Explorando la Literatura Hispanoamericana del Siglo XX y el Legado Artístico de El Greco

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La Literatura Hispanoamericana del Siglo XX: Evolución y Protagonistas

Desde la segunda mitad del siglo XX, la literatura hispanoamericana alcanzó reconocimiento mundial por su riqueza y calidad. Tras una etapa de dependencia europea, se emancipó gracias al modernismo, las vanguardias y el regreso al realismo, con la “novela de la tierra”.

La Poesía Hispanoamericana: Voces y Tendencias

En poesía, el posmodernismo reaccionó contra la retórica modernista. Destacan Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, con una poesía intimista y sencilla.

  • Nicolás Guillén (poesía afroantillana) mezcla vanguardia y folclore en su poesía afroantillana.
  • César Vallejo expresa dolor existencial en “Los heraldos negros”, experimenta con el lenguaje en “Trilce” y adopta un tono social en “Poemas humanos”.
  • Pablo Neruda combina romanticismo y modernismo en “Veinte poemas de amor”, surrealismo en “Residencia en la tierra” y una poesía comprometida en “Tercera residencia”.
  • Octavio Paz, con “Libertad bajo palabra”, representa la síntesis poética del siglo XX.

La Narrativa Hispanoamericana: Del Regionalismo al Boom

En narrativa, la novela regionalista aborda el conflicto hombre y naturaleza:

  • La vorágine” (José Eustasio Rivera)
  • Doña Bárbara” (Rómulo Gallegos)

La novela social retrata luchas colectivas:

  • Los de abajo” (Mariano Azuela)
  • El mundo es ancho y ajeno” (Ciro Alegría)

La Narrativa Fantástica y Existencial (Años 40)

En los años 40, la narrativa fantástica cobra protagonismo con Jorge Luis Borges (Ficciones, El Aleph), Adolfo Bioy Casares (La invención de Morel) y Julio Cortázar (Las armas secretas), quienes exploran los límites entre realidad y ficción.

La novela existencial, con autores como Juan Carlos Onetti (El astillero) y Ernesto Sábato (El túnel), muestra personajes angustiados y en crisis en un entorno urbano.

El Realismo Mágico y el Boom Latinoamericano

El realismo mágico fusiona lo racional y lo fantástico. Sobresalen Alejo Carpentier (El reino de este mundo), Miguel Ángel Asturias (El señor Presidente) y Juan Rulfo (Pedro Páramo), novela fundamental.

El Boom de los años 60 alcanzó éxito internacional. Gabriel García Márquez brilla con “Cien años de soledad”. También destacan Carlos Fuentes (La muerte de Artemio Cruz) y Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral).

Después del Boom: Nuevas Direcciones

Tras el Boom, la narrativa se vuelve más íntima y realista. Destacan Antonio Skármeta y Alfredo Bryce Echenique tratando temas humanos. Surge la novela de testimonio, con fuerte crítica social, en autores como Elena Poniatowska, Miguel Barnet y Roberto Bolaño (Los detectives salvajes).

El Greco: Maestro del Manierismo Español

Doménikos Theotokópoulos, más conocido como El Greco (aunque era natural de Creta, se pensaba que era griego, de ahí lo de Greco), fue uno de los más grandes pintores del Manierismo.

Comenzó a pintar en Creta, donde recibió la influencia de los iconos bizantinos, lo cual se manifiesta en el uso de personajes con un canon alargado y estilizado (amanerado). Siendo muy joven, viajó hasta Venecia, donde recibió las influencias de Veronese, Tintoretto y Tiziano, del que siempre se consideró discípulo. De ellos adquiere el predominio del color y las composiciones complejas. Después se trasladó brevemente a Roma, lo cual le permitió conocer la obra de Miguel Ángel, del cual aprendió a tratar los desnudos. Hacia 1576 llegó a España, atraído por la fama de las obras de El Escorial y con el deseo de entrar a formar parte del grupo de pintores que trabajaban para Felipe II, pero no resultó del agrado del monarca, lo que significó no poder entrar en el círculo de artistas palaciegos. Tras su fracaso se instaló definitivamente en Toledo, donde trabajó hasta su muerte en 1614.

Estilo y Legado Artístico de El Greco

Allí adquirió fama muy pronto y los encargos de retratos y de obras devocionarias para iglesias se sucedieron sin interrupción. Como retratista, El Greco hubo de ajustarse a sus modelos y lo hizo sin concesiones para los fondos que, por lo general, son completamente neutros, en tonos muy oscuros. Sus retratos son intimistas y hay en ellos un cierto aire de melancolía o de misticismo que debió encajar bien en el espíritu contrarreformista y severo de su tiempo, como vemos en “El Caballero de la mano en el pecho”.

En sus obras devocionarias para iglesias, El Greco se manifiesta con toda su libertad creadora. En su paleta abundan los colores fríos y los cuerpos los alarga y deforma en un auténtico capricho manierista que pretende dotarlos de una mayor espiritualidad, con una libertad compositiva impropia de su época, haciendo más libre su estilo con gran soltura en su pincelada. Solo después de la Primera Guerra Mundial, cuando los artistas modernos nos han enseñado a aplicar el mismo criterio de corrección a todas las obras de arte, el arte del Greco se ha vuelto a descubrir y comprender.

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