El existencialismo de Simone de Beauvoir y el análisis de la condición femenina

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El existencialismo de S. de Beauvoir

El existencialismo es un movimiento filosófico de mediados del siglo XX en el que se encuentran Sartre y Simone de Beauvoir.

El primer principio del existencialismo afirma que la existencia precede a la esencia, primero somos y luego existimos. El ser humano al nacer existe, pero no es nada porque nada ha hecho o actuado en este mundo, no ha tomado ninguna decisión. El ser humano al nacer tiene la misma naturaleza que el resto de los seres humanos, la biología no nos hace distintos unos de otros. Lo que nos diferencia, nuestra esencia, está en nuestra actuación y creando sus propios proyectos. Y puede elegir cómo hacerlo. Por ello, el ser humano es completamente libre y, por tanto, el único responsable de lo que haga de sí mismo. Por otra parte, nuestras decisiones sobre nuestra vida implican a las demás personas al actuar y, en consecuencia, también somos responsables de la acción de los demás y de toda la humanidad. Esta responsabilidad genera angustia porque para elegir debemos renunciar a la vez lo que no hemos elegido. Y porque desde el ateísmo, solo depende del ser humano, estamos solos en esa decisión. Es una moral de acción y de compromiso con el mundo. El existencialismo niega el determinismo psicológico, social o económico que dicen que son excusas para no actuar.

Método regresivo-progresivo en el análisis de la condición femenina

El método regresivo-progresivo se trata de un método de investigación que aborda su objeto de estudio desde dos perspectivas:

  • Perspectiva analítica y regresiva (primer volumen del Segundo sexo) cuyo o Perspectiva analítica Parte de la falta de simetría entre la feminidad y la masculinidad en la mayor parte de las sociedades. Lo masculino se ha identificado con lo humano y lo femenino con la “carencia” de determinadas características respecto a lo masculino. Estas carencias se asocian a la sexualidad específica de las mujeres como si el cuerpo de la mujer estuviera lastrado, como un ser incompleto o defectuoso en comparación al varón. La humanidad es masculina y la mujer se define en relación al hombre.
  • Beauvoir se propone conocer por qué ha sucedido esto, por qué la mujer se define respecto al hombre y no al revés. Por qué el hombre es el sujeto y ella no. Ella no es esencial. Es la Alteridad. Simone se pregunta por qué se ha dado la sumisión.
  • Perspectiva sintética y progresiva. (Segundo volumen del Segundo sexo) Una vez se ha analizado las causas de la creación de la asimetría y sometimiento de la mujer a lo largo de la historia, en este volumen, describe cómo se modifica superando las distintas situaciones. Explica la formación o socialización de las mujeres y explica cómo la mujer puede liberarse.

Problematización de la categoría “mujer”

¿Qué es una mujer? Es la pregunta de la que parte Simone y le lleva a una duda radical sobre el concepto de mujer.

En primer lugar, Beauvoir señala el uso contradictorio que se hace del uso de mujer cuando se vincula al hecho biológico, como hembra del ser humano, junto al hecho de considerar que hay unas más mujeres que otras. Como si se pudiera medir si se es más o menos mujer. Esto se relaciona con la “feminidad”, cualidad que tendrán las mujeres en mayor o menor medida como si tuvieran que tender hacia un eterno femenino (valor absoluto de la feminidad). Parece ser que el hecho de ser mujer no es suficiente para definir a las mujeres que precisan de la cualidad de la feminidad. El eterno femenino supone un estereotipo falso que tiene como consecuencia la discriminación hacia las mujeres poco “femeninas”.

La feminidad es un mito forjado a lo largo del tiempo y que empieza a desmoronarse a principios del siglo XX. Ser una mujer, desde el punto de vista tradicional, supone cualidades como la pasividad, dependencia, emotividad, y esto no es algo natural, sino el resultado de un proceso de aprendizaje que empieza desde el primer momento de la historia del individuo. “¡No se nace mujer, se llega a serlo!”. Por ello, Simone de Beauvoir cuando se habla de la mujer no solo se habla simplemente de la hembra humana sino del ser social al que llamamos mujer y esto implica un ser que ejerce roles sociales.

Tradicionalmente se ha asociado “ser mujer” a realizar funciones vinculadas al cuidado de los demás (hijos, mayores o dependientes) y se la ha excluido del ejercicio de otras funciones que se desligaban de la afectividad (el poder, la política, determinados trabajos, el deporte…) Esto se justificaba porque se les atribuye características supuestamente naturales tanto para las mujeres como para los hombres. Estas supuestas características naturales de la mujer eran la pasividad, la dependencia, emotividad, sensibilidad, efectividad, debilidad, necesidad de protección, frivolidad, incapacidad técnica, irracionalidad, gusto por la belleza. Será el eterno femenino.

En cambio, en el hombre se supone las siguientes características naturales: capacidad de ejercer el poder, control de la emotividad, racionalidad, autonomía, capacidad de acción, gusto por el riesgo, rigor, seriedad, falta de sensibilidad, valentía. Será el eterno masculino.

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