Fábulas Inmortales: Lecciones de Sabiduría Antigua
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El Etíope
Uno compró un etíope creyendo que su color era tal por descuido del dueño anterior. Y cuando lo llevó a su casa, le aplicaba todo tipo de jabones e intentaba limpiarlo con todo tipo de fricciones. Y no consiguió cambiar el color, sino que con la fatiga le provocó enfermar.
Esta fábula demuestra que las naturalezas permanecen como fueron al principio.
Los Pescadores
Unos pescadores que salieron a pescar, cuando, tras pasar por muchas fatigas durante mucho tiempo, nada capturaron, estaban fuertemente desanimados y se disponían a regresar. De repente, un atún, perseguido por unos peces enormes, saltó al barco de estos. Ellos, tras cogerlo, regresaron con satisfacción.
Esta fábula demuestra que muchas veces, lo que no ha proporcionado la habilidad, eso lo ofrece la fortuna.
La Zorra y las Uvas
Una zorra hambrienta, cuando contempló unos racimos de uva colgando de una parra, quiso alcanzarlos y no pudo. Y apartándose se dijo a sí misma: "Están verdes".
Así también, algunos hombres, no pudiendo alcanzar las cosas, por su debilidad acusan a las circunstancias.
La Zorra y el León
Una zorra que no había visto nunca un león, cuando se lo encontró por casualidad, al verlo por primera vez se perturbó tanto que casi se muere. Al encontrárselo por segunda vez, sintió temor, pero no tanto como antes. Y al verlo por tercera vez, sintió tanto valor que incluso acercándose dialogaba con él.
Esta historia demuestra que la rutina calma incluso lo temible de las cosas.
La Zorra y el Leopardo
Una zorra y un leopardo rivalizaban acerca de su belleza. Y como el leopardo exponía continuamente el colorido de su cuerpo, la zorra, como réplica, dijo: "¿Y cuánto más hermosa que tú soy yo, que no en mi cuerpo sino en mi alma estoy adornada?".
Esta historia demuestra que la belleza interior o la sabiduría es superior a la belleza física.
La Zorra ante la Máscara
Una zorra, tras entrar en la casa de un citaredo y tras inspeccionar cada uno de sus aparejos, encontró una cabeza de una máscara bellamente labrada. Y tras levantarla con sus propias manos dijo: "¡Qué cabeza, y no tiene cerebro!".
Esta fábula se aplica a hombres bien dotados en su cuerpo pero insensatos en su alma.
El Asesino
Uno, tras matar a un hombre, era perseguido por los familiares de aquel. Y encontrándose río abajo, tras encontrarse con él un lobo, atemorizado se subió a un árbol que había junto al río y allí se ocultaba. Y tras darse cuenta de que una víbora ascendía contra él, se tiró al río. Y un cocodrilo que lo esperaba en él lo devoró.
Esta historia demuestra que ni el elemento terrestre, ni el aéreo ni el acuático son seguros para los hombres malditos.
El Hombre y el León
En cierta ocasión caminaba un león con un hombre. Cada uno se vanagloriaba con sus propios argumentos. Y entonces en el camino había una estela de piedra de un hombre dominando a un león. Y el hombre mostrándosela al león dijo: "¿Ves tú cómo somos mejores que vosotros?". Y él dijo sonriendo irónicamente: "Si los leones supieran esculpir, verías a muchos hombres bajo un león."
Esta historia demuestra que muchos, a quienes la experiencia no respalda como valientes o aguerridos, se vanaglorian de serlo solo de palabra.
El Oso y la Zorra
Un oso se vanagloriaba ostentosamente de ser amigo del hombre, porque no se comía un cuerpo muerto. La zorra le dijo: "¡Ojalá devoraras muertos, y no a los que están vivos!".
Esta fábula censura la hipocresía y la vanagloria de quienes se jactan de no cometer males menores mientras perpetran otros mayores.
La Rana y la Zorra
Estando en cierta ocasión una rana en una charca, gritando a todos los animales: "¡Yo soy médico conocedor de remedios!", una zorra, al oírla, dijo: "¿Cómo vas a salvar tú a otros, sin curarte a ti misma que estás coja?".
Esta fábula demuestra que quien carece de la habilidad o el conocimiento básico, ¿cómo puede pretender ayudar o enseñar a otros?
Los Bueyes y los Ejes
Unos bueyes arrastraban un carro. Y como el eje rechinaba, volviéndose le dijeron: "Eh, tú, mientras nosotros llevamos el peso, ¿tú te quejas?".
Así también, algunos hombres, mientras otros padecen, ellos fingen sufrir.
La Comadreja y la Lima
Una comadreja que entró en el taller de un herrero, lamía una lima que allí estaba tirada. Sucedió que, al frotar la lengua, caía mucha sangre. Y esta se regocijaba porque suponía que estaba consumiendo el hierro, hasta que perdió completamente la lengua.
Esta historia se aplica a quienes, por obstinación o porfía, se causan daño a sí mismos.