La Elegía Romana: Sentimiento, Métrica y el Destierro de Ovidio

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La Elegía Romana: Origen, Evolución y Características

El término elegía evoca en la actualidad un tipo de poesía de asunto triste, pero en la literatura romana no siempre tuvo ese contenido. Lo que verdaderamente caracteriza a la elegía romana y la hace original es la expresión de sentimientos personales e incluso autobiográficos.

El amor ocupa una parte importante de ese contenido. El poeta elegíaco narra con frecuencia su propia experiencia amorosa, que en algunos casos es desgraciada. De ahí que el dolor y el sufrimiento estén también presentes en la elegía.

Contrastes: La Elegía Griega

En Grecia, la elegía tuvo un carácter menos personal y más objetivo. En su origen era un canto de lamentación fúnebre, pero después dio cabida a temas muy diversos:

  • Exhortaciones al combate.
  • Normas de comportamiento político.
  • Narraciones mitológicas de contenido amoroso (ya en época helenística).

Los poetas alejandrinos del siglo III a. C. componen elegías de tema amoroso, pero no personal. Este tipo de elegías pasa a Roma con los poetas neotéricos: la “Cabellera de Berenice” de Catulo, escrito en dísticos elegíacos, constituye el modelo exacto de lo que era la elegía alejandrina.

En Roma encontramos una elegía predominantemente subjetiva y amorosa, aunque con restos de esos elementos presentes en la elegía griega, en la que tiene su origen.

La Métrica Definitoria: El Dístico Elegíaco

Lo que verdaderamente definía a la poesía elegíaca, tanto griega como romana, y le prestaba unidad como género (o subgénero) literario por encima de la diversidad de temas era, indudablemente, su **métrica**: la combinación del hexámetro y del pentámetro dactílicos, que constituye una pequeña estrofa, típica de la elegía, llamada **dístico elegíaco**.

Ovidio (43 a. C. – 18 d. C.): Vida y Exilio

Ovidio tuvo que salir de Roma y marcharse al exilio porque sus obras amorosas no fueron bien acogidas por el emperador Augusto. Al parecer, el poeta se había visto envuelto en un episodio un tanto escabroso en relación con los adulterios de Julia, la nieta de Augusto, que fue desterrada también en el año 8 d. C., casi al tiempo que el poeta.

Desde el exilio, Ovidio lo intentó todo: pidió perdón, invocó clemencia y reconoció sus errores. Su corazón se quedó siempre en Roma, aunque acabó sus días en Tigris, en el Mar Negro.

La obra de Ovidio es abundante y densa y no siempre fácil de clasificar.

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