Evolución del Español en el Siglo XVI
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Fonética
Durante el siglo XVI, el español experimentó cambios fonéticos significativos. La /s/ al final de sílaba se debilitó hasta convertirse en una aspiración, mientras que la /h/ resultante nunca se escribía. La /b/, ensordecida por la aspiración de la /s/, como en el caso de "resbakar", pasó a "refalar". La caída total de la /s/ se observa en ejemplos como "muéstrale". La relajación de la /d/ intervocálica, evidente desde finales del siglo XIV, se refleja en desinencias verbales como "-ades", "-aes", "-edes", "-es", "-eis", "-ides", "-is", por ejemplo, "quedao", "deseá", "deseada".
Grupos cultos de consonantes
Los vocablos tradicionales habían perdido, al pasar del latín al español, los grupos de consonantes "zt", "gn", "ks", "mn", "pt", como en "septem" (siete) y "scamnum".
La fonética en la frase
El artículo "la", característico del género femenino, sustituyó lentamente a "el" en casos como "el espada", "el otra"; solo queda "el" como femenino delante de palabras que empiezan por a tónica. En el futuro o condicional, se restableció "debería", en vez del medieval "debria". También las formas "porné", "verné", "terné" sucumbieron tras su periodo de alternancia, que duró hasta finales del siglo XVI, ante "pondré", "vendré", "tendré", más fieles a la raíz de "poner", "venir", "tener". Por otra parte, como el infinitivo y la terminación constituían una sola unidad significativa, fue desapareciendo la escisión "besar te he" por "te besaré". Igualmente, hay nuevos desarrollos fonéticos entre palabras distintas en casos especiales de desgaste.
La puntillosidad de nuestros antepasados relegó el "tú" a la unidad familiar o al trato con inferiores y desvalorizó tanto el "vos" que era descortés.
Formas Gramaticales
En la primera mitad del siglo XVI, la conjugación ofrecía muchas inseguridades. Coexistían "amais", "teneris", "sois", con "amas", "tenés", "sos". El imperativo "cantad", "tened", "salid", alternaba con "cantá", "tené", "salí". Más dura fue la vacilación entre "cayo", "trayop" y "caigo" y "traigo". A principios del siglo XVII, la lengua había elegido ya las formas que habían de prevalecer en casi todos estos casos. Otros arcaísmos subsistieron hasta la época de Calderón. Así, "amabades", "sentiades", "quisierades", en lucha con sus reducciones "amabais", "sentiaís", "quisierais", que al fin triunfaron.
La larga resistencia de la /d/ en estas desinencias átonas, mientras en las tónicas, "amabades", "tenedes", "sentides" había caído en los siglos XIV y XV. En las tónicas, las alternancias "amabais/amas", "teneis/tenés" podían darse sin que "amas/tenés" se confundieran con "amas", "tienes", pero en las átonas la síncopa de la /d/ hubiera acarreado duplicaciones "amabais/amavas", "sentiais/sentias".
Desaparecidas en el uso peninsular las desinencias tónicas "amás", "tenés", el verbo "aver" conservaba la duplicidad de formas "hemos" y "avemos", "heis" y "aveis" y el subjuntivo del verbo "ir" podía ser "vayamos", "vayais".
Cabe señalar que los gentilicios en "-és" y algunos otros se resistían a admitir terminación femenina, como "la leonés". El sufijo diminutivo preferido era "-illo". Al siglo XVI corresponde la naturalización del superlativo en "-ísimo". Su uso se incrementa en la segunda mitad del siglo.
La contienda entre "nos", "vos" y "nosotros", "vosotros" en la referencia a varios individuos se resuelve a favor de las formas compuestas. Sin embargo, la eliminación de "vos" y "nos" fue paulatina. Los demostrativos seguían contando con las formas duplices "aqueste/este", "aquesse/esse".
El relativo "quien", etimológicamente invariable por proceder del singular "quem", empezó a tomar forma distintiva con el plural "quienes".
La lengua clásica conoció adverbios y preposiciones que después han caído en desuso o han cambiado de significación. "Cabe" y "so" se usaban corrientemente en el siglo XVI. "Entomces" y "ansí" fueron absorbidos por "entonces" y "así".
Sintaxis
Al periodo clásico pertenece la delimitación de usos entre los verbos "aver" y "tener". Ambos se venían empleando como transitivos. En principio, "aver" era sinónimo de obtener, mientras que "tener" indicaba posesión durativa. Al comenzar el Siglo de Oro, los dos verbos eran así sinónimos. Al tiempo que "aver" perdía su valor posesivo, se consolidaba y ampliaba sus funciones como auxiliar.
La repartición de usos entre ser y estar
La mayor posibilidad de emplear "ser" era para indicar la situación local. A la pervivencia de "ser" contribuía su función auxiliar en los perfectos de verbos transitivos y reflexivos.
La pasiva con se
La pasiva con "se" se extiende cuando el sujeto es un infinitivo. La construcción adquiere cada vez mayor carácter impersonal.
El tiempo verbal "cantara"
Había perdido casi su originario valor de pluscuamperfecto de indicativo.
Se extiende la inserción de "a" ante el acusativo de persona
Durante la Edad Media, el empleo de los pronombres átonos de tercera persona había respondido en general a su valor etimológico. Este sistema, satisfactorio para la distinción de los casos, no lo era tanto para los géneros. La muestra más frecuente es el uso de "le" para el acusativo masculino. El leísmo tuvo menos éxito en el plural, donde "los" conserva siempre mayoría sobre "les". Será asimismo el uso de "la", "las" para el dativo femenino.
El significado de algunos adverbios y modos adverbiales difería del actual
"Luego" conserva el sentido de "al momento". "A la hora" tenía igual valor, y "a deshora" el medieval de "improviso".