Escultura Gótica y Románica: Evolución, Iconografía y Estilo en el Arte Medieval
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La Escultura Gótica: Devoción Mariana e Independencia Formal
En los siglos del Gótico, el culto a la Virgen María creció aún más por la difusión que las hagiografías tuvieron de mano de las órdenes mendicantes, sobre todo la famosa Leyenda Áurea, escrita por el dominico Jacopo della Vorágine en 1280, o el resto de literatura sobre milagros de la Virgen (como las Cantigas de Nuestra Señora).
Todo ese grupo de tallas acabó configurando un conjunto sistematizado de representación que se estructuró en los retablos, piezas colocadas en el altar mayor y que, al final del Gótico, tendrán una gran importancia, sobre todo en el Norte de Europa y, posteriormente, en la Península Ibérica.
Características de la Escultura Arquitectónica Gótica
En cuanto a la escultura arquitectónica, el gran cambio que se aprecia es su independencia del contexto arquitectónico en el que se ubica. Se pierde por completo la ley de adaptación al marco y otros problemas que se apreciaban en las esculturas románicas.
Temática y Disposición Iconográfica
Los temas no cambian sustancialmente; sigue siendo mayoritaria la representación del Juicio Final, con la imagen del Pantocrátor y el Tetramorfos, aunque también se añade alguna iconografía como la Coronación de la Virgen, dentro de la creciente devoción mariana de los siglos XIII y XIV.
Sí cambia su disposición: las figuras de las arquivoltas se colocan de forma paralela, siguiendo la disposición del arco. En el mainel, lo más frecuente es la figura de la Virgen, pero también la de algún santo. En las jambas, dinteles y capiteles se combina la representación de temas vegetales muy estilizados con los típicamente religiosos, escenas de la vida cotidiana, alegorías de vicios y virtudes, animales y seres fantásticos con un sentido simbólico no siempre fácil de desentrañar.
La Escultura Románica: Monumentalidad y Didactismo
En la escultura románica únicamente se distinguen dos etapas, ya que en el Románico inicial la presencia de escultura es prácticamente nula. Solo en el Románico pleno y final tenemos obras escultóricas.
Tanto en el siglo XI como en el XII, triunfa la escultura monumental como parte de la arquitectura, existiendo una completa relación entre arquitectura y ornamentación escultórica. La escultura invade todo el edificio, acumulándose sobre todo en el exterior, con el objeto de atraer la atención de los fieles. Esta decoración va a tener siempre un fuerte contenido didáctico, ya que la cultura escrita estaba solo al alcance de unos pocos privilegiados.
La Portada Románica: Un Libro de Piedra
La decoración escultórica de las fachadas va a ser especialmente importante. Estas portadas tienen, por lo general, un gran abocinamiento, lo que posibilita que las jambas y las arquivoltas sean muy numerosas.
Las arquivoltas y el mainel de la portada se decoran con estatuas adosadas, y en las arquivoltas se ciñen figuras humanas, animales y todo tipo de animales fantásticos y decoración vegetal. Los tímpanos semicirculares son el lugar predilecto para la escultura; allí es donde se coloca el Pantocrátor rodeado de los símbolos de los cuatro evangelistas. El Pantocrátor suele ir encerrado en una mandorla, con actitud de juzgar y separando a los justos a la derecha y a los pecadores a la izquierda.
Capiteles y Decoración Interior
Los capiteles se convierten en algo lleno de vida; son capiteles instructivos, historiados, que encierran temas a veces con un complicado desarrollo. La decoración alcanza también a las basas de las columnas. El ábside es otro lugar acondicionado para la decoración, ciñéndose los motivos a la forma de las ventanas. Por el interior, la escultura escasea; solo se ve en los capiteles y en las enjutas de los arcos.
Estilo y Simbolismo en la Escultura Románica
El estilo de las figuras responde, por lo general, a un ideal abstracto. El escultor compone sus figuras con arreglo a fórmulas ideales, geométricas. Se halla influido por Bizancio, con modelos estilizados y rígidos. La espiritualización de las figuras impone una deformación que no es caprichosa, sino que es consecuencia del estilo, y el estilo corresponde a su vez a un contenido religioso. En el desarrollo de la iconografía y también en la misma expresión artística, el papel de la Iglesia ha sido considerable, en especial el de la orden cluniacense. El artista trabaja en un reducido campo de libertad.