Evolución Política de las Potencias Europeas en el Siglo XIX: Reino Unido, Francia y Alemania

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Los Estados Liberales Democráticos Europeos

En la mayoría de países que se industrializaron a lo largo del siglo XIX, se consolidaron sistemas políticos liberales democráticos. Eran regímenes constitucionales que establecían la separación de poderes, ampliaron el derecho al voto y garantizaron, en mayor o menor medida, los derechos fundamentales.

Entre esos países destacaban tres grandes potencias: Gran Bretaña, Francia y Alemania.

Gran Bretaña: La Monarquía Liberal

Gran Bretaña fue el ejemplo de monarquía liberal durante el reinado de Victoria I (1837-1901), denominado era victoriana. Su sistema político se basaba en la alternancia en el poder de dos grandes partidos: conservadores y liberales. A finales de 1890, los liberales perdieron influencia entre los trabajadores, quienes optaron por el nuevo Partido Laborista.

El proceso de democratización se basó en diversas leyes de reforma (Reform Acts). Los gobiernos conservadores y liberales fueron ampliando el derecho al voto y, en 1913, excepto los indigentes, sirvientes y las mujeres, todos podían votar. Además, la Parliament Act de 1911 limitó los poderes de la Cámara de los Comunes (única elegida por sufragio).

De esta manera, algunas leyes fueron cambiando la sociedad inglesa: a finales del siglo, la enseñanza era obligatoria y gratuita de los 5 a los 13 años; en 1906, por el nuevo Partido Laborista, se aprobó la reducción de la jornada laboral a 8 horas en las minas, y se crearon comisiones para instaurar seguros médicos, de vejez y por desempleo.

Francia: Del Segundo Imperio a la Tercera República

Luis Napoleón Bonaparte, elegido presidente de la Segunda República en 1848, realizó un golpe de Estado en 1851 con el apoyo de los sectores conservadores. En 1852, proclamó el Segundo Imperio francés y se coronó emperador con el amparo del ejército, la gran burguesía de los negocios y los campesinos, temerosos de una revolución social.

La buena coyuntura económica permitió una paz social: se hicieron grandes obras públicas (ferrocarril, canal de Suez, etc.), creció la industria y se promulgaron leyes para proteger a los obreros (hospitales, pensiones, etc.).

Pero las diferencias sociales y la falta de libertades mantuvieron una fuerte oposición al régimen del Segundo Imperio. Luis Napoleón emprendió una política exterior intervencionista que culminó con la declaración de guerra a Prusia.

La derrota francesa provocó la caída del Imperio de Napoleón III y la proclamación de la República.

La Tercera República francesa tenía dos cámaras legislativas (Asamblea y Senado) y un presidente electo con pocos poderes. En este periodo se restauraron las libertades públicas, se instauró el sufragio universal, se decretó la elección de los alcaldes y se legalizaron los sindicatos obreros.

El asunto internacional que dividía la opinión pública francesa eran las relaciones con Alemania, muy conflictivas a raíz del contencioso de Alsacia y Lorena. La política exterior francesa giró en torno a ese tema y fraguó alianzas antigermanas.

La Alemania de Bismarck

En 1870, Alemania inició la construcción del nuevo Estado y se convirtió en una gran potencia que aspiraba a dirigir la política europea.

La Alemania del Segundo Reich se forjó bajo la impronta del canciller Bismarck y del Káiser Guillermo I (1871-1888). El régimen político, asentado con la Constitución de 1871, mostraba un fuerte componente autoritario. Existía sufragio universal masculino, pero solo para la elección de la cámara baja (Reichstag). Tenía una estructura federal, aunque Prusia poseía más diputados que los otros Estados en la cámara de los Estados (Bundestag). Esta era elegida por sufragio censitario y tenía la función de proponer leyes. Así, el Káiser podía nombrar a sus ministros con independencia.

Las fuerzas políticas dominantes eran las conservadoras, aunque el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán se fue imponiendo entre los trabajadores.

Sin embargo, para evitar un estallido revolucionario, Bismarck adoptó una serie de reformas sociales que favorecían a las clases populares: leyes de seguro de enfermedad, de accidentes de trabajo, de pensiones, etc. El caso de Alemania fue paradigmático de un modelo de cambio entre el autoritarismo y las reformas democráticas.

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