Exploración Narrativa y Estilística en 'El Camino' de Delibes
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En cuanto al narrador y el punto de vista, los críticos han señalado que Daniel es quien recuerda y quien ve lo que le rodea. Sin embargo, no es él quien cuenta la novela, sino un narrador solidario con su punto de vista, aunque al lector no siempre le sea fácil percibirlo. Ese narrador solidario sabe más del personaje y es quien emplea palabras que no parecen propias del bagaje lingüístico de un niño de once años. Además, Daniel no recuerda en primera persona, ni todo lo que se cuenta en la novela pueden ser recuerdos suyos. En este sentido, en El camino se distinguen varios planos:
- Las experiencias vividas y recordadas por Daniel con sus amigos.
- Aquellas anécdotas que pertenecen a la historia colectiva del pueblo y del valle, que ha oído contar.
- Toda una serie de datos que Daniel no ha podido conocer y que hacen referencia a los sentimientos de algunos personajes, así como la utilización de un vocabulario impropio de un niño.
Dicho de otra manera, tenemos un narrador en tercera persona que, sin embargo, lo narra todo desde la perspectiva de Daniel, el protagonista. Precisamente la complejidad de la novela deriva de la novelización del punto de vista del protagonista y la habilidad extraordinaria de Delibes consiste en hacer creer al lector que todo lo que se cuenta es fruto de los recuerdos de Daniel.
Teniendo en cuenta que en la novela hay en realidad dos narradores, el estilo indirecto libre se convierte en el medio más adecuado para dar la voz al personaje de Daniel. Esta dualidad se pone de manifiesto desde el comienzo de la novela. El estilo indirecto libre permite reflejar, de forma convincente y vivaz, el pensamiento del personaje sin prescindir de la 3ª persona del narrador. Como marcas lingüísticas de su presencia encontramos el uso del imperfecto de indicativo, la reconversión de la 1ª persona "yo" en la 3ª persona "él", la afectividad expresiva proporcionada por exclamaciones, interrogaciones, coloquialismos, así como la ausencia de los verba dicendi. El capítulo 1 es un buen ejemplo de cómo Delibes quiere situar siempre la narración desde la perspectiva del protagonista. Cada vez que el relato se adentra en la intimidad del protagonista (manifestaciones espontáneas, revelación de su estado anímico, su visión del mundo) es él, y no el narrador omnisciente, quien habla gracias a este recurso narratológico.
El propio Delibes dijo en numerosas ocasiones que los ingredientes necesarios para escribir una novela se reducen a tres: "un hombre, un paisaje y una pasión". De estos tres elementos, la creación de los personajes tiene una importancia capital para el autor. Delibes, como Unamuno, era un gran creador de personajes vivos, en buena medida prolongaciones de su propio yo. Muchos de los personajes están definidos por un apodo que subraya un rasgo físico, psicológico o el oficio que desempeñan. Otras veces la caracterización del personaje se resuelve mediante una aposición: "Andrés, el hombre que de perfil no se le ve". El protagonista de El camino es Daniel. Su nombre, de cariz simbólico, lo decidió su padre porque admiraba el valor del profeta Daniel y la fuerza de su mirada, que bastaba para mantener a raya a los leones en la historia bíblica; su mote de Mochuelo, se le ocurre a su amigo Germán, experto en pájaros, precisamente por su forma de mirar "atento, concienzudo e insaciable". Daniel no comprende la decisión de su padre de mandarle a la ciudad a estudiar porque para él su destino es permanecer en el medio rural en el que ha nacido y del que se siente parte integrante. A medida que avanza el relato vemos que es un muchacho ingenuo e inocente que madura y evoluciona desde la infancia a la pubertad. Algunas anécdotas son indicativas de este proceso de maduración personal como el capítulo VII donde descubre la realidad sexual, el IX donde queda fascinado ante la belleza de la Mica, el capítulo XVII donde admira la cicatriz de Roque, el Moñigo, que interpreta como signo de hombría y heroísmo, su relación sentimental cambiante con Uca-uca, capítulos XI y XIII; y por último el suceso trágico que evidencia cómo ha cambiado Daniel, es la muerte de su amigo Germán, el Tiñoso. La constatación trágica de que la vida era finita y el sentimiento de soledad y desolación que experimenta Daniel son el único motivo de verdadero y profundo dolor en su conciencia antes de partir hacia la ciudad. En el capítulo XIX se dará cuenta de que "Vivir era ir muriendo día a día, poquito a poco, inexorablemente".
Completan el paisanaje del pueblo una serie de personajes retratados tanto física como psicológicamente con extraordinaria habilidad por parte de Delibes y que quedan progresivamente incluidos en la vida de Daniel. A otros personajes los evoca sentimentalmente (Mica, Quino, el Manco, Uca-uca) o los retrata de forma caricaturesca teñida de benévola ironía (Lola, la Guindilla mayor, don Moisés, el maestro).
Frente a sus dos primeras obras, en El camino Delibes inaugura una nueva forma de narrar con precisión y autenticidad del lenguaje, depurando los excesos retóricos y buscando una lengua viva, capaz de reflejar la realidad de los personajes y las peculiaridades del mundo rural. El autor se erige en notario de un mundo condenado a desaparecer por despoblamiento y abandono de los pueblos y la pérdida de un lenguaje precioso con el que nombrar los utensilios y las tareas del campo (cambera, entremijo, acitara, bardales, ráspanos, varga, boruga...). Otro rasgo distintivo del estilo de la novela es el uso abundante de estructuras binarias de sustantivos o adjetivos sinónimos que subrayan el ritmo de la prosa: "ya no le hacía arrumacos ni carantoñas", "el quesero se tornó taciturno y malhumorado", "era corpulenta y maciza". También es frecuente las construcciones trimembres de adjetivos aplicadas al mismo sustantivo: "la muerte era lacónica, misteriosa y terrible", "la vida era así de rara absurda y caprichosa". También es destacable la precisión del lenguaje cinegético, del nombre de los pájaros, el uso de frases hechas propias del lenguaje coloquial. En cuanto a las figuras retóricas es frecuente la utilización de onomatopeyas, las repeticiones y paralelismos que acentúan el ritmo y la musicalidad de la prosa, polisíndeton, comparaciones, personificaciones, metáforas, sinécdoques. Todos estos recursos, junto a la palabra justa, el adjetivo exacto, con que el otro yo de Delibes, la memoria infantil de Daniel evoca sus recuerdos y sensaciones, convierten a la novela desde las primeras páginas en memoria sensorial, plástica, que surge por el influjo de un sonido, de un aroma y hacen de ella un texto sugerente y auténtico.
Etapas en la Obra de Delibes
Como conclusión resumimos las distintas etapas por las que ha ido transcurriendo la obra de Delibes, este novelista que atravesó el siglo (1920-2010):
Primeros años:
En 1947 gana el Premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada, cuyo tema principal es la muerte, que corta los hilos de la ilusión humana. (Novela existencial de los años cuarenta).
Segunda etapa:
Con El camino (1950), se inicia en la corriente del realismo social (años 50). Mi idolatrado hijo Sisi (1959) y La hoja roja (1959) se desarrollan en espacios urbanos y en ellas critica a la burguesía provinciana. En Las ratas (1962) destaca por la sobriedad de su estilo y el uso del rico léxico del mundo rural.
Tercera etapa:
En ella experimenta con nuevas técnicas (años 60-70). En Cinco horas con Mario (1966) juega con el tiempo, incorpora el tú narrativo. Parábola del náufrago (1969) presenta una sistemática destrucción de los elementos formales del relato e incluso del lenguaje.
Entre sus últimas obras destacan Señora de rojo sobre fondo gris (1991), historia de un amor en carrera desenfrenada hacia la muerte y El hereje (1998), novela histórica, ambientada en el siglo XVI, en defensa de la libertad y la tolerancia religiosa.