Escultores Griegos Clásicos: Fidias, Scopas y Mirón

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Fidias

Fidias fue un escultor griego de la época clásica (siglo V a.C.). Al naturalismo idealizado de la época, Fidias añade una gran serenidad y un gran sentido del ritmo. Uno de sus logros más celebrados es el tratamiento de los ropajes que se ciñen al cuerpo, dotando de un gran movimiento a las figuras y creando un hermoso juego lumínico de claroscuro.

Entre sus obras destacan sus esculturas crisoelefantinas como el Zeus de Olimpia y los relieves decorativos del Partenón. El Zeus de Olimpia, una obra crisoelefantina cuyo original se ha perdido, se guardaba en el templo de Zeus en Olimpia y fue considerada la mejor obra de Fidias. Esta escultura representaba a Zeus en un trono y fijó el modelo iconográfico del hombre maduro, patriarcal y con barbas, un modelo que sería recogido posteriormente por el Júpiter romano y, más tarde aún, en el arte cristiano para la representación de Dios Padre.

Scopas

Scopas fue un escultor griego que vivió durante la transición del clasicismo al helenismo (siglo IV a.C.). Su estilo, caracterizado por la expresión de angustia en sus obras, era dramático y esculpido en mármol. Scopas fue un precursor del Helenismo, rompiendo con la serenidad clásica e introduciendo emotividad, intensidad expresiva, movimiento y agitación en sus composiciones.

Su obra más destacada es la Ménade, una escultura de mármol muy deteriorada que representa a una ménade en éxtasis, con una violenta torsión y movimiento del cuerpo, y la cabeza echada hacia atrás. Scopas influyó en artistas como Lisipo y en la escultura helenística en general, especialmente con sus representaciones de características dionisíacas.

Mirón

Mirón fue un autor de transición (siglo V a.C.), contemporáneo de Pericles. Este broncista, conocido por esculpir atletas, dioses y animales, se interesó por nuevas actitudes de la figura humana, ampliando los temas tradicionales. Si bien mejoró el tratamiento de la anatomía, no llegó a alcanzar la perfección en este aspecto. Sus obras, por otro lado, no se caracterizan por expresar emociones.

Su obra más representativa es el Discóbolo. Esta escultura representa a un joven atleta en una postura innovadora: en el momento de lanzar el disco, inclina el cuerpo hacia delante en un giro pronunciado pero armonioso. La figura, en acción, con movimiento en potencia, presenta un rostro inexpresivo. La composición es abierta, con un punto de vista principal y un conjunto plano sin profundidad. La cabeza es esférica y el tratamiento del pelo es preclásico.

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