Fernando VII y el Retorno al Absolutismo en España (1814-1820)
El Sexenio Absolutista en España (1814-1820): Restauración y Crisis
Tras el Tratado de Valençay, Napoleón devolvía la Corona española a Fernando VII. Las Cortes habían dictado órdenes confidenciales con el fin de garantizar su viaje directo a Madrid para jurar la Constitución, ante los indicios de que pudiera negarse a hacerlo. Sin embargo, las instrucciones de las Cortes fueron desobedecidas. Los liberales lo necesitaban para consolidar las reformas, mientras que los absolutistas lo veían como la clave para revertirlas.
El Retorno de Fernando VII y la Restauración del Absolutismo
A su llegada a España, Fernando VII se trasladó a Valencia, donde recibió el Manifiesto de los Persas. Este era un escrito redactado por diputados absolutistas, y el 4 de mayo, tras ser recibido por el general Elío, el monarca dictó un Real Decreto por el que suprimía las Cortes, declaraba nula toda su actuación y, por consiguiente, abolía la Constitución de 1812 y toda la legislación emanada de la Cámara. Simultáneamente, el general Eguía fue enviado a Madrid con la orden de tomar la sede de las Cortes y proceder a la detención de regentes, ministros y diputados.
El golpe de Estado fue posible gracias al apoyo recibido por el rey de parte del ejército. El respaldo de la nobleza y el clero absolutistas se expresó en el documento que un centenar de diputados reaccionarios entregaron al rey en Valencia, conocido como el Manifiesto de los Persas. Este documento condenaba a las Cortes de Cádiz y defendía el absolutismo. En él se reclamaba la vuelta al sistema del Antiguo Régimen (A.R.), donde se reivindicaba el carácter ilimitado del poder del monarca, y se defendía la alianza entre el altar y el trono.
El decreto del 4 de mayo eliminó la soberanía nacional y la institución que la representaba. También quedaron derogadas la Constitución de Cádiz y toda la legislación ordinaria. Se restituyeron los privilegios de la nobleza y del clero. Se restablecieron el Tribunal de la Inquisición y la Mesta, y se permitió incluso el retorno de la Compañía de Jesús.
Contexto Europeo y Represión
El golpe de Estado de mayo de 1814 no fue un hecho aislado en Europa, sino que se inscribió en un proceso de restauración del Antiguo Régimen (A.R.) en todas las monarquías europeas. Los imperios vencedores, tras el Congreso de Viena, firmaron la Santa Alianza, un acuerdo para preservar Europa de movimientos liberales o revolucionarios.
La Santa Alianza generó un ambiente reaccionario en Europa. La consecuencia inmediata del golpe de Estado en España fue la represión, tanto de liberales como de afrancesados, acusados de traición.
Los afrancesados, procedentes del viejo despotismo ilustrado, eran partidarios de reformas, pero no liberales; pensaban que era necesario enfrentarse a la anarquía que, para ellos, significaba la rebelión popular.
Inestabilidad y Caída del Régimen Absolutista
En consonancia con el Antiguo Régimen (A.R.), Fernando VII gobernó mediante sucesivos ministerios, en permanente inestabilidad política ante la falta de coherencia en la política a seguir. Su política era personalista, sin un programa definido. El resultado fueron seis años caóticos, en los que los problemas se agravaron progresivamente hasta provocar el triunfo del golpe militar de 1820.
Una serie de graves problemas acabó por derrocar el régimen absolutista:
- Crisis económica: En toda Europa se produjo una caída de los precios, lo que afectó gravemente a España, un país ya arruinado tras la guerra e incapaz de reconstruirse. Esta situación coincidió con un momento de tensión en las zonas agrarias, lo que desencadenó sucesivos movimientos de protesta.
- Descontento social: El descontento no se limitó al campo, sino que se extendió también entre los grupos sociales urbanos, a causa de la represión política, del hundimiento económico, de la pérdida del comercio colonial y del consiguiente paro, que afectaba tanto a los sectores burgueses como al nuevo proletariado.
- Quiebra financiera del Estado: El principal problema era la insostenible situación económica del Estado.
Ante esta situación, poco a poco se reorganizó un movimiento clandestino liberal. Se establecieron contactos con los exiliados y comenzó la conspiración contra el Estado absolutista. Surgieron sociedades secretas y grupos revolucionarios. Hubo pronunciamientos y conspiraciones hasta que, finalmente, el pronunciamiento del comandante Riego, jefe de las tropas expedicionarias en Cabezas de San Juan, el 1 de enero de 1820, tuvo éxito y recibió el apoyo popular necesario para triunfar, restaurándose así la Constitución de Cádiz.