Éticas del Deber y Kant: La Autonomía de la Razón Moral
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Éticas del Deber: Fundamentos y Perspectivas Históricas
A lo largo de la historia, han coexistido diversos enfoques éticos. Entre ellos, destacan las éticas del deber o éticas de la buena voluntad, para las cuales la moralidad de una acción no reside tanto en sus consecuencias o contenido, sino en el modo en que se realiza. En estas corrientes éticas, la intención y la buena voluntad son primordiales, superando la relevancia de la acción concreta en sí misma.
Mientras que las éticas de fines (o teleológicas) pueden considerarse un reflejo del ideal griego de vida, las éticas del deber son una expresión del ideal hebreo, que concebía la existencia como obediencia y cumplimiento de la ley divina.
La Ética de Kant: Autonomía y Razón Práctica
Immanuel Kant, figura central de la Ilustración, compartió plenamente sus ideales. Él sostenía que la humanidad había permanecido en una "minoría de edad", sin ejercer su libertad y sometida a la opresión política y de conciencia. Ante esta situación, Kant propuso como lema Sapere aude! ('¡Atrévete a saber!' o '¡Atrévete a pensar por ti mismo!'), encapsulando el espíritu de la Ilustración.
Para Kant, pensar por sí mismo implica buscar el fundamento de todo en la razón. Al aplicar estos ideales al ámbito moral, Kant afirmó que los valores y las normas éticas no pueden ser impuestos al ser humano desde el exterior, ya que esto anularía su libertad y, por ende, su dignidad. Por el contrario, deben emanar de su propia razón.
Es el ser humano quien debe darse a sí mismo su propia ley (autonomía), y solo obrará moralmente bien cuando obedezca los mandatos de su razón. Obedecer mandatos que provienen de una fuente externa es caer en la heteronomía.
Para Kant, el deber emana de la razón. Obrar moralmente consiste en cumplir la ley por respeto a la ley misma, es decir, cumplir el deber porque es deber. La bondad o malicia de las acciones, por tanto, depende intrínsecamente de la intención.
Si la motivación del ser humano al actuar es distinta del puro cumplimiento del deber, su acción no será considerada moralmente buena. Las motivaciones no racionales corrompen el orden moral, dando lugar a imperativos hipotéticos en lugar de los necesarios imperativos categóricos.
La ética kantiana es una moral formal, donde lo esencial no es el contenido de la acción, sino la intención que la impulsa. Solo una ética autónoma, en la que el ser humano se da a sí mismo la ley, es compatible con su dignidad.
Al obedecer a una autoridad externa, el ser humano se convierte en un "medio" para un "fin" ajeno, cuando, en realidad, él mismo es el "fin" de su propio comportamiento. Esto se resume en la célebre frase que encapsula la ética kantiana: el "deber por el deber".