El Enigma de la Persona: Entre la Máscara y la Intimidad

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La persona: un intento de definición

Etimológicamente, el término persona procede de las voces latinas persona ('máscara que se pone el actor', 'personaje de un drama') y personare ('sonar con fuerza', 'resonar'). Estas, a su vez, derivan de la palabra griega prosopon ('máscara', 'papel para representar').

Además de su función práctica, la máscara tenía una función dramatúrgica: ocultar el rostro del actor y distorsionar su voz; de este modo se lograba que el espectador no viera ni oyera al actor, sino al personaje. En este sentido, la metáfora de la máscara muestra la capacidad del ser humano de distanciarse de sí mismo y, así, ser consciente de sí -yo soy yo-, de conocerse a sí mismo.

Esta autoconciencia nos permite, además, superar la propia subjetividad.

El desarrollo de la persona

En este sentido, estamos llamados a desarrollar, a perfeccionar al personaje que nos ha tocado encarnar. Mientras que la existencia de otros seres vivos está marcada por sus instintos, los seres humanos podemos marcarnos nuestras metas y decidir qué queremos hacer (dónde ir, qué estudios seguir, qué hacer con nuestra vida...). Dicho de otra manera: el ser humano es libre.

La razón y la libertad capacitan al ser humano para ser señor de sí mismo, administrador de su propia existencia. Solo él es, al tiempo, centro de su mundo (muchas veces, esto lo vive movido por su necesidad o interés) y excéntrico al mundo (ex- significa 'fuera de').

El ser humano tiene la capacidad de relativizarse o cuestionarse a sí mismo, de comportarse con altruismo o generosidad, pensando en el otro antes que en sí mismo.

La intimidad, el núcleo de la persona

Blaise Pascal expresaba esta intuición cuando señalaba que "el corazón tiene razones que la razón no comprende". Dar cuenta de lo humano no puede limitarse a lo que nuestra mente puede demostrar, a partir de principios indudables, como pretendían Descartes y el racionalismo del siglo XVII.

No somos seres matemáticos, frutos de teoremas, sino que hay algo más —lo que Pascal llama "corazón"—: un núcleo personal que llamamos intimidad.

El misterio de la intimidad

Es también una experiencia común el hecho de que no somos capaces de conocer en toda su profundidad la propia intimidad. Cada ser humano es un misterio para sí, hasta el punto de que quien se considera buen juez de sí mismo, suele acabar cayendo en la presunción.

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