Federico García Lorca: Biografía, Obra y la Visión de La Casa de Bernarda Alba

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Contextualización del Autor y su Obra

Nació en el municipio de Fuente Vaqueros, Granada (España), en el seno de una familia de posición económica desahogada, el 5 de junio de 1898. Fue bautizado con el nombre de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca. Su padre fue Federico García Rodríguez, un hacendado, y su madre, Vicenta Lorca, maestra de escuela que fomentó el gusto literario de su hijo.

Desde los 2 años, según uno de sus biógrafos, Edwin Honig, Federico García Lorca, mostró su habilidad para aprender canciones populares, y a muy temprana edad escenificaba en miniatura oficios religiosos. Su salud fue frágil; no empezó a caminar hasta los cuatro años. Leyó en su casa obras de Víctor Hugo y de Miguel de Cervantes. Como estudiante, fue algo irregular. De niño, fue puesto bajo la tutela del maestro Rodríguez Espinosa en Almería, ciudad en la que residió con su familia entre 1906 y 1909.

Inició el bachillerato al regresar a su provincia natal y abandonó la Facultad de Derecho de Granada para instalarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid (1918-1928). Pasado un tiempo, regresó a la Universidad de Granada, donde se licenció en Derecho, aunque nunca ejerció la abogacía, puesto que su verdadera vocación era la literatura.

Caracterización de la Obra

Resumen

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Tema

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Estructura

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Justificación del Carácter Literario

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Relación entre el Autor y el Tema Solicitado

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Perspectiva Crítica sobre La casa de Bernarda Alba

La casa de Bernarda Alba es considerada por algunos críticos como una tragedia, y por otros como un drama, siguiendo la opinión del propio autor. Muchos críticos han opinado que esta obra representa la culminación de un largo proceso evolutivo del dramaturgo, desde el modernismo al vanguardismo y, finalmente, a su fase de plenitud artística.

Es fundamental resaltar, en primer lugar, su particular concepción del teatro. Rechazaba el teatro burgués de Jacinto Benavente, cuyo único fin era lucrativo. Tampoco le agradaba, especialmente en su etapa final, el uso del verso. Sin embargo, esto no implicaba un rechazo a la poesía en el teatro; más bien, buscaba personalizarla e integrarla de una manera más orgánica. En cambio, mostraba una profunda simpatía por el teatro popular o marginal, incluyendo géneros como el guiñol, el vodevil, entre otros.

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