La educación como práctica humana: una relación de ayuda asimétrica
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La educación como práctica humana
Desde los orígenes de la filosofía, la actividad humana se desplegaba en dos líneas: la Poiesis, que se corresponde con el “to make” y consiste en la producción o fabricación de objetos; y la Praxis, que se corresponde con el “to do” e implica la realización por el sujeto de algo externo a sí mismo, cuyo efecto no es en sí una realidad material, sino algo que de algún modo queda en el propio sujeto y le perfecciona.
La educación como Praxis
La educación es un tipo de práctica que se corresponde con la Praxis. Se orienta a promover el desarrollo del ser humano en toda su plenitud, perfeccionando no solo al beneficiario, que es el educando, sino también al educador.
La educación como relación de ayuda asimétrica
Mediante la actividad educativa se establece una vinculación, una dependencia y una influencia recíproca entre los agentes educativos, una relación de ayuda entre educador y educando.
Características de la relación de ayuda asimétrica
Estas relaciones son de tipo asimétrico porque en ellas educador y educando no se sitúan en un plano de igualdad desde un punto de vista formativo. El educando se sitúa como dependiente pedagógicamente del educador. Cuatro son las consecuencias de esta relación de ayuda asimétrica:
La comunicación
La actividad educativa genera un proceso de comunicación, con un emisor, un receptor, un contexto y un mensaje.
La confianza
La relación educativa debe generar siempre confianza en los destinatarios. Se trata de la confianza que los que no son especialistas en una materia depositan en el profesional para beneficiarse de sus mayores conocimientos y experiencias en ese ámbito.
La vulnerabilidad
El profesional educativo debe interferir positivamente en el desarrollo personal del educando para que éste cambie a mejor, pero es posible que este profesional falle, ya sea de forma voluntaria o involuntaria. Para evitar estos fallos existen los códigos deontológicos.
La autoridad
Es un rasgo del carácter y nace de la mezcla entre las cualidades innatas (el temperamento) y su modulación por el saber adquirido y la capacidad de dominio de uno mismo. No hay que identificar autoridad y potestad. La autoridad es el saber socialmente reconocido, se funda por lo tanto en el saber y por ello es de índole intelectual; el que tiene autoridad sabe. En cambio, la potestad es el poder socialmente reconocido, se funda en la fuerza y por lo tanto, tiene un carácter volitivo, es decir, del querer, no intelectual; en consecuencia, el que tiene potestad manda.
No obstante, en el ámbito educativo, autoridad y poder (poder en el sentido de reclamar atención, respeto y obediencia) deben unificarse en la persona del educador. El educador debe ser capaz de dar consejos y órdenes y de exigir su cumplimiento sin imponerse. Conforme aumenta la edad y madurez de los educandos, la potestad va decreciendo en importancia e incrementándose la autoridad.