La Evolución Temática en la Obra de Miguel Hernández: Del Vitalismo al Canto de la Ausencia
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Vida y Muerte en la Obra de Miguel Hernández
Nacido en 1910 en el seno de una familia humilde, el oriolano Miguel Hernández Gilabert está considerado como uno de los poetas más significativos del siglo XX. Aunque cronológicamente pertenece a la Generación del 36, varios factores lo relacionan estrechamente con la del 27.
Primera Etapa: Vitalismo y Optimismo Natural
La mayor parte de los primeros poemas contiene un soporte de cierta despreocupación consciente, de vitalismo despreocupado y, en ciertas ocasiones, de optimismo natural. En esta época, su vida va por un camino (sueña con poder vivir para dedicarse a la poesía) y su obra por otro (contempla el mundo desde la perspectiva de sus poetas leídos y admirados).
El Homenaje a la Naturaleza
En su primera etapa, son muchos los poemas en los que se rinde homenaje a la naturaleza:
- Las plantas
- Las piedras
- Los insectos, etc.
Todo lo vivo es bello. Más allá de la vida que confiere a las cosas, el vitalismo de Miguel Hernández percibe los objetos como si estuvieran vivos: la piedra amenaza, la luna se diluye en las venas, la palmera le pone tirabuzones a la luna, la espiga aplaude al día, a la vida.
El Sentimiento Trágico: La Pena Amorosa en El rayo que no cesa
Las «heridas» hernandianas («la de la vida, la del amor y la de la muerte») comienzan a sentirse en El rayo que no cesa, cancionero de la pena amorosa, del sentimiento trágico del amor y de la idea de que la vida es muerte por amor.
Símbolos de Amor y Destrucción
El toro se convierte aquí en la figura que representa la voz del poeta: grito, mugido, rabia indisimulada, fracaso amoroso anunciado, presagio de destrucción... El amor y muerte se plasman en los símbolos del toro y la sangre, a los que se une una constelación de elementos cortantes e hirientes, instrumentos fulminadores para el poeta:
- La espada
- El cuchillo
- El rayo
- Los cuernos
- El puñal
Estos instrumentos del dolor que proporcionan alguna suerte de herida adquieren una expresividad dramática.
La Guerra y el Dolor: De lo Combactivo a la Desolación
Con la llegada de la guerra, la voz poética adquiere un tono combativo en Viento del pueblo, donde la muerte se convierte en parte de la lucha por la victoria. Pero el optimismo inicial deriva en dolor y pesimismo por el conflicto bélico.
El Pesimismo del Conflicto Bélico
Así se aprecia en El hombre acecha (1939), donde los muertos ya no son héroes sino víctimas y donde el último estertor rige el destino de los oprimidos.
La Desolación Final: Cancionero y romancero de ausencias
Sin embargo, es en Cancionero y romancero de ausencias donde se configura este poemario de la desolación, marcado por una serie de tragedias personales y colectivas:
- La muerte de su primer hijo
- La pérdida de la guerra
- El odio de la posguerra
- La condena a muerte
- La posterior enfermedad y la soledad