Evolución del Parlamentarismo Británico: De la Revolución Gloriosa al Siglo XX

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La Evolución del Parlamentarismo Británico: De la Revolución Gloriosa al Siglo XX

Consolidación del Parlamentarismo (Siglo XVII-XVIII)

La Revolución Gloriosa de 1688 encontró su expresión formal en tres documentos legislativos clave:

  • Bill of Rights (1689): Este documento resume los principios esenciales de la Constitución británica hasta finales del siglo XIX. Define las funciones, derechos y privilegios del Parlamento, así como los derechos de los ciudadanos, articulando la base del rule of law o primacía del derecho.
  • Triennial Act (1694): Estableció la periodicidad de las reuniones parlamentarias cada tres años.
  • Acta de Establecimiento (Act of Settlement) (1701): Reguló la monarquía (líder de la Iglesia de Inglaterra) y la judicatura. Además, perfiló la exigencia de la responsabilidad de los ministros ante el Parlamento.

En 1707, Inglaterra y Escocia se unieron bajo el nombre de Gran Bretaña, con los primeros monarcas de la Casa de Hannover (Jorge I y Jorge II). Durante este periodo, se sentaron las bases del parlamentarismo moderno:

  • Se requería una mayoría para formar gobierno, presidido por un primer ministro.
  • El gobierno, independiente del rey, solo era responsable ante el Parlamento.

Hacia la Democracia Parlamentaria (Siglo XIX)

La entrada en vigor del sistema parlamentario, una vez consolidadas las instituciones de gobierno inglesas, dio comienzo a una etapa (1832-1945) de cambio gradual. Se transitó desde una aristocracia recelosa del poder real hacia una democracia asentada en la Cámara de los Comunes. En este periodo quedó conformada la actual Constitución Inglesa.

La Representation of People Act de 1832 buscó combatir las desigualdades en el terreno político a través de una reforma electoral. Modificó las circunscripciones electorales, suprimiendo los burgos podridos (donde se producía habitualmente la compra de votos). A lo largo del siglo XIX, se realizaron reformas electorales progresivas para abandonar el sistema de influencia e instaurar un sistema de progresiva y directa participación pública en el gobierno. En 1918 se concedió el voto femenino y en 1928 se instauró el sufragio universal para los mayores de 21 años. La Cámara de los Comunes asumió el protagonismo de la vida parlamentaria.

El Imperio Británico y el Siglo XX

Durante este proceso, se consolidó un Imperio que se convirtió en un elemento indispensable, garantizando los mercados ingleses y las fuentes de materias primas. Su liquidación fue el aspecto más significativo del fin de la Segunda Guerra Mundial. Las tradiciones de autogobierno en Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la Unión Sudafricana sirvieron de ejemplo para las colonias que accedieron a la independencia y se integraron en la Commonwealth. Sin poseer una Constitución propia, se perseguía una política común basada en vínculos sentimentales (corona), políticos (deliberaciones en las conferencias imperiales) y económicos (comercio y transporte). La pérdida definitiva del Imperio supuso su transformación, en 1947, en una asociación de Estados soberanos.

El Estado del Bienestar y la Era Thatcher

Las elecciones de 1945 dieron el triunfo a los laboristas, quienes, siguiendo el clima imperante en el continente, realizaron reformas tendentes a la implantación de un Estado del Bienestar. Entre 1951 y 1964, los gobiernos conservadores de Churchill, Eden y Macmillan reforzaron el consenso logrado por los laboristas. En este periodo, el laborismo sufrió una ruptura, dividiéndose en un ala izquierda que abogaba por una política más nacionalizadora y un ala derecha revisionista con una orientación hacia una economía mixta. El regreso de los laboristas al gobierno entre 1964 y 1974, con Harold Wilson, estuvo asociado con esa tendencia izquierdista, pero con elementos revisionistas que pretendían fortalecer la economía y desarrollar los servicios sociales.

El consenso que había dominado hasta entonces se rompió en 1970. El gobierno conservador de Heath tomó medidas para consolidar una economía de mercado libre, reduciendo la intervención gubernamental. La oposición laborista, ante el impacto y la radicalización de las tendencias de los sindicatos, se reorientó hacia posturas más izquierdistas, con un programa de nacionalización de las principales compañías británicas.

La crisis económica internacional de finales de los años setenta y la nueva orientación marcada por el partido conservador de Margaret Thatcher desde 1979 supusieron una renuncia a las conquistas alcanzadas por el Estado del Bienestar. Sin tener en cuenta la polémica suscitada en torno a la integración en la Comunidad Económica Europea, la vida política británica ha estado marcada por la dependencia de EE.UU. y la nostalgia imperial.

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