La Escultura Barroca Española: Maestros, Estilos y Escuelas del Siglo de Oro
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La Escultura Española del Siglo de Oro: Características y Maestros Fundamentales
El siglo XVII es el Siglo de Oro de la escultura española, un periodo que se distingue por sus características propias y diferenciadas del resto de Europa. Entre ellas, destacan la policromía, la preferencia por la madera como material principal, el uso de técnicas como la encarnación y el estofado, y una temática religiosa casi exclusiva, con una ausencia casi absoluta de temas profanos. La escultura de este periodo se caracteriza también por su realismo y naturalismo en gestos y actitudes, así como por la gran expresión en los rostros, a menudo realzada con ojos de cristal y lágrimas. Las imágenes solían estar ricamente vestidas y, en ocasiones, eran de candelero.
Evolución y Escuelas Regionales de la Escultura Barroca Española
La evolución de la escultura barroca en España, marcada por notables diferencias regionales, transcurre por tres etapas principales:
- Primera etapa (primera mitad del siglo XVII): Un periodo naturalista con reminiscencias clásicas, caracterizado por el orden y el equilibrio.
- Segunda etapa (segunda mitad del siglo XVII): Una fase de extremado barroquismo, con un profundo contenido espiritual.
- Tercera etapa (primera mitad del siglo XVIII): Marcada por las influencias extranjeras, aunque manteniendo la tradición española, sirviendo de enlace con el academicismo posterior.
A principios del siglo XVII, se distinguen dos escuelas regionales principales: la de Valladolid y la Andaluza. Posteriormente, se suman las de Madrid y Málaga, y en el siglo XVIII, la de Murcia.
Principales Escuelas y Artistas
Escuela Castellana
La escuela castellana está magistralmente representada por Gregorio Fernández (o Hernández) (1576-1636), quien muestra cierta influencia de Juan de Juni. Sus obras se caracterizan por la perfección en el modelado, actitudes dramáticas, un gran realismo (con ciertos matices caricaturescos) y los plegados angulosos de los paños.
Su primera obra destacada es el Cristo yacente de El Pardo, una temática que repite en varias ocasiones, como en el Monasterio de Valladolid, la Catedral de Segovia, el Convento de la Encarnación, y las Iglesias del Buen Suceso y de San Plácido de Madrid. Estas representaciones se distinguen por un desnudo naturalista, un modelado suave y perfecto, y un dramatismo acentuado con lágrimas y ojos de cristal.
De tema similar, encontramos la Piedad del Monasterio de Valladolid (se le atribuyen otras), así como sus Dolorosas (Capilla de la Cruz, Valladolid), inspiradas en las de Juni, aunque no tan logradas. Sus Cristos poseen un gran sentido trágico, como el célebre Cristo de la Luz (Valladolid) o el Ecce Homo. Gregorio Fernández también realizó pasos de Semana Santa de dramático realismo y matices caricaturescos, como el Simón Cireneo y la Verónica. En obras no dramáticas, como sus Inmaculadas, su calidad es menor, superada por la escuela andaluza. En sus retablos, no siempre logra la armonía entre las figuras y el marco arquitectónico, como se observa en el de la Catedral de Plasencia.
Escuela Castellana (Madrid)
Esta escuela muestra influencias tanto de Valladolid como de la escultura andaluza (Alonso Cano). De estas influencias se separa Manuel Pereyra (fallecido en 1667), un escultor portugués establecido en Madrid, en cuyas obras no existe el dramatismo característico de las vallisoletanas. Ejemplos notables son las estatuas de piedra de la portada de San Isidro y el San Bruno de la Academia de San Fernando.
Escuela Andaluza (Sevilla)
Juan Martínez Montañés (1568-1649) es el autor más representativo de la escuela sevillana. Se estableció en Sevilla a los 19 años, e ingresó a los 20 en el Gremio de Escultores. Sus características están marcadas por el realismo, composiciones ordenadas, un gran equilibrio de las figuras y una notable belleza formal. Huye de lo desorbitado, el movimiento exagerado y el patetismo. Sus temas iconográficos son casi exclusivamente religiosos, prefiriendo la representación de niños o figuras como la "Inmaculada", entre las que destaca la Inmaculada de la Catedral de Sevilla.
En el Cristo del arcediano Vázquez de Leca (conocido como Cristo de la Clemencia), muestra otro de sus temas iconográficos predilectos: los crucificados, donde desarrolla un gran dramatismo.
En 1597, realiza el San Cristóbal de la Iglesia del Salvador de Sevilla, obra en la que su estilo aún no está totalmente conseguido, lográndolo plenamente en el relieve de la Purificación de Huelva (1606) y, principalmente, en el retablo de San Isidoro del Campo (Santiponce, 1609).
Escuela Andaluza (Granada)
Esta sección se mantiene para completar el panorama de las escuelas andaluzas.