en Anatolia, generalmente monasterios y templos humildes. No eran sin embargo humildes sus emperadores cuando se vestían: pesados mantos de perlas cuelgan ahora de sus hombros (loros) y las coronas se han vuelto rígidas y pesadas.

Islam: El Islam peninsular convierte a Sevilla en capital de un efímero imperio (el almohade), de donde su famosa torre, la Giralda, pero luego se reduce a un pequeño sultanato o principado en torno a Granada, preservado hasta el final de la Edad Media como centro productor y exportador de tejidos maravillosos.

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