Ética Aristotélica: Felicidad, Virtud y el Fin Último del Ser Humano
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Ética Aristotélica: Fundamentos y la Búsqueda de la Felicidad
La ética de Aristóteles se conoce como eudemonista, porque considera la felicidad (eudaimonia) como el bien supremo, el fin último al cual tienden todos los actos humanos. Todos los hombres desean ser felices, aunque para cada uno de ellos la felicidad represente cosas diferentes.
Principios Clave de la Ética Aristotélica
La ética aristotélica se caracteriza por ser:
- Teleológica: Sostiene que todas las acciones y seres tienen un fin (telos) inherente.
- Eudemonista: Afirma que ese fin último es la felicidad, y el camino hacia ella es la práctica de la virtud.
- Perfeccionista: Considera que la felicidad se logra a través del desarrollo y la perfección de la virtud, la cual debemos esforzarnos por cultivar.
La Felicidad: Definición y Consecución
Es fundamental comprender qué es la felicidad y cómo se puede alcanzar. Según Aristóteles, su consecución está ligada a un orden social y político (la polis), la cual debe comprometerse a que el ciudadano pueda ser feliz, asegurando un marco legal que lo permita.
Para Aristóteles, la felicidad es:
- Una actividad del alma conforme a la virtud más excelente y completa.
- El fin último; no es un medio para alcanzar otro fin, sino que es el fin en sí misma.
- No es un simple hábito o estado pasivo.
- El objetivo inherente a todo ser humano.
- Autártica: Se basta a sí misma (la felicidad), es deseable por sí misma y no en virtud de otra cosa.
- Una actividad conforme a la virtud que implica una vida de esfuerzo serio. Para ser virtuosos, se requiere aprendizaje, conocimiento, ejercicio constante y, crucialmente, la voluntad propia para convertirnos en seres virtuosos.
- Su forma más plena y elevada se encuentra en la vida contemplativa o teorética.
La Vida Contemplativa y sus Implicaciones Sociales
Aristóteles postula que solo los filósofos, mediante el pleno desarrollo de su intelecto, alcanzan la felicidad en su forma más pura a través de la contemplación. En contraste, el esclavo, según esta visión, carecería de la voluntad o la oportunidad para cultivar la virtud intelectual; al ser considerado ignorante y enfocado en actividades físicas, no accedería a la felicidad suprema, pues no realiza actividades conforme a la virtud intelectual.
Esta perspectiva conlleva una notable discriminación social, pues sugiere que quienes ostentan el poder y el conocimiento (los filósofos y ciudadanos con ocio para la contemplación) deben mantener su posición, ya que son ellos quienes comprenden la justicia y la virtud, a diferencia del esclavo. De este modo, se justifica una inmovilidad social, donde el esclavo perpetuaría su condición, reproduciendo el estatus social y las enseñanzas heredadas de sus padres.
Intelecto, Razón y la Felicidad Perfecta
Aristóteles valora el intelecto por encima de la experiencia sensorial. Únicamente los filósofos, a través de la razón, pueden acceder a la contemplación de las verdades inteligibles. Aquellos que creen que la felicidad reside en los placeres y las experiencias sensoriales, desde esta óptica, permanecerían en un estado de desarrollo inferior, análogo al de los esclavos en términos de realización humana, y serían esclavos para siempre. Los filósofos, en cambio, están destinados a conocer la felicidad absoluta mediante el ejercicio de la razón.
Al distinguir entre alma y cuerpo en el ser humano, Aristóteles asocia el cuerpo con lo sensible y el alma (particularmente su facultad racional) con lo inteligible. Lo inteligible se realiza plenamente en la vida contemplativa, la actividad más excelsa para alcanzar la felicidad. La reflexión y la comprensión de lo que se necesita para ello requieren el uso de la razón. La contemplación, para Aristóteles, es la única vía hacia la felicidad perfecta. Esta actividad de pensamiento constante no necesita más que la razón y la conciencia. Por ello, quienes se dediquen a la contemplación serán los más felices y, según la cosmovisión griega, los más amados por los dioses.