Filosofía Cartesiana: Duda Metódica, Cogito y Pruebas de la Existencia Divina

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La Duda Metódica y el Cogito Cartesiano

La duda metódica se ha adueñado totalmente de la mente y ha privado de fundamento a toda pretendida verdad acerca del mundo externo (ilusiones de los sentidos e hipótesis del sueño) y a toda pretensión de validez de las propias operaciones de la razón. Ahora bien, la duda se suprime a sí misma ante lo que la hace posible: el propio sujeto que duda. De modo que, cuando el sujeto se vuelve sobre sí mismo y se toma a sí mismo por objeto de su propio pensamiento (autoconciencia) se encuentra con una verdad de la que ya no puede dudar: “Pienso, luego existo”. Si el sujeto intenta dudar de sí mismo y negar su propia existencia (“Dudo de si existo” o “Niego mi existencia”), incurre en una contradicción performativa: lo que hace (al dudar o negar) lleva implícita la negación de lo que dice (que duda de o niega su existencia), es decir, al dudar adquiere la certeza de aquello sobre lo que duda, al negar afirma lo que niega. Se trata de la verdad de la autoconciencia, que se halla en un nivel lógicamente anterior a toda otra posible verdad, porque se halla en el nivel de la posibilidad de la verdad y la falsedad.

La Demostración de la Veracidad de Dios y la Superación del Solipsismo

El único camino que Descartes puede seguir para escapar al solipsismo es analizar ese “mundo” de sus propios “pensamientos” e “ideas” para ver si, entre ellos, hay alguno que permita establecer la existencia necesaria de algún otro ser fuera del pensamiento. Sin embargo, esto no bastará para recuperar la confianza plena en el criterio de verdad como evidencia en su aplicación a la Matemática y en su posible aplicación también a la Física, que es de lo que se trata. Para poder recuperar esa confianza plena, Descartes debe ser capaz de cancelar la hipótesis del Dios engañador o del genio maligno; debe demostrar la imposibilidad de esa hipótesis. O, dicho de otra manera, debe demostrar que Dios existe y que no puede ser engañador. Descartes ofrece en el texto dos pruebas de la existencia de Dios.

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