Eneas en el Averno: Un Viaje Épico al Inframundo y la Predestinación Romana
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Eneas en el Averno: Un Viaje Épico
Al cruzar la laguna, un nuevo peligro los acecha. El terror se apodera del héroe cuando el perro Cerbero se abalanza sobre él. La Sibila, prevenida, lanza un pastel impregnado de adormidera, y el animal se duerme. Es el momento de adentrarse en el Averno.
Encuentro con las Almas en Pena
En primer lugar, divisarán a Minos, quien juzga a los muertos. A continuación, verán la región del llanto y la aflicción, donde los desdichados por amor sufren eternamente. Allí Eneas se reencuentra con Dido. El troyano le habla, conmocionado ante su triste visión que reabre la herida de amor en su pecho, pero la reina gira la cara, con aire airado puesto que continúa odiándolo.
La Encrucijada del Destino
Finalmente, una encrucijada de caminos divide el terreno. Uno de ellos conduce a la morada de los desventurados, aquellos que merecen el castigo eterno por su impía vida. Oyen ruidos de cadenas y aullidos. Se trata de un sonido terrorífico. El otro, conduce propiamente a la morada de los bienaventurados, a ese lugar a dónde se dirigen.
Visión de la Gloria Romana en los Campos Elíseos
En los Campos Elíseos se encontraban los que habían llevado una vida virtuosa. Su padre, Anquises, lanza un grito de alegría al verlo. Eneas llora emocionado e intenta abrazarlo, pero sus brazos se escurren a través de su cuerpo inmaterial. Anquises le mostrará a su estirpe, lo que enorgullece al héroe. Aquellas eran las almas de sus descendientes, que un día llevarán a Roma la gloria. También le mostrará su futuro matrimonio con una princesa italiana llamada Lavinia. Entre todos los descendientes brilla uno: el excelso emperador, Octavio César Augusto.
El Destino de Eneas y la Guerra en Italia
Ahora Eneas es más consciente de su destino, sabe a dónde debe ir, al territorio de los latinos, quienes a su vez ya conocían su llegada por los pronósticos. El rey, Latino, al que van a visitar sabe, puesto que lo ha vivido en sueños, que su hija se casará con un extranjero. Él había prometido la mano de Lavinia a Turno, el rey de los rútulos, pero cada vez que iba a celebrarse la boda las señales desaprobaban el matrimonio. Los extranjeros son bien recibidos. Sólo la reina, influenciada por Juno, sentirá aprensión hacia Eneas. Juno decide que lo mejor es avisar a Turno y éste se prepara para la batalla. Por su parte, Eneas ante la inminente guerra busca sus propios aliados y se dirige al territorio del rey Evandro, quien le presta su apoyo e incluso le pide que se alíe con los etruscos. Su propio hijo, Palante, lo acompañará a la batalla. Ambos se hacen amigos inseparables.