Ética de la Felicidad y Autorrealización: Un Enfoque Aristotélico

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La Autorrealización del Ser Humano

Las éticas de la felicidad parten todas ellas de una determinada concepción del ser humano, le asignan una «esencia», una «naturaleza» o modo de ser y, luego, convierten ese modo de ser en el objetivo ético que el hombre tiene que realizar en su vida. Establecen, de esta manera, un ideal que compendia lo que debe hacer el hombre para alcanzar su plenitud, su autodesarrollo y su perfección.

Aristóteles: Ética de la Felicidad

Aristóteles es el primero que escribe una obra dedicada exclusivamente a reflexiones de carácter ético, Ética a Nicómaco (era el nombre de uno de sus hijos) y, por eso, se suele hablar de él como el «padre» de la ética.

En esta obra dice Aristóteles que cada actividad tiende a un «fin» que es su «bien». El del beber, por ejemplo, es quitar la sed, el fin del estudiar, aprender, aprobar..., y así sucesivamente. Dice, también, que de los fines que los hombres buscan con sus acciones unos son más importantes que otros, por lo que se encuentran jerarquizados:

Se busca al estudiar aprobar una asignatura, pero se quiere aprobar esa asignatura para poder pasar de curso, y pasar de curso porque se pretende hacer un bachillerato o ciclo formativo, y eso para... podríamos seguir así hasta llegar a una pregunta que incluye a todas las demás, a la pregunta de cuál es el «fin último» del ser humano, cuál es su «bien supremo».

Y este fin último —y Aristóteles piensa que en esto todo el mundo está de acuerdo— no puede ser otro que la felicidad, puesto que la felicidad se busca por sí misma, mientras que las demás cosas se buscan por ella, con el fin de conseguirla.

Pero, ¿en qué consiste la felicidad? Aquí ya no hay acuerdo entre los seres humanos: unos la identifican con el placer, otros con los honores, otros con las riquezas, con la salud..., y así sucesivamente. Pero la felicidad, dice Aristóteles, no se encuentra en ninguna de estas cosas, y aceptarlo es confundir medios con fines. Y eso, aunque todas estas cosas sean necesarias para poder ser feliz: «el hombre feliz necesita de los bienes corporales y de los externos o de fortuna (...) los que afirman que el hombre que sufre torturas o el que ha caído en grandes infortunios puede ser feliz si es bueno, no saben lo que dicen».

Para contestar a la pregunta acerca de cuál es el fin último, el bien supremo del ser humano, y, por lo mismo, a la pregunta de qué es lo que le puede hacer feliz, Aristóteles recurre a su concepción de la naturaleza: el fin de cada cosa sólo puede consistir en la realización de la función que le es propia (el fin del cuchillo consiste en cortar y, por eso, un cuchillo es bueno cuando corta bien, el del ojo es ver...), por lo que el fin del ser humano sólo puede consistir en desarrollar de forma adecuada, de forma excelente, en eso consiste la virtud para él, aquellas actividades que supongan la realización de su función propia. El ser humano será feliz en la medida en que realice adecuadamente la función que le es propia.

Por lo que el fin del ser humano sólo puede consistir en desarrollar de forma adecuada, de forma excelente, en eso consiste la virtud para él, aquellas actividades que supongan la realización de su función propia. El ser humano será feliz en la medida en que realice adecuadamente la función que le es propia.

Pero, ¿cuál es la función propia del ser humano? La respuesta a esta pregunta es compleja por dos tipos de razones.

En primer lugar, porque el ser humano posee diversas funciones dependiendo de su edad, de su sexo, de su condición, de su profesión, y la realización de estas funciones de forma adecuada, aunque es fundamental y necesaria para poder ser feliz, no proporciona la felicidad ya que ninguna de ellas es la función propia del ser humano en cuanto tal.

En segundo lugar, por la complejidad misma del ser humano. Aristóteles afirma que el ser humano tiene tres tipos de funciones distintas: vegetativas, sensitivas y racionales, de las que las más importantes son las dos últimas. La realización adecuada de la función sensitiva, que consiste en que la parte racional

Para Aristóteles, el ser humano es más feliz si puede dedicarse a la vida contemplativa.

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