Fedro: El primer romano en el género esópico
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FEDRO (s. I d. C)
Fedro, el primero y el más importante cultivador de este género literario entre los romanos, pasó desapercibido por la literatura «oficial» de su tiempo. Su obra “Las Fabulas esópicas de Fedro” la forman cinco libros. Su nombre no es mencionado por sus contemporáneos, ni siquiera por Quintiliano o Séneca. En cambio, Fedro se enorgullece de haber sido el primer romano en intentar el género esópico.
Esclavo, como Esopo, había nacido en Macedonia. Vino muy joven a Roma como esclavo de Augusto, que lo manumitió en consideración a su cultura. Probablemente fue maestro de escuela y el hecho de que en ésta se hiciera aprender a los niños fábulas esópicas, pudo haber influido en el nacimiento de su vocación poética.
Fedro probablemente se vió atraído por este género debido a la falta de libertad de expresión que surge en Roma en los umbrales del Imperio, pues ya no puede decirse impunemente lo que se piensa. Por eso Fedro hace hablar a los animales, portadores de la opinión callada de una mayoría silenciosa. Él mismo había sido víctima de acusaciones calumniosas y acusado fue condenado por unos versos contra Seyano, favorito del emperador Tiberio. Mediante sus fábulas la servidumbre oprimida puede revelarse contra los poderosos. Ya es su primera fábula, la del lobo y el cordero, expone la amarga historia del débil, expuesto continuamente al ataque de los poderosos, del inocente sorprendido por las insidiosas artes de los delatores.
Las fábulas de Fedro tienen dos características esenciales: diversión y enseñanza moral. Las actuaciones de los animales son un claro espejo de las actuaciones humanas y encierran una dura sátira contra los poderosos que abusan de su poder, contra los soberbios, los mentirosos, los malvados.
Su crítica social y política era evidente. Fedro es un proletario que utiliza la fábula moralizadora como una forma figurada de decirle la verdad a los poderosos de su tiempo. Su espíritu satírico debe relacionarse con Juvenal, Horacio y Lucilio.
Las fábulas están escritas en senarios yámbicos, poco espontáneos pero muy elaborados. Su lenguaje es conciso, claro y sencillo.