Educación y Formación: Interrelación y Aprendizaje en Adultos

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La Educación

La educación es toda influencia que el ser humano recibe del ámbito social, durante toda su existencia, para adaptarse y asimilar, de acuerdo con sus propias inclinaciones y predisposiciones, las normas y valores sociales vigentes y aceptados, de modo que su comportamiento se modifica y enriquece acorde con sus propios valores personales (Chiavenato, 1990).

Por tanto, la educación consiste en la preparación para la vida y por la vida; es un proceso de cambio permanente del individuo en todos sus aspectos, personales y profesionales, que no se circunscribe a una determinada edad.

La Formación

La formación es un esfuerzo sistemático y planificado para modificar o desarrollar el conocimiento, las técnicas y las actitudes a través de la experiencia de aprendizaje y conseguir la actuación adecuada en una actividad o rango de actividades, con el propósito de capacitar a un individuo para que pueda realizar convenientemente una tarea o trabajo dados (Buckley, 1991).

También se define como una metodología sistemática y planificada, destinada a mejorar las competencias técnicas y profesionales de las personas en el trabajo, a enriquecer sus conocimientos, a desarrollar sus aptitudes y a la mejora de sus capacidades (Solé y Vallhonesta, 1994).

La Interrelación entre Educación y Formación

La educación y formación son conceptos interrelacionados, de modo que esta última es un componente de la educación. Existe una influencia recíproca entre ambas, ya que a medida que la educación de un individuo sea mayor y mejor, más desarrollada estará su capacidad para asimilar y desarrollar conocimientos, técnicas y valores y, por tanto, más efectiva será la formación que se le imparta, mientras que, a la inversa, la formación dada afecta a la educación, que al aumentar, puede ayudar a mejorar en situaciones posteriores de aprendizaje.

El Aprendizaje de las Personas Adultas

Experiencia acumulada: los adultos llevan consigo una enorme carga de información y conocimientos. Todo ello hace que su aprendizaje funcione mejor cuando pueden relacionar lo nuevo con lo ya conocido y que forma parte de su experiencia.

Las motivaciones e intereses de los adultos para el aprendizaje son diferentes a otros grupos de edad: desaparece en ellos la curiosidad por descubrir lo desconocido, preocupándose por estar a la altura del entorno profesional y de desarrollo, para evitar quedarse desfasados; tienen un gran interés por la promoción en el trabajo. De modo que serán más receptivos a la formación cuando ésta responda a estas motivaciones.

El adulto tiende a resistirse y suele mantener conductas defensivas: a la hora de cambiar sus hábitos de comportamiento y sus estructuras mentales, debido a la dependencia que tiene respecto a los hábitos ya adquiridos como válidos y efectivos para ellos, aspecto que dificulta el desarrollo de la innovación y la creatividad.

La merma de capacidades para el aprendizaje de ciertos contenidos: debido al envejecimiento físico como consecuencia de la edad, se compensa con la experiencia y hábitos de comportamiento que facilitan el aprendizaje. Esto hace que se valore en exceso el aprendizaje práctico, frente a aquel basado en teoría.

El adulto exige que se le trate con consideración y respeto y se le reconozca su capacidad para responsabilizarse de su propio aprendizaje: se resistirá cuando se le sitúe en condiciones poco congruentes con el concepto que tiene de sí mismo.

El aprendizaje de adultos es más eficiente cuando la formación se imparte utilizando una metodología activa, participativa, grupal, individualizada y con apoyo de medios audiovisuales.

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