Evolución del feminismo: del constructivismo al movimiento queer

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Feminismo creado por constructivismo social/patriarcado

El constructivismo en el movimiento feminista

El constructivismo en el movimiento feminista aparece con la obra El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Según Simone, el patriarcado solamente permite conseguir al hombre esa vida trascendente en la que un sujeto libre se mueve y se desenvuelve por el mundo con autonomía. La trascendencia implica esa verdad. El hombre tiene todos los proyectos vitales a su alcance. Frente a esto, el patriarcado confina a la mujer en la inmanencia. Desde la cultura patriarcal, a la mujer se la encierra en una misteriosa ciencia. Sin embargo, la mujer es misterio, pero lo es desde la visión masculina, de manera que una descripción que pretende ser objetiva es en realidad una afirmación de privilegio masculino.

La feminidad como problema de la mujer

El patriarcado fuerza un comportamiento femenino que beneficia al hombre en su actividad cotidiana porque provee al varón del servicio doméstico y sexual que necesita. Esta estructura vuelve a la mujer pasiva, dependiente y débil. Niega su subjetividad y la define como "la otra". El relato de Simone muestra de una manera magistral cómo desde la más tierna infancia la mujer aprende que el mundo del autodesarrollo individual está cerrado a ella porque su primera vocación debe ser la reproducción, la de servir a su hogar y al varón. Esta socialización de género hace que las mujeres aprendan pronto a ser diferentes y atentas a los deseos de los otros.

La aportación de Simone de Beauvoir

Lo fundamental de la aportación de Simone es que intenta rebatir el argumento de autoridad biológico, la justificación de la diferencia a partir de la asignación natural a las mujeres de un conjunto de características que, sin embargo, no las hacen diferentes, sino inferiores al hombre. Lo femenino y lo masculino, desde el enfoque constructivista, representan ante todo eso: construcciones sociales. El proyecto político de El segundo sexo se define a partir de su intento por distinguir las categorías de sexo y de género y de tratar de mermar, en la medida de lo posible, la construcción social de las identidades de género. A pesar de que Simone representa la culminación de este feminismo, el proyecto humanista pertenece a una tradición de pensadores que surge en el siglo XVIII y que en muchos aspectos permanece hasta nuestros días.

Hacia la deconstrucción del género: el feminismo queer

El género como categoría analítica

El género, por tanto, será una herramienta teórica que tratará de responder a esa pregunta de qué es la mujer. Es a partir del feminismo humanista de Simone cuando se articula el género como categoría analítica desde la cual explorar esa pregunta en contraposición al hombre. La distinción entre sexo como categoría inalterable frente al género permanecerá incuestionada. El binomio sexo-género es fruto de ese constructivismo que aparece con la frase que sentencia Simone cuando afirma: "no se nace mujer, se llega a serlo". El constructivismo no cuestiona la categoría sexo frente al género cultural y lo sigue considerando como algo inalterable. El feminismo de los años 70 tampoco. Este feminismo, como decimos, continúa con esta tendencia y entiende el género como un proceso de socialización. Habrá que esperar a los 90 para entrar en esa estrategia de la deconstrucción que no se entiende sin ese recorrido previo.

La crítica de Judith Butler

Judith Butler formulará una doble crítica contra el feminismo de la igualdad y de la diferencia respectivamente. Concretamente, cuestionará la idea de Simone de defender una meta hacia un sujeto humano que supera el género, como realidad prediscursiva, anterior a la propia cultura. Pero también desarrollará una crítica contra el feminismo de la diferencia que pretende encontrar en el feminismo una identidad esencial que sostiene que la mujer puede autodesignarse y salir de ese esquema de heterodestinación. A partir de ese momento, el feminismo se rompe en una disolución de corrientes y trabajos imaginativos y atrevidos, de manera que llega a convertirse en ese campo teórico y práctico sometido a crítica y transformación reflexiva permanente, como sostenía Beatriz Preciado.

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