España en el Siglo XIX: Industrialización, Sociedad de Clases y Orígenes del Movimiento Obrero

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La Revolución Industrial en España

En Gran Bretaña, la industrialización fue precedida de varios cambios en la estructura de la propiedad que estimularon el crecimiento de la producción agrícola. En España, la mayor parte de la tierra siguió en manos de los grandes propietarios, sin estímulos para innovar. La abundancia de campesinos mantuvo los salarios a bajo coste, facilitando el mantenimiento de la agricultura tradicional. A pesar de todo, la agricultura aumentó su producción, fundamentalmente gracias a la roturación, que consistía en talar o preparar tierras.

A su vez, España no disponía de una buena red de transporte que permitiese el traslado de las mercancías. La economía española quedó muy desarticulada, y los productos industriales no hallaban un mercado suficientemente amplio para sostener su crecimiento. El empresariado se sintió amenazado por la entrada de productos extranjeros y presionó al Estado para que aplicase medidas proteccionistas que encareciesen las mercancías extranjeras. En España, en 1845, se llevó a cabo una reforma fiscal que obligó a los privilegiados del Antiguo Régimen a pagar impuestos.

La Hacienda se mantuvo durante todo el siglo XIX en permanente déficit, teniendo que recurrir a los créditos exteriores y a la emisión de deuda pública. La escasez de capital inversor constituyó uno de los grandes problemas para la innovación y el desarrollo industrial. Las importaciones fueron mayores que las exportaciones, y la balanza comercial se mantuvo casi siempre deficitaria. La versión más tradicional sobre la industrialización española defendía la idea del fracaso de la revolución industrial en España. Tan solo el País Vasco y Cataluña fueron capaces de seguir la senda industrializadora. Aun así, España se hallaba próxima al crecimiento de otros países mediterráneos y de Europa central.

El Cambio Social y sus Límites

Durante el siglo XIX, se produjo en España el paso de una sociedad estamental a una sociedad de clases. A pesar de la transformación social, la nobleza, los cargos del Ejército y la jerarquía eclesiástica continuaron manteniendo su preeminencia social y una gran influencia política. La burguesía aumentó durante el siglo XIX, pero el retraso industrial comportó que fuera más escasa y con menos poder político que en otros países de Europa. La alta burguesía estaba compuesta por empresarios industriales, banqueros y grandes comerciantes; la mediana y pequeña burguesía incluía a los pequeños empresarios.

La mayoría de la población española vivía en el campo. En la mitad norte predominaba la pequeña y mediana propiedad, y en la mitad sur, grandes latifundios trabajados por jornaleros. En el primer caso, algunas explotaciones eran tan pequeñas que apenas garantizaban la subsistencia familiar; en el segundo caso, los bajos jornales evocaban la miseria de las familias campesinas. La industrialización comportó el surgimiento del proletariado industrial, compuesto por antiguos artesanos y emigrantes del campo. En las ciudades pervivió un gran número de artesanos. La mujer burguesa se dedicaba al cuidado de la familia y del hogar, pero también trabajaban fuera del hogar porque su salario era imprescindible para la supervivencia familiar.

Los Pioneros del Movimiento Obrero

La primera protesta de la nueva clase trabajadora en España tuvo un carácter *ludita*, y consistió en la destrucción de máquinas de hilar. En 1840 se fundó la Asociación de Tejedores de Barcelona, una primera organización de carácter sindical. La huelga se configuró como el principal instrumento de presión sobre los patronos. Los efectos de la reforma agraria liberal condenaron a muchos pequeños labradores a la condición de jornaleros. Las frecuentes crisis provocaron el surgimiento de protestas campesinas. La concienciación entre algunos grupos católicos de las consecuencias sociales de la industrialización estimuló la creación de pequeños sindicatos católicos.

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