La Filosofía de Descartes: Fundamentos de la Sustancia y el Conocimiento

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René Descartes vivió en una época de transición, saliendo de una visión teocéntrica del mundo para adentrarse en una visión científica. Descartes deseaba participar activamente en esta nueva era del pensamiento, y con su obra pretendía fundamentar el pensamiento.

La Teoría de las Sustancias en Descartes

La teoría de las sustancias es la idea principal del pensamiento ontológico del autor. Sin duda, Dios es uno de los elementos clave tanto para la ontología como para la epistemología cartesiana.

Descartes y el Debate Racionalismo vs. Empirismo

En primer lugar, la teoría de sustancias de Descartes está vinculada al debate de su tiempo entre el racionalismo y el empirismo. Para los empiristas, la sustancia es el sustrato de todo lo existente y, además, inseparable de la existencia de Dios.

Cuando Descartes define la sustancia, plantea que es todo aquello que no necesita de nada más para existir. Siendo Dios el único ser que cumple esta condición de forma absoluta, Descartes matiza su definición: la sustancia es aquello que no necesita nada para existir, a excepción de Dios.

De esta manera, encontramos tres sustancias:

  • La Sustancia Infinita o Dios.
  • La Sustancia Pensante (res cogitans).
  • La Sustancia Extensa (res extensa).

Atributos y Conocimiento de las Sustancias

Las sustancias son conocibles para nosotros a través de sus atributos, que vienen a ser algo así como su manifestación. Así, tenemos el pensamiento (para la sustancia pensante), la extensión (para la sustancia extensa) y la infinitud y perfección (para la sustancia divina).

Desde el punto de vista ontológico, parece claro que la sustancia divina es lógica y ontológicamente superior a las otras dos. Sin embargo, no es así desde el punto de vista del conocimiento, puesto que Descartes llegó a la primera de las sustancias, el sencillo hecho de nuestro pensar, a través de la duda.

La Duda y la Demostración de la Existencia de Dios

Por lo tanto, la sustancia pensante es la primera de la que tenemos constancia. La sustancia extensa, en cambio, ha sido objeto de duda. Precisamente para demostrar la existencia de esta última sustancia, Descartes se embarca en la tarea de demostrar la existencia de Dios.

Las Pruebas de la Existencia de Dios según Descartes

Descartes aprueba tres pruebas para demostrar la existencia de Dios:

  1. Primera Prueba (Causalidad): Se basa en la proporcionalidad de la idea con su causa. Plantea que si tenemos en la mente la idea de Dios como un ser infinito, ha de haber un ser que posea esta misma cualidad. Por tanto, debe existir un ser infinito: Dios.
  2. Segunda Prueba (Perfección): Está ligada a la primera y plantea que son tres los orígenes de donde podría provenir la idea de un ser perfecto:
    • De la nada: Es obvio que nada proviene de la nada.
    • De mí mismo: Hipótesis que Descartes invierte y rechaza, pues él no es perfecto.
    • De un ser perfecto: Ha de existir un ser que es perfecto, y este ser es Dios.
  3. Tercera Prueba (Argumento Ontológico): Defiende que la existencia de Dios puede y debe probarse desde la misma idea de Él. Si tengo la idea de un ser perfecto, ha de ser posible que este ser exista no solo en mi imaginación, sino también en la realidad, para ser tan perfecto como la idea que tengo de él.

Con estos argumentos, Descartes piensa que ha demostrado suficientemente la sustancia divina, que es la segunda desde el punto de vista del conocimiento.

La Demostración de la Sustancia Extensa

Queda por demostrar la sustancia extensa. Para ello, Descartes deduce su existencia de la bondad y veracidad de Dios. Dios, al ser perfecto y veraz, no puede permitir que me engañe cada vez que creo percibir el mundo exterior. Así queda demostrado, por último, la existencia de la tercera de las sustancias.

Podemos afirmar que, para Descartes, la afirmación de la existencia de Dios es un paso imprescindible para fundamentar el conocimiento seguro que busca y para tener una certeza deductiva de la sustancia extensa. Ha quedado probada la existencia de las tres sustancias, que eran, además, el objeto central en el debate histórico de su época.

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