Epistemología de David Hume: Grados de Certeza y el Principio de la Naturaleza

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Demostración: La Certeza en el Conocimiento

Podemos entender lo que pensamos de dos modos fundamentales:

  1. Conocimiento Abstracto y Demostración

    Comprendiendo la relación abstracta entre nuestras ideas, de manera que podamos asegurar de modo infalible que una es aplicable a la otra. La inferencia que se basa en este conocimiento es la demostración, característica de las ciencias formales como la aritmética y la geometría. Es lo que, en sentido propio, llamamos «conocer» o «saber» con certeza absoluta.

  2. Conocimiento Empírico y Creencia Probable

    Comprendiendo las relaciones entre objetos, de los que solo tenemos información por la experiencia, cuyo conocimiento es solo probable. En este caso, la inferencia no es infalible; solo nos proporciona una creencia más o menos fiable. Esta es la inferencia inductiva, propia de las ciencias que tratan de lo que sucede, de los hechos.

Prueba y los Niveles de Evidencia según Hume

David Hume distingue tres niveles de evidencia en su epistemología:

  • Conocimiento

    Es la seguridad que tenemos cuando comprendemos una conexión necesaria de ideas. Proporciona una certeza total, de carácter metafísico.

  • Prueba

    Es un argumento basado en la relación causa-efecto; es decir, inferir que se producirá un efecto a partir de la constatación de que se ha producido un hecho que sabemos por experiencia que es causa de ese efecto. La prueba nos otorga una certeza vital.

  • Probabilidad

    Es también un argumento inductivo, similar a la prueba, pero que nos proporciona un grado de evidencia inferior. La probabilidad genera una cierta inclinación a creer más en un hecho futuro que en otro.

La Noción de «Prueba» en Locke

En la filosofía de John Locke, el término «prueba» se aproxima a lo que Hume llama demostración: sería aquello que nos sirve para demostrar, el medio o idea que interviene en una demostración.

La Uniformidad de la Naturaleza: Un Supuesto Fundamental

Nuestro conocimiento de lo existente se fundamenta, en último término, en un supuesto crucial: el principio de uniformidad de la naturaleza. Creemos que la naturaleza actúa siempre obedeciendo regularidades que llamamos «leyes» de la naturaleza.

Sin embargo, nadie puede saber metafísicamente ni probar empíricamente que ese principio sea válido. Esta constatación podría llevarnos al escepticismo, «si la naturaleza no fuera demasiado fuerte para impedirlo».

Aunque el filósofo, en abstracto, puede permitirse poner en duda este principio, Hume advierte que «nadie más que un necio o un tonto intentaría jamás discutir la autoridad de la experiencia» en la vida práctica.

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