La expresión oral en situaciones académicas
Clasificado en Magisterio
Escrito el en español con un tamaño de 3,28 KB
Rutinas es el nombre que se le da a estas estructuras comunicativas, en las que habitualmente se distingue entre la información y la interacción.
Las Rutinas son absolutamente culturales y varían entre las comunidades lingüísticas porque también varían las formas de relación de las personas. Algunos ejemplos muy divertidos son: la ceremonia de regateo en los países árabes, la refinada educación británica, la cordialidad de los ambientes rurales, etc.
El conocimiento de las rutinas nos permite ejercitar la primera habilidad comunicativa, que es la planificación del discurso. A partir de la experiencia que tenemos en situaciones parecidas a la que se va a producir, podemos prever lo que pasará y decidir cómo nos comportaremos: sobre qué temas hablaremos (información) y de qué manera (interacción).
Para ejecutar los planes desde el momento en que empiece la entrevista, utilizaremos las microhabilidades específicas de conducción de la interacción. Por un lado, hay que saber colaborar en la selección y en el desarrollo de los temas. Por otro, es necesario saber dominar los turnos de palabra, o sea, saber cuándo se puede hablar, durante cuánto tiempo y cuándo se debe ceder la palabra.
Respecto a este punto se distinguen 5 estrategias concretas:
1.Saber indicar que se quiere hablar (gestos, sonidos, saludos, etc.).
2.Saber tomar la palabra en el momento idóneo.
3.Saber aprovechar la palabra (decir todo lo que toca, adecuarse a la estructura de las intervenciones, etc.).
4.Saber reconocer las indicaciones de los demás para tomar la palabra.
5.Saber dejar la palabra a otra.
Con el tema y los turnos de palabra acordados, el trabajo siguiente que realizan los interlocutores es la negociación del significado: es un proceso de adaptación mutua donde dos discursos tienen que convergir en un único significado. Las habilidades que se utilizan suelen ser de dos tipos: la selección del nivel de explicación (donde los interlocutores tienen que escoger el grado de detalle y desarrollo con que se van a explicar. El defecto de información provoca incomprensión pero el exceso es reiterativo, cansa y aleja la atención de lo que es relevante. Para encontrar el grado adecuado de explicitación hay que tener nociones sobre lo que sabe el receptor y lo que le interesa), y la evaluación o confirmación de la comprensión (los interlocutores confirman que el nivel de explicitación es adecuado y que se ha comprendido el mensaje. Se trata de un proceso de colaboración entre emisor y receptor, en el que ambos participan activamente). En cualquier caso, la negociación del significado está conectada con el proceso de selección lingüística de la expresión.