Émile Zola: El inventor de la novela moderna
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Émile Zola
Nació en París en 1840, hijo de padre italiano, antiguo oficial de artillería y posteriormente ingeniero civil que trasladó su residencia a Marsella. En 1858, la viuda del ingeniero se trasladó a París en busca de mejores perspectivas económicas; allí Émile se empleó, por poco tiempo, en una oficina de aduanas. En 1862 entró a formar parte de los empleados de la Editorial Hachette como empaquetador de libros. Esta humilde colocación supuso, sin embargo, el primer paso de su carrera literaria.
La afición poética de Zola se tradujo en una prolífica creatividad y en la osadía de hacer llegar a la mesa de su patrón uno de sus poemas. Se dice que aquél, halagado por tener un poeta entre sus empleados, aunque no le concedió el premio de publicarle, le trasladó, con un aumento de sueldo, al servicio de prensa donde el novel poeta conoció a personalidades de la talla de Taine y de Renan.
Desde entonces, Zola se planteó su futuro literario en términos profesionales: en 1864 vio publicados sus Cuentos a Ninan, claramente influidos por Musset. En 1868, con veintiocho años, publicó Teresa Raquin.
La moral es definida por Zola como la búsqueda de las causas y su propósito de actuar sobre ellas. Conviene señalar que su intención moralizadora compromete a los legisladores, a los cuales pasa el testigo de realizar lo necesario para intervenir y modificar la realidad.
El autor que se consideró a sí mismo el inventor y la conciencia de la novela moderna mereció una gran consideración de parte de sus contemporáneos, entre quienes disfrutó de una popularidad sólo comparable a la de Víctor Hugo. Anatole France subrayó también la grandeza del hombre, ante su tumba, el 5 de octubre de 1902, afirmando: “Zola significa un momento de la conciencia humana”.