Evolución de Roma: De la Monarquía al Imperio

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Monarquía Romana (753 – 509 a. C.)

Este período se caracteriza por la fundación mítica de la ciudad de Roma por Rómulo y Remo, amamantados por una loba. Los romanos de época clásica sabían que se trataba de una leyenda, pero les gustaba rememorar ese mito. En el monte Palatino, una de las siete colinas de Roma, Rómulo trazó con un arado los límites de la ciudad. Aunque no deja de ser un mito, a veces hay algo de realidad camuflada en esas historias, pues se han encontrado en esa área restos de cabañas construidas entre el 800 y el 700 a. C.

Uno de los pueblos vecinos de Roma, los etruscos, ejercieron una poderosa influencia sobre ésta, enriqueciéndola y abriéndola al comercio exterior. Comenzaban a llegar productos de Grecia y Oriente, y rápidamente Roma se convirtió en la ciudad más importante de Italia central.

Roma pertenece a la región del Lacio. El papel cada vez más importante de esta ciudad la hará sobresalir del resto de las poblaciones.

Sin embargo, la hegemonía de Roma no se producirá hasta el 338 a. C., bajo la República, tras un duro enfrentamiento con el resto de los pueblos del Lacio.

Uno de los episodios más significativos de esta época es la Historia de los Sabinos, y su unión con el pueblo romano a raíz del rapto de las Sabinas.

También hay que mencionar a la saga de los Tarquinios, procedentes de la zona de Etruria, y que marcó el inicio del reinado en Roma del pueblo etrusco. Estos reyes construyeron templos y casas de piedra, y acondicionaron la alcantarilla.

A pesar de todo, los romanos recordaban a la monarquía como un período de tiranía, sobre todo tras el reinado de Tarquinio el Soberbio. Tras su destronamiento, después de una revuelta llevada a cabo por los patricios, se inició la República.

República Romana (509 a. C. - 29 a. C.)

La República consistía en que un cónsul gobernaba durante un año. Era estrictamente controlado durante su mandato por un consejo de ancianos o consejo del Senado, y además el cónsul no podía volver a ser reelegido.

La población romana estaba formada por dos clases: los patricios, descendientes de los antiguos romanos, y los plebeyos, integrados por extranjeros, esclavos o cautivos de pueblos conquistados. La plebe había empezado a reclamar sus derechos, ya que no podían casarse con patricios, no eran contemplados por la justicia y no tenían conocimiento de las leyes. Con el tiempo, los plebeyos consiguieron ser representados por magistrados, y poco a poco obtuvieron mayores derechos, gracias a la presencia del Tribuno de la plebe.

Reagrupados el patriciado y la plebe, ambos se reunían en asambleas llamadas comicios, con exclusión de las mujeres. Además, existía el Senado, que detentaba la mayor parte del poder, constituido por 300 miembros de la aristocracia, a menudo antiguos cónsules, o en todo caso hombres investidos de una gran autoridad.

La sociedad romana se regía por un orden militar, y el inicio del año empezaba con el mes de Marte, el dios de la Guerra. Los comicios centuriados era la asamblea más importante de todas, organizándose en centurias. Cada lustro, los censores, que eran unos magistrados especiales, hacían el censo y agrupaban a todos los ciudadanos adultos en centurias, distribuidas en cinco clases, en función de la fortuna de cada uno, y de sus virtudes cívicas y morales.

En el 265 a. C. se produjo la I Guerra Púnica, el enfrentamiento entre Roma y Cartago, y en el 220 a. C. se desarrollaron las II Guerras Púnicas. Hasta el 150 a. C., momento en el que Roma inicia su expansión por Oriente, ya había incorporado Cartago, Grecia y Macedonia. Hacia el 130 a. C. se produce la conquista de la Península Ibérica en diferentes fases. Con la resistencia de Numancia terminó el proceso de conquista en España.

Mientras tanto, la vida en Roma había cambiado desde que se optó por la república, generándose una situación caótica, donde el pueblo vivía hacinado, los nobles se enriquecían, y los miembros del Senado cada vez ambicionaban más poder ilimitado. Desde el año 130 hasta la batalla de Actium en el 31 a. C. hubo una serie de guerras civiles y revoluciones en Roma que culminarían en un nuevo sistema de gobierno: el Imperio.

Imperio Romano (29 a. C. – 476 d. C.)

El Senado nombró príncipe a Octavio, otorgándole el título de imperator.

Además, se le dio el mando de todos los ejércitos y la autoridad del procónsul. Octavio se inventó luego un título nuevo, Augusto, que quería decir 'el venerable', que desde entonces pasó a ser su nombre.

Octavio organizó lo que se llamó el Principado o Antiguo Imperio:

  • Tenía el poder proconsular, es decir, el mando de todos los ejércitos de las provincias, o sea, las fuerzas armadas, además del poder tribunicio, el poder de la dirección del pueblo.
  • Su persona era inviolable y sagrada, y herirle era hacerlo al pueblo.
  • Era gran pontífice, quiere decir que tenía potestad sobre todos los asuntos religiosos.
  • Detentaba el poder del censor y la dirección de las costumbres: hacía la lista de caballeros y de los ciudadanos, asignando a cada uno un puesto.
  • Tenía el derecho de convocar al Senado y al pueblo, de fijar las contribuciones y gastos, también poseía el poder de juzgar y dictar decretos o leyes.

El gobierno aún se seguía llamando república por Octavio, pero con la diferencia de que antes los poderes se repartían entre los magistrados, y con Octavio pasaron a ser todos del emperador, y en vez de conservarlos por un año, lo hacía de por vida.

Por último, se convino que el emperador decidiera su sucesor, pero a uno que hubiera sido tenido en cuenta por los senadores.

En Oriente existía la costumbre de divinizar a los reyes tras su muerte, y eso se extendió a Roma, sobre todo para los generales y emperadores. A la muerte de estos personajes se les construían templos y se les asignaba sacerdotes. Al principio incluso se les designó un mes en su honor, así Julio para César, y Agosto para Augusto. Esta costumbre fue abolida por Tiberio, el sucesor de Augusto.

El Imperio Romano, bajo el gobierno de Augusto, tuvo una vasta extensión, siendo sus fronteras: al norte, el canal de la Mancha, el Rin, el Danubio y el mar Negro; al este, el Éufrates y el desierto de Arabia; al sur, el desierto del Sahara; y al oeste, el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, que en aquel entonces lo llamaban Mare Nostrum ('Nuestro mar'), y no les faltaban razones a los romanos, debido a su política y dominio de esa zona.

El Imperio había quedado dividido en provincias, y Augusto gobernaba aquellas que estaban sujetas a posibles invasiones y en las que era necesario un control estricto. Las provincias que no estaban bajo ningún riesgo bélico eran gobernadas por el Senado.

Los procuradores se encargaban de recaudar y fijar los impuestos. Augusto creó también impuestos sobre los esclavos, una vigésima parte, sobre las herencias e impuestos para sostener sus ejércitos, es decir, una caja militar.

Durante la mayor parte del gobierno de Augusto hubo paz y prosperidad. El Imperio se enriqueció, y Roma se convirtió en una potencia económica y en el centro del mundo. Llegaban por el Tíber barcos mercantes provenientes de todo el Imperio. De Sicilia y Egipto arribaban cargamentos de trigo, y la próspera ciudad de Gades (Cádiz) proporcionaba lana púrpura, muy codiciada en aquellos tiempos. De Marsella llegaba tocino y carne salada; de algunas ciudades griegas, entre ellas Lesbos, provenían cargamentos de vino, miel, aves, pavos reales, grullas y todo tipo de animales con los que se hacían manjares exóticos. De las ciudades de Paros y Frigia exportaban el mármol a Roma para los monumentos. En resumen, se puede decir que durante el período de Augusto floreció Roma en todos los sentidos, gracias a la moderación y prudencia de éste, rasgo no muy común entre los soberanos romanos. Era un hombre humilde, pero noble al mismo tiempo, que inspiraba grandeza por sus sencillas maneras y por su humanidad. Ha pasado a la historia como el emperador ideal. Posteriormente, fue tomado como modelo por otros soberanos. Augusto es uno de los mejores ejemplos de influjo positivo que puede ejercer un hombre en un alto cargo.

Otros emperadores fueron:

  • Claudio, con el que se vivió otro momento de esplendor.
  • Vespasiano, con el que se inició otra saga de emperadores, los Flavios.
  • Tito, hijo de Vespasiano, de gran bondad, que ejerció un buen gobierno.

A los Flavios le sucedió la dinastía de los Antoninos, compuesta por Nerva, Trajano, Adriano, Antonino y Marco Aurelio. Bajo el mando de los Antoninos —especialmente bajo los tres últimos, que destacaron por su benevolencia, tolerancia y magnificencia— Roma llegó a su apogeo, y reinó la paz dentro de los límites del Imperio.

Tras la muerte de Marco Aurelio, reinó Cómodo en el 180, que se caracterizó por su crueldad.

A finales del siglo III d. C., Roma ya no era el centro de la corte imperial, aunque sí se mantenía con un carácter simbólico. Durante esta etapa, el poder central de Roma se trasladó a otros lugares por intereses estratégicos y administrativos. Paralelamente, surgió un nuevo centro de poder: Constantinopla, fragmentándose la unidad, y de esta forma diferentes ciudades alcanzaron prestigio, como Tréveris, Milán o Nicomedia.

La presencia cada vez mayor de pueblos bárbaros y sus continuas incursiones y saqueos, la inamovilidad social en clases muy cerradas, un comercio obstaculizado por las guerras y la dificultad de circulación de hombres y mercancías, la conversión del mundo urbano en rural, y la organización municipal en crisis, supusieron el fin del Imperio de Occidente.

La Casa Romana

Las viviendas romanas podían ser de varios tipos:

  • Insulae: edificios de pisos, hechos con materiales pobres que solían incendiarse y derrumbarse con facilidad.
  • Domus: la vivienda tradicional patricia.
  • Villas: viviendas situadas en el campo.
  • Palacio: vivienda ostentosa y enorme dentro de la ciudad.

Nos vamos a centrar en la domus, versión de la típica casa mediterránea, cerrada al exterior y con las habitaciones abiertas a un patio. Las mejores casas estaban pintadas generalmente en tonos rojizos y con el suelo cubierto de mosaicos. Las partes de una domus son:

  1. Atrium: Este patio era en principio una especie de vestíbulo, pero pronto se convirtió en el centro de la vida familiar.
  2. Impluvium: Estanque situado en el atrium. Junto a él se rendía culto a los dioses familiares y se conservaban las imágenes de cera de los antepasados, y todo el conjunto se consideraba como un santuario.
  3. Compluvium: Tejado inclinado hacia el interior que permitía entrar la luz y recoger agua de lluvia en el impluvium.
  4. Triclinium: Comedor.
  5. Tablinium: Era la habitación principal, que servía para guardar los archivos familiares o recibir a los invitados importantes. A falta de triclinium, servía de comedor.
  6. Peristilo: Pronto la domus añadió un segundo patio de influencia griega, más ameno, con plantas, fuentes, jardines y un pórtico con columnas.
  7. Triclinium de verano.
  8. Baños: Las casas más ricas tenían pequeñas termas privadas.
  9. Cubícula: Dormitorios y habitaciones para el servicio. En ocasiones, junto a la entrada había dos habitaciones independientes (tabernae) que servían de tienda.

El interior de las casas romanas se decoraba con pinturas murales en las paredes y mosaicos en los suelos. Los temas solían ser geométricos o bien alegóricos. Entre éstos destacan los que representan el universo o los meses del año. El mosaico, conocido en Grecia, se desarrolló en Roma, con distintas técnicas:

  • Opus teselatum: hechos con cubos de mármol de distintos colores.
  • Opus signinum: realizado con guijarros y piezas de barro cocido esmaltadas.
  • Opus sectile: formado con grandes piezas de mármol perfectamente ajustadas.

Características de la Arquitectura Romana

La arquitectura romana mostró signos de ingenio en el campo de la construcción, aportando numerosas novedades, tanto en el tratamiento del muro, como en los alzados y cubiertas.

Del etrusco tomó el grosor de los muros, el arco de medio punto y la bóveda de cañón.

La unión del muro y el arco jugó un papel destacado, ya que permitía repartir el peso de un modo racional, mediante el uso de estribos.

La construcción de la bóveda fue posible gracias al invento del hormigón (opus caementicium), lo que permitió a los arcos descansar directamente sobre los arcos fajones.

Otra importante aportación fue la bóveda de arista, utilizada en las termas. Su uso rebajaba el peso de la bóveda de cañón, repartiendo mejor el peso.

Por otro lado, al permitir abrir huecos, posibilitaba espacios mejor iluminados. Sobre todo, fue muy empleada la luz cenital.

Tipos de aparejo:

  • Opus incertum
  • Opus latericium
  • Opus quadratum
  • Opus reticulatum de frente.
  • Opus reticulatum
  • Opus spicatum

Escultura Romana

Roma hizo dos aportaciones esenciales en el campo de la escultura: el retrato y el relieve descriptivo. Para las primeras, y partiendo de una evolución, el origen de su realismo se encuentra en las máscaras funerarias por influencia etrusca, como también del retrato griego.

Las imágenes maiorum se encontraban en las casas, y se obtenían de las mascarillas tomadas del muerto, y que servían para recordarlo.

Se guardaba con los titulus, que era el cursus honorum o vida pública del difunto. Por lo tanto, el rostro tenía que ser un reflejo de su vida.

Durante el retrato en época republicana, precisamente el escultor reflejará sólo el pasado, mostrando la intensidad de la vida mediante los surcos o arrugas de la cara, predominando sobre todo el retrato de ancianos. Son numerosos los ejemplos que han llegado de este conflictivo período, por ejemplo, de César, Sila o Pompeyo.

A partir del primer cuarto del siglo I a. C., aparecen en el retrato dos tendencias: la corriente latinizante, en donde se mantiene la fuerza del retrato republicano, y la corriente helenizante, más idealizada.

En el caso de los relieves, el arte romano brilló con luz propia. Si observamos con detenimiento las obras que han llegado, como por ejemplo el Ara Pacis o la Columna Trajana, entre otros ejemplos, en este último, la narración, el tratamiento del espacio y el ritmo compositivo la convierten en una obra excepcional.

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