Explorando la Personalidad: Teorías Clave de Freud y Mead sobre el Comportamiento Humano

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Las Teorías de la Personalidad: Freud y Mead

La comprensión de la personalidad humana ha sido un pilar fundamental en la psicología y la sociología. Dos figuras influyentes, Sigmund Freud y George Herbert Mead, ofrecieron perspectivas distintivas sobre cómo se forma y se manifiesta la personalidad individual, aunque desde enfoques muy diferentes.

Sigmund Freud (1856-1939): La Dinámica Psicoanalítica de la Personalidad

Sigmund Freud (1856-1939) entendía que el desarrollo de los patrones de comportamiento individual se explica a partir de la tensión existente entre el plano consciente y subconsciente de la persona.

Desde su perspectiva, la personalidad del individuo (pensamientos, acciones y sentimientos conscientes) está determinada por su inconsciente, que permanece reprimido y no es directamente detectable.

Para Freud, el comportamiento humano es el resultado del equilibrio alcanzado en cada persona entre tres elementos que componen la personalidad: el Ello (Id), el Yo (Ego) y el Superyó (Superego).

El Ello (Id): El Reino de las Pulsiones Inconscientes

El Ello (Id), situado en el plano del subconsciente, alude a la necesidad de satisfacer las pulsiones básicas del individuo (impulsos, deseos, instintos, etc.).

Freud distingue aquí entre pulsiones de vida (Eros), de carácter afectivo, que buscan la satisfacción y el placer, y pulsiones de muerte (Tánatos), de carácter agresivo.

El equilibrio entre ambos tipos de pulsiones determina el inconsciente del individuo.

El Ello se desarrolla fundamentalmente a lo largo de la infancia, a través de experiencias personales que, aunque se 'olvidan', resultan esenciales para la configuración de la personalidad.

El Superyó (Superego): La Conciencia Moral y los Valores Sociales

El Superyó (Superego) representa lo opuesto al Ello. Hace referencia a la interiorización de las normas y valores culturales de la sociedad, que definen los límites morales.

A través del Superyó, el individuo incorpora, en un plano consciente, las conductas consideradas positivas y negativas según los patrones culturales de su sociedad (lo que debe o no debe hacer, pensar, etc.).

El Superyó se desarrolla a medida que el individuo experimenta el proceso de socialización. Por ejemplo, el niño socializado en la familia acepta la autoridad de sus mayores y asume sus valores culturales.

El Yo (Ego): El Mediador de la Realidad

Finalmente, el Yo (Ego), o la autoconciencia del individuo, actúa como regulador de las tensiones entre el Ello (inconsciente) y el Superyó (consciente).

Entendido de otra forma, el Yo representa la capacidad del individuo para renunciar a ciertos impulsos.

Su objetivo es buscar un equilibrio satisfactorio entre:

  • La satisfacción de las necesidades inconscientes planteadas por el Ello. Dicho de otra forma, el Yo selecciona las normas que mejor satisfacen estas necesidades.
  • La adecuación del comportamiento individual a las exigencias culturales de la sociedad.

George Herbert Mead (1863-1933): La Personalidad como Construcción Social

Para George Herbert Mead (1863-1933), lo importante es descubrir la sociedad, ya que nos vemos a nosotros mismos tal como creemos que los demás nos ven. Plantea el problema de la personalidad en términos distintos a los de Freud (considera que si no existiera el Ello, no sería necesaria la existencia del Superyó). El conocimiento de la sociedad es el origen del 'Yo'.

Mead considera que, al conocer la sociedad, establecemos relaciones con el resto de individuos que la forman, y a partir de estas interacciones se desarrolla la personalidad.

El elemento central de la personalidad es el Self, entendido como la capacidad de los individuos para reflexionar sobre sí mismos y ponerse en el lugar de los demás.

Gracias al Self, podemos tener una idea sobre nosotros mismos, conforme a lo que creemos que los demás piensan de nosotros.

A partir de estas relaciones, se concluye que la personalidad no es innata, sino que se crea como consecuencia de la socialización. Mead identifica dos componentes en el Self:

  • Yo (I): la parte espontánea y creativa del Self, cómo soy yo en el momento presente.
  • Mí (Me): la parte del Self que internaliza las actitudes de los demás hacia uno mismo, cómo me ven los demás.

Cuando aprendemos a distinguir entre el Yo (I) y el Mí (Me), se puede decir que ya tenemos conciencia de nosotros mismos.

Otra característica que Mead atribuye al Self es su dinamismo, es decir, su capacidad de cambiar con el tiempo y la situación a medida que las experiencias sociales del individuo evolucionan.

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