Explorando la Conciencia, la Existencia Divina y la Relación Personal con Dios
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La voz de la conciencia
Con su sentido del bien moral, el hombre se siente responsable de sus propios actos. Escucha en su interior una voz que aprueba unas acciones como buenas y recrimina otras como malas. Esta voz es como una norma moral o ley interior, que el hombre no se ha dado a sí mismo, ni la tiene impuesta por otro hombre ni por la sociedad. Sin embargo, el hombre se siente movido en lo más profundo de su conciencia a amar y practicar el bien y a evitar el mal.
La experiencia de su responsabilidad personal hace intuir al hombre que la voz de su conciencia es el eco de una voz que le orienta en sus acciones y le juzga, y que viene de un Ser que es anterior a él y que está por encima de él.
La conciencia es el núcleo más íntimo del hombre. En esa intimidad, el hombre se siente a solas consigo mismo, y es capaz de descubrir la voz de Dios, infinitamente más justa y verdadera que la voz que resuena en su corazón. Los hombres han visto la voz de Dios en los juicios de conciencia.
Cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y de practicar el bien, la conciencia del hombre se oscurece progresivamente por el hábito del pecado; y la vida se hace insufrible. El remordimiento interior, que impide la felicidad del hombre, solo es explicable admitiendo la existencia de un Dios que es felicidad plena y que ha creado al hombre para que participe de esa felicidad eternamente.
Entre las religiones históricas surgidas del corazón del hombre, el hinduismo y el budismo buscan preferentemente la paz y la serenidad de la conciencia del hombre, por medio de la vida ascética, de la meditación o buscando refugio en Dios con amor y confianza.
Entre los filósofos modernos destaca Kant como el pensador que ha dado a la conciencia moral el oficio de dar a conocer la existencia de Dios.
Las cinco vías de Santo Tomás
Algunos de los argumentos anteriores tienen su explicación profunda en el razonamiento metafísico que hace Santo Tomás en las cinco vías. Consiste en un modo racional de conocer la existencia de Dios y alguna de sus perfecciones, a partir de datos de experiencia ciertos. En concreto, Santo Tomás utiliza los siguientes planteamientos:
Contenidos de las cinco vías
- Vía 1ª: El movimiento. Parte de la experiencia del movimiento y cambio que observamos en las cosas. Todo lo que cambia es movido por otro. Estas experiencias llevan a la conclusión de un motor inmóvil, un primer motor no movido por nadie; es decir, lleva a la exigencia de un ser cuyo movimiento no produce cambios en sí mismo, porque su obrar es su propio ser. De ahí que el movimiento que se observa en las cosas del mundo lleva al motor inmóvil. Se trata del ser que subsiste en sí mismo, y al que los hombres entienden como Dios.
- Vía 2ª: La causalidad eficiente. Parte de la experiencia de la causalidad de las cosas producidas; es decir, se dan causas eficientes que requieren siempre otra causa anterior. La experiencia de causa-efecto exige una causa primera o incausada, a la que están subordinadas todas las demás causas. Por eso se afirma que las causas eficientes subordinadas entre sí llevan a la primera causa eficiente incausada.
- Vía 3ª: La contingencia. Parte de la existencia de la generación y la corrupción que vemos en las cosas; es decir, se da la contingencia de los seres existentes, que son pero pueden no existir. Estas cosas no existen por sí mismas, no son la existencia, sino que la reciben de otro ser diferente. La contingencia de los seres exige la existencia de un ser necesario que existe por sí mismo y cuya existencia es eterna. Las cosas contingentes llevan al Ser necesario.
- Vía 4ª: Los grados de perfección. Parte de la experiencia de realidades más perfectas y realidades menos perfectas; en otros términos, parte de los grados de perfección que se dan en las cosas (bondad, belleza). Estos grados o niveles de perfección no existen por sí mismos, son limitados. Estos grados de perfección exigen la existencia de un ser supremo que es perfecto en sí mismo, que es idéntico a las perfecciones mismas, y a la vez es la causa de todas las perfecciones. La mayor o menor perfección de las cosas lleva al Ser que es la causa de esas perfecciones.
- Vía 5ª: La finalidad u orden del universo. Parte de la experiencia del orden del universo; se da un orden y finalidad interna en las cosas existentes. Este orden y finalidad no tiene su principio en las mismas cosas, sino que lo han recibido de otro ser. El orden del mundo exige una inteligencia suprema que dirige todas las cosas naturales a sus respectivos fines. El orden del mundo lleva a la Sabiduría ordenadora.
Relación con Dios
La relación humana más importante es la relación con Dios. La narración bíblica no habla de la semejanza del hombre con el resto de las criaturas, sino solamente con Dios; el relato de Génesis 1 hace, según Juan Pablo II, una definición del hombre sobre la base de su relación con Dios (“a imagen de Dios lo creó”) que incluye, al mismo tiempo, la afirmación de la imposibilidad absoluta de reducir al hombre al “mundo”, es decir, al conjunto visible de los cuerpos. A pesar de esto, también el hombre es cuerpo. Por consiguiente, la relación del hombre con Dios está en la misma esencia del hombre. Y hay que tener en cuenta que Dios es una comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El Catecismo afirma que el hombre es “capaz” de Dios.
“El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: ‘La razón más alta de la dignidad humana –dice Gaudium et Spes (GS)- consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su creador’.”
Juan Pablo II enseña que la imagen de Dios significa sobre todo la relación del hombre con Dios:
“El hombre se encuentra desde el principio, en una particular relación con Dios. La descripción de la creación nos permite constatar que la ‘imagen de Dios’ se manifiesta sobre todo en la relación del ‘yo’ humano con el ‘Tú’ divino. El hombre conoce a Dios, y su corazón y su voluntad son capaces de unirse con Dios: ‘homo est capax Dei’.”
Se trata de una iniciativa soberana de Dios creador, que alcanzará su plenitud en la Alianza definitiva y eterna que Dios realizará con la humanidad en Jesucristo. El hombre puede decir “sí” a Dios, pero también puede decirle “no”. La capacidad de acoger a Dios y su santa voluntad, pero también la capacidad de oponerse a ella.
El Vaticano II expresa la misma verdad con un lenguaje muy propio del mundo contemporáneo: desde la libertad humana.
Por ejemplo, la Constitución pastoral Gaudium et Spes afirma:
“La orientación del hombre hacia el bien solo se logra con el uso de la libertad… La dignidad humana requiere que el hombre actúe según su conciencia y libre elección.”
“Por su interioridad es superior al universo entero: a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente decide su propio destino.”
“La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre.”
La verdadera libertad es la libertad en la verdad, grabada, desde el principio, en la realidad de la imagen divina.
En virtud de esta “imagen” -apunta Juan Pablo II-,
“el hombre, como sujeto de conocimiento y libertad, no solo está llamado a transformar el mundo según la medida de sus justas necesidades, no solo está llamado a la comunión de personas propias del matrimonio (communio personarum), de la que toma origen la familia, y consiguientemente toda la sociedad, sino que también está llamado a la Alianza con Dios. Efectivamente, él no es solo criatura de su Creador, sino también imagen de su Dios.”
La oración, relación personal con Dios
El modo más sencillo y universal de relacionarse con Dios es la oración personal. Dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que
“la oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones.”
Se trata de una relación de persona a persona estimulada por el amor y que hace participar al hombre de la riqueza de las relaciones del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo.
La oración es una experiencia universal de todos los pueblos. La encontramos en todas las religiones y busca siempre la relación del hombre con Dios. Por la creación, Dios llama al hombre desde la nada a la existencia; y el hombre es capaz de reconocer a Dios, incluso después del pecado original pues Dios, como dice San Pablo, “no está lejos de cada uno de nosotros”. Las formas de la oración son muy variadas, desde el diálogo íntimo con Dios hasta la reflexión concentrada para alejarse del mundo, pasando por fórmulas y ritos diversos, individuales y colectivos. Sea de una u otra manera, por la oración el hombre busca la ayuda de Dios.
El modelo de toda oración lo encontramos
“en la oración filial de Jesús. Hecha con frecuencia en la soledad, en lo secreto, la oración de Jesús entraña una adhesión amorosa a la voluntad del Padre hasta la cruz y una absoluta confianza en ser escuchada.”
Los Hechos de los Apóstoles testimonian la oración de los primeros cristianos:
“Perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.”
Este texto hace una secuencia de actos que son típicos de la oración de la Iglesia:
- La oración del cristiano es doctrinal y se fundamenta en la enseñanza de los Apóstoles.
- Es una oración que fortalece la unión de los cristianos, la comunión entre los que son y se sienten hermanos.
- Está alimentada por la participación en la Eucaristía y, consiguientemente, por la recepción del sacramento de la penitencia, que nos prepara para la Eucaristía.
- Se explaya en la oración personal que busca el trato con Dios.
La oración cristiana presenta varias formas principales:
La bendición
Entrega de dones de Dios al hombre –Dios bendice al hombre– y respuesta agradecida del hombre a los dones de Dios: bendecimos al Todopoderoso, quien primeramente nos ha bendecido y nos ha colmado con sus bienes.
La adoración
Exaltación gozosa del hombre que se reconoce criatura y pecador ante la grandeza del Creador y Salvador.
La petición
Principalmente, solicitud o llamada para alcanzar la vida eterna. Además, puede adoptar diversas formas: petición de perdón por los pecados cometidos; búsqueda del reino y cooperación para su venida (evangelización, apostolado); súplica humilde y confiada por todas las necesidades espirituales y materiales de los hombres.
La intercesión
Petición a favor de otra persona. Esta oración une con la oración de Jesús, que intercede ante el Padre por todos los hombres, en particular, por los pecadores. La intercesión se extiende también a pedir a favor de los enemigos.
La acción de gracias
Oración para agradecer los beneficios recibidos; en realidad, todo acontecimiento se convierte para el cristiano en motivo de agradecimiento, pues todo es ocasión para la unión con Dios, como nos lo manifiesta el caso extremo del martirio. Por eso, se puede decir que la Iglesia da gracias a Dios incesantemente, sobre todo, cuando celebra la Eucaristía, en la cual Cristo hace partícipe a la Iglesia de su acción de gracias al Padre.
La alabanza
Reconocimiento de la grandeza y bondad de Dios. Es la forma de oración que, de manera más directa, reconoce que Dios es Dios; es totalmente desinteresada: canta a Dios por sí mismo y le da gloria por lo que Él es.
El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento comprende 27 libros. Ofrece la salvación realizada por Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Sus libros suelen agruparse del modo siguiente:
- Libros históricos, que comprende los cuatro Evangelios y los Hechos de los Apóstoles; aquí encontramos la principal revelación sobre Jesucristo.
- Libros sapienciales, que comprende las cartas de San Pablo y la de los Hebreos, más las llamadas cartas católicas, escritas para todas las comunidades cristianas.
- Un libro profético, el Apocalipsis de San Juan.
El Catecismo da la siguiente orientación para el Nuevo Testamento:
“La palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento. Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo.”
Libros históricos
- Evangelio según San Mateo
- Evangelio según San Marcos
- Evangelio según San Lucas
- Evangelio según San Juan
- Hechos de los Apóstoles
Libros sapienciales o Cartas apostólicas
- Epístola de San Pablo a los Romanos
- Primera Epístola de San Pablo a los Corintios
- Segunda Epístola de San Pablo a los Corintios
- Epístola de San Pablo a los Gálatas
- Epístola de San Pablo a los Efesios
- Epístola de San Pablo a los Filipenses
- Epístola de San Pablo a los Colosenses
- Primera Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses
- Segunda Epístola de San Pablo a los Tesalonicenses
- Primera Epístola de San Pablo a Timoteo
- Segunda Epístola de San Pablo a Timoteo
- Epístola de San Pablo a Tito
- Epístola de San Pablo a Filemón
- Epístola a los Hebreos
- Epístola de Santiago
- Primera Epístola de San Pedro
- Segunda Epístola de San Pedro
- Primera Epístola de San Juan
- Segunda Epístola de San Juan
- Tercera Epístola de San Juan
- Epístola de San Judas
Libro profético
- Apocalipsis de San Juan